martes, 14 de octubre de 2014

EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO EPISODE 5

Jaejoong estaba más callado que un muerto y Changmin estaba más callado que una tumba. Bien podrían haber sido partes del cementerio de lapidas grisáceas medio derruidas que estaba en el bosque detrás del castillo.
Ambos se sentían algo incómodos, se habían sentido así desde que, durante el desayuno en el cual Jaejoong había perdido la cordura y Changmin había intentado consolarlo, habían terminado devorándose la boca como un par de desesperados. Jaejoong había sido el primero en reaccionar, en el mismo instante en que el príncipe había empezado a besar su cuello.
Aunque cada terminación nerviosa en su cuerpo le gritaba a todo pulmón que se dejara llevar, terminó por separarse de Changmin, quien después de eso también reaccionó, pero en ningún momento quiso romper el contacto con su cuerpo y eso Jaejoong lo agradeció. Y así, por primera vez en su vida, Jaejoong tuvo una comida decente y variada, repleta de cosas deliciosas y dulces. Ahora, mientras comenzaba a caer la tarde, ambos caminaban sin rumbo por los alrededores del castillo, por petición de Jaejoong, petición a la que Changmin se había mostrado algo reacio, pues Jaejoong aún estaba débil y dolorido, así que solo aceptó llevarlo hasta el lago. El príncipe miraba sin ver el lago, justo en el punto donde Jaejoong tenía la vista fija, pero lo
miraba más a él. Este ultimo lucía la mar de inocente, mirando con los ojos brillantes el lago, donde los dos majestuosos cisnes de Changmin se paseaban solitarios mientras se llevaba a la boca distraídamente más cubos de chocolate. Había sido imposible mantener a Jaejoong alejado de él.

— ¿Y dices que son tuyos?

— ¿Qué? — Changmin estaba completamente distraído — ¿Qué cosa es mía?

—Los cisnes— Jaaejoong parecía nervioso de nuevo.

—Oh, esos… si son míos, me los regalaron cuando cumplí 15, no sé ni de donde los trajeron, solo los puse aquí y aquí han estado.

—Son tan elegantes— y de nuevo, igual que por la mañana, la voz de Jaejoong se quebró, pero se recompuso antes de que Changmin empezara a hiperventilar. Mientras caminaban por los alrededores del palacio, todos los sirvientes, jardineros, ayudantes, incluso los visitantes los miraban con la boca abierta.
Les sorprendía ver al príncipe Changmin, quien casi nunca salía de sus aposentos y cuando lo hacía, era para irse a cabalgar. Pero verlo caminar lentamente, acompañado de otro joven, vestido tan magníficamente como él, era algo muy extraño, y todos comenzaron a sospechar, sobre todo al ver de cerca al desconocido, que tenía exactamente los mismos ojos que la reina  Simonne. Los rumores no tardarían en esparcirse como reguero de pólvora, pero ambos jóvenes parecían ajenos a todo.

—Cuéntame sobre tus padres— pidió Changmin, mientras ambos caminaban sobre el puente de maderos que atravesaba el lago. Los tacones de sus botas resonaban con alguna especie nostalgia olvidada escondida entre las tablas. El corazón de Jaejoong se aceleró, ardía en deseos de ver a su madre pero el príncipe aun no
lo dejaba marchar. Concentró su vista en el lago.

—Mi mamá es la mejor del mundo— suspiró con nostalgia— ella me enseñó todo lo que sé, y me sostuvo con su propio esfuerzo… ahora está muy enferma— y la familiar marea de sentimientos y tristeza se formó en el pecho de este— el médico dice que no tiene muchas esperanzas…

— ¿Te gustaría que el doctor Ferrer la viera? — ofreció Changmin de inmediato.

—No… será mejor que no, debe costarte mucho dinero.

—El dinero no importa Jaejoong… ¿y tu padre?

—No sé quién es, nunca lo conocí y cuando le pregunté a mamá, ella dijo que algún día lo tendría enfrente, pero no tengo ningún deseo de conocerlo, no me hace falta…—Jaejoong sonrió tenuemente, sin alegría, no sentía ningún deseo por conocer al canalla que había embarazado a su madre y después la había abandonado— ¿y los tuyos? Changmin se tensó.

—Si he de ser sincero, no conozco a mis padres —Jaejoong frunció el ceño en un gesto de interrogación —no me mires como si hubiese perdido la cabeza, me refiero a que no sé nada sobre ellos, siempre están viajando y haciendo cosas de viejos, no nos conocemos.

—Entonces ¿con quién te criaste?

—Principalmente con las niñeras y mi institutriz, y cuando cumplí doce años, preferí estar solo que mal acompañado, Jaejoong rápidamente cambió de dirección antes de que Changmin se amargara.

—Oye ¿Qué se siente saber que vas a ser… ya sabes, Rey? — no se le daba nada bien fingir, esperaba que Changmin no notase su patético intento de distracción.

—Esa pregunta es interesante—al parecer no lo había notado. Habían llegado hasta las puertas del palacio y se detuvieron un momento a mirar como el atardecer se desangraba sobre el cielo— cuando era un niño, era mi más grande sueño, ansiaba con todas mis fuerzas ser el rey para poder hacer lo que me viniera en gana— suspiró y entrecerró los ojos para ver mejor hacia el jardín— pero al crecer me di cuenta de que es una vida de esclavitud, mis padres no tienen tiempo ni de darme los buenos días y no es algo que quiera para mi futuro, quiero viajar, ser libre y hacer lo que me plazca.

—Tal vez no sea tan malo.

— ¿puedo preguntarte algo? —Si…— Jaejoong se tensó.

—Cuando te vi por vez primera, allá en la bahía— apretó los dientes al recordarlo— vi que tenías pintura negra en los ojos… ¿Por qué? Jaejoong sonrió, aquello era fácil de responder.

—Aunque creas que no soy un hombre por pintarme, no tiene mucho que ver con fines estéticos— dejó escapar una risa leve, musical y Changmin se desesperó— leí que los antiguos Egipcios lo hacían para reflejar la luz del sol… y como yo paso tanto tiempo trabajando al aire libre… en verdad ayuda bastante.

— ¿Sabes leer? —aquello descolocó completamente a Changmin. Él tenía entendido que solo los nobles y la realeza podían estudiar, pero ahí estaba frente a él un chico que parecía muy bien educado.

—Claro… esto…—Jaejoong recordó que su madre le llevaba las lecciones del palacio… así que sin duda habrían sido los libros de Changmin los que lo habían instruido— mi madre me hacía estudiar de vez en cuando, ya sabes, decía que el estudio podría abrirme las puertas…

— ¿Qué tanto sabes? — Changmin estaba muy interesado en saberlo, un chico como Jaejoong no era un regalo de esos que se reciben a diario.

—Pues, estudié filosofía, arte, matemáticas, ciencias, física, biología, literatura, historia, economía y algunas otras cosas que leí por ahí.

—Pues vaya que eres toda una caja de sorpresas Jaejoong—al final su voz envolvió su nombre en una caricia Al escuchar sus palabras, Jaejoong se estremeció sin saber por qué.

—Mejor subimos ya, tu aun estas débil— musitó Changmin en voz baja y le sonrió a Jaejoong, pero éste ya era un manojo de nervios ¿y si pasaba lo que había sucedido al medio día? No sabía si podría soportarlo de nuevo.

—Está bien— respondió con voz chiquita y ambos se adentraron en el castillo. El vestíbulo era pura opulencia de mármol y gruesas tapicerías, un aparatoso esplendor de alfombras rojas y cuadros enormes. Changmin pasó de largo sin apreciarlo en lo más mínimo, y Jaejoong se sintió intimidado.

—Es demasiado ¿No crees? — le pregunto sin mirarlo. Jaejoong no respondió, había clavado la mirada en un cuadro enorme que dominaba toda la pared central. Era una enorme pintura al óleo, donde estaban los reyes plasmados por pinceles cansados, con sonrisas frías y ropas antiguas. La cara de la reina era pálida y cetrina, con profundos ojos negros, muy hondos y agotados, Jaejoong tuvo la sensación de que sus facciones le parecían muy conocidas, parecía tener la boca crispada, tratando de contener un grito de agonía. El rey, con su pesada corona dorada lucia aburrido. Si, aquella era la palabra, aburrido y hastiado, pero con una leve mirada despectiva, muy propia de la realeza, su rostro era pálido y delgado, y delante de ellos había un niño enfurruñado, un niño de penetrantes ojos café y cabello negro, vestido con la misma opulencia agotada y vieja y la inminente corona que le iba demasiado grande y que opacaba completamente el brillo de aquellos ojos y la frescura de su rostro enmascarado por la infancia. —Odié cada minuto que pasé posando para ese ridículo cuadro— dijo Changmin a sus espaldas y Jaejoong lo miró directamente a los ojos.

— ¿Y porque lo hiciste entonces?

—Me obligaron, mi abuela quería que hicieran ese cuadro y como aún era la reina, no quedó de otra más que obedecer— Changmin le obsequió a Jaejoong una sonrisa malévola de aquellas que detenían latidos— en cuanto sea rey, quemare ese estúpido cuadro.

—A mí me gusta— mintió Jaejoong.

—Mientes— acertó Changmin —tu voz se vuelve aguda, ya vámonos de aquí.

Jaejoong siguió a Changmin, pero se detuvo a la entrada de otro salón, mirando boquiabierto la araña de cristal de tres niveles que refulgía como miles de soles.
Definitivamente le gustaba más el ambiente de la habitación de Changmin, con sus gruesas alfombras de colores claros, tan blandas como la nata, y la colosal cama blanca situada estratégicamente al centro de la enorme habitación. En cuanto llegaron, Jaejoong se quitó las botas y hundió los dedos de los pies en sus cremosas profundidades y los movió perezosamente. Le gustaban los sofás enormes y mullidos como nubes, y se dejó caer en uno con ganas de ahogarse en él y no volver a salir jamás.
Chanmin se había quitado la camisa y las botas y anduvo hacia la terraza para mirar el lago, como hacía cada noche, sintiéndose extrañamente satisfecho y completo, como nunca antes se había sentido. La noche ya había caído, cálida y especiada y el aire tibio rozaba su pecho y agitaba su cabello casi imperceptiblemente. Abajo, alrededor del lago, los sirvientes ya habían colocado y encendido todas las antorchas, dándole un increíble resplandor anaranjado a la inmaculada y quieta superficie del agua, que de tan quieta parecía un espejo negro y profundo. Cogió una manzana dorada del frutero que estaba sobre la mesa y jugueteó con ella sin prestarle demasiada atención y regresó con Jaejoong.
La iluminación de las habitaciones de Changmin era más tenue y cálida, y Jaejoong se sintió relajado, pero dejó escapar una exclamación de sorpresa cuando una bola de pelos de color blanco saltó a su regazo y comenzó a frotarse en su torso con roces sensuales.

—Vaya, al fin regresó— dijo Changmin, sentándose en el lateral del sofá, junto a Jaejoong y después explicó— ella es mi gata aura, pero va y viene cuando se le da la gana, es demasiado diva.

—Es muy linda, me gusta— dijo Jaejoong mientras acariciaba los pelos finos como la seda de la gata y se mordisqueaba el labio nervioso, con anticipación. Podía sentir el ambiente cargado con una estática muy particular, tan vívida que le erizaba todos los vellos del cuerpo.

—Parece que le agradas también— Changmin acercó la manzana a los labios de Jaejoong y éste la mordió gustoso, disfrutando de su granuloso sabor dorado intenso y siguió acariciando a la gata, pero se dio cuenta de que los ojos de Changmin estaban clavados en él y sintió el llamear de aquella luz cobriza resiguiendo lentamente las líneas de su cuerpo, y cuando alzó la mirada lo único que vio fue la boca de Changmin, sus labios entre abiertos y la punta rosada de su lengua, que parecía atrapada entre dientes muy afilados… y unos instantes después, Changmin estaba sobre él, presionándolo con el calor de su cuerpo, trazando con las manos las líneas de su pecho, acercándolo a aquella boca, y Jaejoong se dejó ir, pensando en si podría reposar en su lengua hasta terminar siendo engullido.

—Eres hermoso— le dijo el príncipe, hablando casi dentro de su boca.

—Tú también— respondió Jaejoong y se le encogió el corazón.

—Me has embrujado— y volvió a besarlo apasionadamente.

Jaejoong no tenía muy en claro por qué sentía, esa atracción tan fuerte hacia Changmin, y aunque quisiera pensar en ello no podía, porque su sangre se iba poco a poco concentrando en un único sitio, un sitio que recibía atenciones especiales por parte del príncipe. Incluso sentía los brazos y piernas ya entumidos por la falta de oxigenación.

Changmin pegaba cada centímetro de su cuerpo, al cuerpo de Jaejoong, cuidando de no hacer mucha presión sobre su costado herido y metía su lengua en la boca de Jaejoong, persiguiéndolo por todos los rincones, tomando en control, dominándolo por completo y este solo dejaba escapar gemidos y gorjeos ininteligibles.
La temperatura se elevó varios grados, cubriéndolos a ambos con una fina capa de sudor, haciendo que sus pieles quedaran rociadas de gotitas tan frescas como la primavera. Changmin le quitó la camisa a Jaejoong de un tirón, la arrojó por sobre su espalda y contempló lo que tenia debajo de él. Solo la parte superior de su pecho, que se agitaba con cada inspiración, era visible por sobre el blanco inmaculado de las vendas, su cuello estaba tenso, marcado por los músculos y los huesos, sus hombros eran finos y anchos a la vez, el izquierdo
adornado con una floritura rojiza y purpúrea en proceso de cicatrización. Su rostro era todo un poema. Los ojos brillantes, húmedos y oscuros como un par de ópalos, le miraban con deseo y vergüenza, las mejillas ruborizadas, los labios mojados, rojizos y entre abiertos, y el cabello negro esparcida desordenadamente sobre sus hombros, hacían de su rostro algo ridículamente bello. Changmin se volvió a inclinar y besó nuevamente aquellos labios, frotando y reclamando con su lengua todo el espacio disponible, menos mal que aquellos sofás eran tan amplios. Con sus manos reseguía delicadamente los hombros de Jaejoong, hasta llegar al comienzo de los vendajes, los comenzó a aflojar poco a poco, esmerándose en rozar la mayor cantidad de piel que tuviera a su alcance y después dejó escapar una risita, al notar la impaciencia de Jaejoong, que se retorcía ansioso debajo de él…

Jaejoong no fue muy consciente del momento en el que su pecho estuvo completamente desnudo, estaba tan excitado que comenzó a sentirse un poco mareado y cuando Changmin volvió a besarle, devolvió el beso con apasionamiento.

—Changmin…—susurró Jaejoong mientras el príncipe besaba su garganta, su pecho y la tira de piel inmensamente suave que se combaba debajo de las costillas. Después sintió la humedad de sus labios besando con ternura cada uno de los morados, hasta el más diminuto cardenal y las cicatrices que adornaban su talle. No podría haber imaginado un amante mejor ni aunque le hubiesen regalado los planos. En algún recoveco olvidado de su mente cantaba una vocecilla insidiosa y molesta, recordándole que habría problemas si se dejaba llevar, pero Jaejoong decidió ignorarla cuando sintió las manos calientes de Changmin colarse debajo de su pantalón.
Las manos de Jaejoong se enredaron en su cuello de forma inmediata y se pego completamente a él, nervioso y asustado.

— ¿Nunca has hecho esto antes?...-Jaejoong negó con la cabeza, se sentía perdido dentro de la ardiente mirada de Changmin.

—No… nunca… con-con nadie.

—Tranquilízate, también es mi primera vez— “con un hombre” pensó Changmin, y con el mínimo esfuerzo cargó a Jaeejoong y lo llevo hasta su gigantesca cama, depositándolo con cuidado sobre ella y después acomodándose sobre él, con las rodillas apoyadas sobre las sabanas, a sus costados.
Jaejoong respiraba con jadeos dificultosos y movía las manos sin parar, queriendo asirse de Changmin para encontrar la seguridad que había anhelado toda su vida.

El príncipe volvió a besarle, podría pasar toda su vida besando aquella boca y no se cansaría. Bajó lentamente por su cuello y mordisqueó delicadamente el pezón derecho de Jaejoong, mientras su mano se colaba nuevamente por debajo del cinturón, hasta toparse con una temblorosa masa de calor derretido. Jaejoong se arqueó, poniéndole a tiro su cuello largo y blanco. Changmin le mordió, con la suficiente fuerza para hacerle daño, pero antes de que la presión pudiera hacer brotar la sangre, Jaejoong dejó escapar un leve lloriqueo y Changmin le liberó para volver a besar su boca.

—ahh…n-no—las manos de Changmin habían empezado a bajar lentamente los pantalones de Jaejoong, pero éste se resistía.

—Confía en mi… nunca te lastimaría— la voz que hablaba en su oído era perezosa y fluida y Jaejoong entrecerró los ojos, sintiéndose totalmente avergonzado en cuanto Changmin lo desnudó por completo. Se sentía expuesto y por un leve momento tuvo deseos de huir, en lo más profundo de su alma, donde se guardan los sentimientos que no se quieren recordar, sabía que saldría herido y mal parado de aquella situación, pero antes de que pudiera hacer caso sus impulsos, Changmin volvió a reclamarle, con besos ansiosos y apasionados.

—No… yo nunca— Jaejoong no sabía ni que decir, y se quedó completamente mudo cuando Changmin se deshizo de su propia ropa con dos movimientos rápidos y fluidos. Jamás, ni es sus mas locos sueños imaginó que estaría así, desnudo, observado, y siendo el motivo de que el mismísimo príncipe heredero se encontrara sobre él, restregando su tiesa entrepierna sobre la suya, besando toda la piel disponible que tenía a su alcance, ahogando jadeos y gemidos roncos en la piel de su pecho.

—Ya lo sé— el cálido aliento de la boca de Changmin bailoteó sobre el ombligo de Jaejoong cuando habló —no tengas miedo— y después subió y volvió a besarle los labios, reteniendo el inferior entre sus dientes, justo en el momento en el que su mano se cerró alrededor del miembro erecto de Jaejoong y comenzó a apretarlo, subiendo y bajando.

Para Changmin, aquello habría sido total y completamente repulsivo, pero con Jaejoong… con el no era asqueroso, era más bien alucinante y mil emociones nuevas bullían en su pecho. Lo quería para él, únicamente para él. Se había convertido en lo que más había querido tener durante toda su vida, y ahora que lo tenía no lo iba a dejar ir tan fácilmente.
Disfrutaba el modo en el que Jaejoong arqueaba la espalda y entre abría la boca, presa del gusto y del placer que su mano le brindaba, totalmente a su merced, y disfrutó más aun de sus quejiditos y lloriqueos en cuanto llevó la mano a su entrada y comenzó a ahondar en aquella cavidad tan caliente y estrecha, al principio con un solo dedo.

—Ahh… ¡Changmin! — Jaejoong apenas podía contenerse, le arañaba el cuello y se mordisqueaba los labios, inquieto. Quería moverse, quería saltar sobre algo, entonces, cuando los tres dedos que Changmin retorcía en su interior rozaron un punto escondido en lo más profundo de su cuerpo, su boca se abrió completamente y un hilillo de saliva se escurrió de sus
labios— ya… házmelo… Changmin…Jaejoong no fue consciente de sus palabras, ni de lo que éstas podrían desencadenar, solo supo que quería que Changmin siguiera besándolo, que lo abrazara con más fuerza y que pudiera perderse dentro de él, y que se sintió reventar de alegría cuando el príncipe lo giró sobre sí mismo, le abrió las piernas y lo hizo, pero en cuanto el miembro de Changmin se clavó en lo más profundo de su ser, solo sintió una aguda punzada de dolor e incomodidad y quiso que todo terminara rápido.
Para el príncipe, fue la gloria profanar aquel sitio estrecho y caliente, tuvo que apretar los dientes y concentrarse para no correrse en ese mismo instante. Sin embargo pudo notar que Jaejoong no lo estaba disfrutando, por el modo en el que apretaba la mandíbula y tensaba el cuerpo. En otras circunstancias, tratándose de otra persona, como el par de mozas que habían pasado antes por su cama, no le habría importado si sufrían o no, pero en cambio ahora era diferente, el príncipe quería que Jaejoong disfrutara con él, y fue por eso que se movió con lentitud y cuidado, no quería lastimarlo y además tenía muy presente que el cuerpo herido de Jaejoong estaba en proceso de curación.
Quizá por esa razón actuó con esmero, inclinándose sobre la espalda de Jaejoong, besando cada protuberancia marcada por sus huesos de marfil, acariciando su nuca con la frente, deslizándose lentamente dentro y fuera de él, con la mayor precaución posible. Jaejoong dejó de sentir dolor en el mismo instante en el que la mano de Changmin volvió a posicionarse alrededor de su miembro erecto, subiendo y bajando sobre él de manera
lenta al principio y rápida después, marcando el ritmo justo de cada profundo movimiento que sentía. Echo la cabeza hacia atrás, recargándola en el hombro de Changmin, abrió la boca y dejó escapar un borbotón de suspiros y gemidos, que se mezclaban con los jadeos roncos y ahogados del príncipe.
Jaejoong lo sintió primero que Changmin. Una explosión de calor abriéndose paso desde su bajo vientre, escalando en espirales de placer por su columna vertebral. Se fusionaron en uno solo, uniéndose como algo más profundo que un par de simples amantes. Sólo la luna fue testigo, un par de hermanos con la misma alma que al final, después años se volvían a unir en una sola, aunque ellos no lo supiesen. Jaejoong grito, las sabanas quedaron llenas de su semilla, y este sintió como sus entrañas se contraían y que algo dentro de él estallaba y se humedecía, y que el semen de Changmin olía como los altares…

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Constanza abrió los ojos hacia el techo oscuro y descascarado de la casa de Yoochun. La habían llevado ahí la noche anterior, cuando sus dolores se volvieron tan insoportables que habían tenido que administrarle un brebaje hecho a base de láudano y opio directamente en las venas por orden del médico.
Pero esa noche estaba lúcida y no tenia dolor, solo tenía ganas de ver nuevamente a Jaejoong, ella sabía que con suerte sería la última vez que contemplaría el rostro de su hijo con aquellos rasgos tan dulces, elegantes y delicados.

—Yoochun— llamó con voz cascada una sola vez, y Yoochun pareció materializarse de la nada a su lado— por favor, trae a Jae… necesito a Jae…— su repentino y fugaz vigor comenzaba a apagarse. —…Jae… tráelo…por favor…

—No te agites, lo traeré cuanto antes— le prometió y se esfumó tan rápido como había llegado. Era la oportunidad que Yoochun había estado esperando para ir y rescatar a su mejor amigo de las garras del príncipe, había algo en su mirada que no le inspiraba nada de confianza.
Constanza necesitaba revelarle la verdad a Jaejoong cuanto antes, o de otro modo quedaría desamparado y despojado de sus derechos de nacimiento de por vida, pero Constanza sabía que iba a ser extremadamente difícil que Changmin soltase a su hermano después de haberlo encontrado. Nadie mejor que ella conocía el carácter celoso, posesivo y destructivo de Changmin. Recordó vagamente el rostro del príncipe, lo había visto por última vez hacia casi dos años y al verlo su corazón se había vuelto pesado como si fuese de plomo. Los huesos de la cara de Changmin eran como una máscara perfecta y levemente cruel, tallada a partir de una enorme piedra preciosa, el rostro de un aristócrata. Su piel no tenía el más mínimo defecto, salvo por una leve sombra de malevolencia escondida en el fondo de sus pupilas, y al recordarlo sus temores por la seguridad y el bienestar de Jaejoong se acrecentaron. Si la verdad no era revelada a tiempo, Jaejoong estaría totalmente perdido, tal vez para siempre…

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Después de nueve largas horas de descanso a pierna suelta en la quietud de sus habitaciones, el príncipe Changmin abrió los ojos poco a poco hacia un plomizo atardecer y una lenta sonrisa  se materializó en sus facciones. Ya hacia nueve días que se levantaba con la misma sonrisa de idiota rematado, y el motivo de tal actitud estaba dormido plácidamente a su lado. Como cada día al despertar, su mirada viajó de inmediato hacia el ángel sin alas que estaba abandonado al sueño, perdido boquiabierto en un lecho que parecía hecho de nubes de algodón. La pureza de su rostro en calma era tan perfecta, que le provocó un molesto retorcijón en el fondo del estómago, como si hubiese recibido un puñetazo, pero ya estaba acostumbrado a esas sensaciones tan raras y de nuevo se perdió observando el perfil recto, la nariz levemente respingada, las gruesas líneas de pestañas que reposaban sobre sus afilados pómulos y los ángulos rectos de alabastro suave de la quijada de Jaejoong.
Su mirada se paseó después por su cuerpo desnudo de cintura hacia arriba, todo lo visible que había entre las sabanas. Su pecho aun seguía hundido pero las heridas apenas eran visibles ya, no tenía ningún morado y una leve línea rosácea era el único vestigio que quedaba del ataque bestial que había sufrido hacia más de una semana. Las costillas aun se remarcaban en su talle de manera algo espeluznante, pero el tono de su piel ya no era blanco enfermo, ahora iba cambiando levemente y se asemejaba mas a un tono marfil cremoso.
Changmin levantó levemente la sábana blanca, revelando así la completa desnudez de Jaejoong, y de nuevo sus latidos se aceleraron al recordar la noche anterior, y la sesión de sexo, jugueteos y risas que se habían montado hasta que el primer rayo de sol había asomado, y que siguieron jugueteando con sus lenguas hasta que el cansancio los había vencido. El simple recuerdo bastó para que el miembro de Changmin le comenzara a doler de lo duro que se le había puesto. Estuvo a punto de voltear a Jaejoong y tomarlo ahí mismo, pero lucia tan pacífico e inocente que no lo hizo, prefería verlo dormir y descansar de momento. Ya habría tiempo más tarde para lo demás.

Se levantó tratando de hacer el mínimo ruido para no despertarle, y después de taparse con una bata de raso negro y suave se encaminó al baño a satisfacer ciertas necesidades. Veinte minutos después salió del baño chorreando agua después de tomar una ducha vespertina, se sentía despierto y fresco, y su pequeño problemita ya estaba arreglado, así que después de medio secarse con una de las muchas túnicas blancas que había en su
habitación, se acercó de nuevo a Jaejoong, quien seguía durmiendo.

—Pequeña marmota— le susurró al oído, rozando los labios sobre su sien. Jaejoong se removió y sonrió sin abrir los ojos — ¿no crees que te estás pasando de dormilón?

—…mnosñbs— fue el ininteligible murmullo de Jaejoong, quien se dio la vuelta y se tiró las sabanas sobre la cabeza.

—No pases de mi— murmuró Changmin por lo bajo y se metió entre las sabanas con él, para morder su cuello. Sabía que aquel era el punto débil de Jaejoong y que no podía resistirse por más dormido que estuviese.

—Humm… Changmin…sssi—bisbiseó Jaejoong en voz baja y un poco ronca por el sueño. La excitación volvió a hacer mella en Changmin.

—Despierta vamos… me estas poniendo de nuevo y si te lo hago, perderemos toda la tarde y hay algo que quiero mostrarte— y restregó su miembro medio tieso en el muslo de Jaejoong para remarcar sus palabras.

— ¡¿TODA LA TARDE?! — chilló Jaejoong, levantándose en el acto, como impulsado por resortes. Changmin le miró divertido y levantó una ceja. — ¿Qué…?— se llevó la mano a la cabeza y después se tambaleo sobre el suelo, seguramente mareado por despertar de semejante manera— ¿Qué hora es?

—Son… las cinco y cinco— respondió Changmin después de darle una ojeada al enorme reloj de péndulo que estaba en el rincón más iluminado de su habitación— ¿pero eso a que viene? ¿Tienes prisa o algo así? — lo miraba con hambre, estaba apoyado sobre un brazo en su cama, mirando fijamente a un desnudo Jaejoong, éste siguió su mirada y al notar su completa desnudez se sintió avergonzado e hizo el paripé de cubrirse la entrepierna, intento que hizo que Changmin estallara en sonoras carcajadas.

— ¡No te rías!... — le gritó con la voz aguda por la vergüenza y después se escabulló corriendo hacia el baño para ponerse más presentable. Mientras se bañaba, metido hasta la quijada en la bañera de mármol blanco, se tranquilizó un poco, el agua caliente le relajaba. Se preguntó a qué hora la habrían traído, porque aun seguía a una temperatura muy agradable, pero sus pensamientos quedaron olvidados en cuanto sintió un par de manos muy calientes acariciando su espalda.

— ¿Necesitas ayuda? — Changmin le sonrió torciendo sólo una de las comisuras de su boca y Jaejoong soltó un resoplido en cuanto los labios del príncipe se encajaron con los suyos.

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— ¿Ya vas a decirme a donde vamos? — Jaejoong estaba impaciente, habían perdido más de una hora en el baño y en arreglarse. El sol ya estaba muy bajo en el horizonte y una masa de nubes purpúreas se acercaba por el oeste, caería una tormenta muy fuerte y Jaejoong no sabía a dónde lo llevaba Changmin.
Habían salido del palacio por el acceso favorito del príncipe, un pasillo largo y fresco que desembocaba directamente en un laberinto de arbustos espesos y verdes que adornaban el centro del jardín. A Jaejoong le daba miedo entrar en él así que lo pasaron de largo.
Conforme avanzaban, los reverenciaba cualquier trabajador que se topaban. Changmin ni los miraba y Jaejoong se inquietaba, pero los sirvientes no lo resistían. Ambos jóvenes lucían hermosos e impresionantes, el negro era el color favorito de ambos para vestir y aquel día iban tan regios como sencillos. Portaban pantalones negros idénticos y botas negras totalmente lustradas. La camisa de Changmin era ajustada dejando ver su pecho fornido, de manga larga bombacha y negra como la noche. La de Jaejoong era igual pero en color blanco. Aquella pinta tan elegante como vulgar del pelinegro excitaba muchísimo a Changmin y lo hacía querer tomarlo ahí mismo, pero antes tenía que atender un asunto pendiente. 


— ¿Ya me dices a donde vamos? — presionó el pelinegro por décima vez.

—Que impaciente Jae— dijo Changmin mientras caminaban por el sendero más amplio del interminable jardín, Jaejoong nunca había ido por ahí y los nervios de anticipación lo carcomían por dentro— vamos a ver a Aquiles.

— ¿Quién? —Jaejoong juntó sus cejas en un fruncimiento de ceño — ¿Quién es Aquiles?— Changmin sonrió ante el tono levemente acusador del pelinegro, era incluso más adorable cuando se desconcertaba.

—Es mi caballo, tuvo un desgarre el mismo día que… que te conocí— dijo rápidamente al ver como Jaejoong contraía el rostro con molestia— y dijeron que tomaría una semana que sanara… así que vamos a ver qué tal está.

—Un caballo— Jaejoong se emocionó— adoro a los caballos, ¿Cómo es el tuyo? — Changmin se rió con una carcajada despreocupada.

—No seas ansioso, solo te diré que es negro.

—Ya me has dicho todo— Jaejoong lucia tan emocionado como un niño de cinco años en la mañana de navidad— ¿pero qué esperas? Date prisa— le dijo. El ya se había adelantado por unos cinco pasos pero se detuvo al terminar el sendero. Delante de él había 4 caminos diferentes, no sabía hacia dónde ir.

—Tranquilízate… los establos están ahí— le señaló un claro medio escondido, poblado de pequeñas construcciones de madera rojas y blancas y Jaejoong se adelantó. Los establos estaban en los límites del palacio y uno de sus costados daba hacia un sendero de cabras, fuera de los terrenos reales. El sendero estaba mojado y embarrado de barro, el pelinegro lo miró por un momento, por encima del alambre de púas bastante oxidado por la lluvia y después se adentró en el establo más grande, siendo seguido muy de cerca por Changmin.
Al entrar, el hedor a estiércol y tierra invadió sus fosas nasales, causándole un leve escozor, pero no le molestó, ya había trabajado antes con caballos. Cuando ambos jóvenes avanzaron, los encargados del establo hicieron la aburrida reverencia, solo eran tres hombres de medianas edades y un par de mozas de cuadra, jóvenes y de lindas facciones. Ambas se quedaron atontadas al ver a los dos muchachos, pero Changmin pasó de ellas y se dirigió al hombre de mayor edad.

—Alteza — saludó respetuoso, inclinándose delante del príncipe Changmin.

—Saludos Bernardo… Él es Jaejoong, Jae él es Bernardo— el príncipe hizo las presentaciones y después fue directo al grano — ¿Cómo esta Aquiles? — su mirada se paseó ansiosa por todo el establo.

—Es un magnifico animal Majestad, se ha recuperado completamente y ya está listo para cabalgar.

—Magnífico… ¿descubriste porque se hizo el desgarre?

—Un clavo de la herradura la traspasó y se incrustó levemente en la carne de su pata, le dolía al apoyar y eso le causo el desgarre, un mal apoyo además de una leve infección, pero ya está controlado. — le dijo el hombre, pareciendo muy pagado de sí mismo.

—Perfecto entonces… ¿y en donde está? — preguntó Changmin, quería ver a su caballo, se había olvidado momentáneamente de Jaejoong, que estaba parado a sus espaldas y al recordarlo volteó a verlo de inmediato. —Ya verás a Aquiles, te encantará— le dijo y el pelinegro sonrió, tímido.
Siguieron al encargado de las caballerizas hacia la parte de atrás, donde un pequeño cuarto de piso recubierto de paja dorada con dos caballerizas era el refugio de un imponente corcel negro. Era un animal gigantesco, de lustrosa piel llena de músculos y larga cola negra y lacia, tan larga como la noche. Su rostro era noble y altivo, la curva de su cuello era elegante y Jaejoong pensó que sus enormes y acuosos ojos llenos de espesas pestañas rectas se habían iluminado al ver a Changmin. El príncipe le palmeó el lomo con cariño y le acarició la frente negra adornada con una estrella de pelaje blanco, murmurándole cosas que Jaejoong no logró entender, y tampoco quiso hacerlo, le concedió al príncipe algo de intimidad con su amigo de cuatro patas.
Pasados unos minutos, Jaejoong se dio cuenta de que la más joven de las mozas de cuadra lo miraba de manera soñadora, se ruborizaba y sonreía como boba. A Jaejoong le entró la risa tonta y la miró también, haciendo que ella se sonrojara de más. Pensó en ir a saludarle en tanto Changmin se desocupaba, pero un relincho le distrajo. No había mirado dentro de la segunda caballeriza porque pensó que estaba vacía, pero no era así. Dentro había un caballo tan grande como Aquiles, con potentes patas ligamentosas y el cuerpo brilloso y musculoso. Era un precioso palomino completamente blanco, tanto que su crin rubia platinada era casi cegadora. Lo recordó, era el mismo caballo en el cual Changmin había ido a buscarlo al astillero. El caballo se había acercado hasta sacar su enorme cabeza por entre los barrotes de la reja y el pelinegro caminó confiado a él, extendió una mano y le acarició la frente con mucha cautela y suavidad.

—Hola chico… ¿Por qué estas encerrado ahí, tan solo? — Jaejoong se sintió extrañado, el animal parecía muy dulce, sin embargo estaba atado del cuello a la pared con un lazo dorado y suave, pero no dejaba de estar atado y encerrado. — ¿te has portado mal? — Le habló más cerca, con voz baja y ronca y el caballo le dio un leve y amistoso golpe en el pecho— Hey, que me haces cosquillas.

— ¿Qué haces? — Changmin ya estaba a su lado y Jaejoong ni lo había notado.

—Pues, saludo a éste caballo y me pregunto porque está encerrado y atado…

—El es Capriccio, mi otro corcel, pero es desobediente, rebelde y agresivo, lo van a sacrificar en una semana, es indomable.

— ¿¡Sacrificar?! —Jaejoong gritó— ¿pero por qué? A mí no me ha hecho nada, Changmin no puedes matar a tu caballo, míralo, es adorable.

A decir verdad, tanto Changmin como el caballerango estaban anonadados. El caballo siempre había sido tozudo e indómito, nadie podía acercarse sin llevarse una buena patada o una mordida, pero ahora parecía un cachorro sumiso con el pelinegro.

—Bueno… no sé porque se esté comportando así… ¿tú qué piensas Bernardo? — Changmin se volteó hacia el caballerango, pero éste encogió los hombros desconcertado— está bien… me lo pensaré con eso de sacrificarlo… quizá tenga cura, creo que le agradas— el principe sonrió, pero se dio cuenta de que la moza no le quitaba los ojos de encima a Jaejoong, y que éste a su vez le devolvía una sonrisa tímida. Y una ira rojiza y dulzona lo invadió.

—Nos retiramos Bernardo, que mañana estén listos, los dos. —y tras decir esto, arrastró a Jaejoong por el brazo hacia la salida y una vez afuera lo soltó— vámonos.

— ¿Está todo bien…Changmin? — pero este no respondió, solo caminaba dando largas zancadas hacia el castillo.

Jaejoong se inquietó, no sabía que le pasaba a Changmin pero intuía que estaba molesto… ¿por la moza? No había nada más. No, seguramente era otra cosa, molestarse por eso sería algo ridículo y estúpido, pero por precaución mantuvo su distancia.
Al atravesar de nuevo los campos y pasar junto al sendero de cabras, caminando despacio detrás del príncipe, Jaejoong escuchó un leve gimoteo que le llamó la atención. Asomó la cabeza levemente por encima de la cerca y lo que vio le heló la sangre en las venas. Había sobre una de las orillas fangosas del camino, un bulto amorfo y sucio que se arrastraba hacia él, y que en pocos segundos estaba de frente, muy cerca, a escasos centímetros de su cara, un rostro arrugado y oscuro. Era sin duda una mujer de edad avanzada, pero sus rasgos eran aterradores. No tenía más que un par de dientes podridos y negruzcos sobresaliendo de unas encías rosadas e inflamadas, sus ojos vacios estaban completamente en blanco, su cabello canoso se pegaba a su rostro en costras de mugre grisácea y un hilillo de saliva le colgaba de la boca, su olor era nauseabundo. A Jaejoong le repugnó su aspecto e iba a darse media vuelta para alejarse cuando una mano negra y huesuda de largas uñas amarillentas le sujetó por la muñeca con una fuerza sorprendente.

—Nacido entre la sangre— la voz parecida a un susurro era átona y parecía carecer de sexo— nacido entre la sangre y el dolor…malos tiempos se avecinan.

—Suélteme— Jaejoong estaba aterrorizado y no podía zafar su muñeca de aquel férreo apretón por más que la retorciera. Cuando la mujer habló tan cerca de él, captó un olor a sangre podrida. Aquellos ojos vacios lo miraban sin ver, pero el pelinegro sintió que estaban hurgando hasta el fondo de su alma.

— ¡Suéltale, pedazo de porquería! — en un visto y no visto Changmin estaba a su lado y desprendió la muñeca de Jaejoong del pútrido agarre de esa mano arrugada y llena de mugre de un fuerte tirón. El pelinegro sintió sus huesos crujir un poco.

—El futuro encierra dolor para ti y tú persona amada— dijo la figura directamente hacia Jaejoong con la misma inerte voz y este palideció y miró a Changmin. Los ojos del príncipe se habían oscurecido y parecía un poco preocupado.

—Menuda mierda— soltó el príncipe, dispuesto a ordenar que fuera eliminada cuanto antes semejante aberración humana, pero entonces aquel rostro escalofriante clavó en él sus lechosas pupilas. —Eres apasionado e impulsivo…permites que tu mal genio te guíe. No escuchas a la bondad de tu corazón y por eso le harás mucho daño a alguien, pero a quien acabarás haciendo más daño será a ti mismo.
Y antes de que Changmin pudiera replicar una sílaba más, la figura encapuchada había emprendido la retirada, caminando tan velozmente que en menos de cinco segundos desapareció al doblar el sendero.

— ¿Changmin? — la voz temblorosa de Jaejoong le volvió un poco a la vida.

—Vámonos Jae— le dijo y su voz sonaba como siempre, quizá un poco preocupada y guió a Jaejoong por el laberinto de senderos adornados con arbustos perfectamente recortados y coloridos macizos de flores, dándole leves apretones reconfortantes a su mano. La noche ya había caído cuando llegaron a las puertas del palacio, Changmin soltó a Jaejoong y se acercó a uno de los guardias quietos como estatuas que vigilaban la entrada. Al ver que el príncipe se acercaba, el guarda se inclinó para saludarlo.

—Alteza.

—Deja los saludos, eres de los que más tiempo lleva aquí así que debes saber quién es y de dónde viene una maldita anciana decrepita que ronda por el sendero junto a los establos—Changmin estaba muy molesto. El guardia al escuchar sus palabras palideció.

—Una mujer… encorvada, con horribles facciones y piel arrugada y podrida…

—La misma… ¿Quién demonios es?

—Yo… Alteza— el guardia comenzaba a sudar y balbucear. Jaejoong observaba todo en silencio y sus latidos se volvieron a alocar. Changmin miraba encolerizado al guardia.

—Deja de tartamudear y respóndeme— le gritó, fúrico.

—Es… dicen… bueno los lugareños dicen que es la lamia.

— ¿La que?

—La lamia… un espíritu, un espectro, un demonio, que lo único que trae es mala suerte— y como para remarcar sus tenebrosas palabras justo en ese momento, empezó a llover.

—No seas ridículo, no me importa lo que sea, ordena que la busquen y cuando la encuentren quiero que la quemen viva. — le dijo Changmin, sin molestarse en quitar las gotas de agua que se iban quedando atoradas en sus pestañas. La lluvia helada caía de manera torrencial.

 — ¡Changmin! — Jaejoong no podía creer lo que escuchaba. ¿Había ordenado el príncipe hacer quemar a la anciana sólo por esas palabras sin sentido? Vale que a él también le asustaba lo que había dicho el guardia… pero de eso ¿a mandar asesinarla? Era demasiado. Resopló molesto y un diluvio de gotitas salió disparado de su boca.

—Cállate Jae, y vámonos—se volvió de nuevo hacia él, pero antes de irse le recordó al guardia con la voz afilada— la quiero muerta —y dicho esto arrastró a Jaejoong hasta sus aposentos.

Jaejoong caminaba haciendo eses y tratando de no caerse, y así fue todo el camino hasta llegar a la habitación de Changmin, y en cuanto las puertas se cerraron, el príncipe se olvidó de las absurdas palabras de la anciana, porque teniendo a Jaejoong enfrente, indefenso y para él sólo, no pudo pensar en otra cosa que no fuera en el.

—Así que tonteando con la moza de cuadra ¿no Jaejong? — su voz era como un almíbar dulzón de bordes afilados.

— ¿Qué dices? — farfulló, haciéndose el tonto, pero su voz aguda lo delató.

—Vamos, a mi no me engañas ¿te gustó la chiquilla esa? ...-Jaejoong miró hacia el suelo, molesto.

—Bueno ¿y qué tendría de malo? —refunfuñó el menor, ya harto del juego de Changmin.

—Que no se me da la gana, ¿me oyes? — acortó la distancia y tomó a Jaejoong por el cabello. Éste se quejó— tú eres mío y nada más, que no se te olvide.

Después y sin soltarlo Changmin se quitó la camiseta empapada y la dejó caer al suelo, y le arrancó la camisa mojada a Jaejoong de un tirón. El pelinegro pareció desconcertado al principio, pero después de unos segundos sonrió y levantó los brazos hacia el príncipe, rodeando su cuello. No hacían falta las palabras, Changmin también sonrió, curvando los labios en una sonrisa llena de oscuridad y envolvió entre sus brazos la blanca cintura de Jaejoong mientras enterraba la boca en su cuello y comenzaba a mordisquearle y besarle toda la piel que podía. Jaejoong hizo a un lado la cabeza, dándole más espacio al príncipe.
Changmin le besaba el hombro, el cuello, la línea de la mandíbula y finalmente en la boca, juntando sus lenguas en un mojado y desesperado vaivén. Sus manos viajaron por el pecho desnudo de Jaejoong, aun lleno de gotitas de lluvia y comenzaron a tirar de su pantalón, Jaejoong  limitó sus movimientos y ambos quedaron completamente desnudos en cuestión de segundos, de pie, frente a frente. El príncipe volvió a sonreír, reteniendo entre sus dientes el labio inferior de Jaejoong, mientras sus manos recorrían su espalda hasta acabar en sus nalgas, mismas que estrujó y apretó con fuerza, abriéndolas después, arrancándole un jadeo ahogado al pelinegro. Jaejoong sonrió cuando sintió la punta del pene de Changmin rozarle el vientre. Su propio miembro también estaba tan duro que le dolía.

—Jae…— el susurro de Changmin era provocativo, lleno de oscuras promesas— quiero sentirte…

—Aquí estoy, alteza— a Changmin le ponía perdido el que Jaejoong le llamara así mientras tenían sexo. Era el único modo en que le gustaba y la única persona que podía llamarle así, se sentía bien, y el pelinegro no tenia problema en eso, le encantaba ver disfrutar a su príncipe, aunque su orgullo pisoteado le riñera después.
Changmin se separó de él, puso sus manos sobre los hombros de Jaejoong y presionó suavemente hacia abajo. El pelinegro cayó de rodillas ante él y rodeó las esbeltas caderas de Changmin con sus brazos, Así que eso era lo que Changmin quería sentir, pues se lo daría sin pensarlo, aunque después, como pasaba siempre, los sentimientos encontrados y ambivalentes se enfrentaran en su interior en una guerra sin tregua.
Su boca rozó la piel suave y el vello escaso y sedoso del bajo vientre del príncipe, quien se encogió de gusto. Changmin tenía una enorme erección palpitante y roja que destacaba aparatosamente sobre sus muslos dorados. Jaejoong tuvo que abrir la boca forzando las mandíbulas hasta que creyó que se le iban a desencajar, pero no le importaba. Jamás pensó que haría aquello, pero como no quería darle más vueltas de tuerca al asunto, y solo quería disfrutar del momento agridulce con Changmin, sacó la lengua, enredándola en la base de su pene, y en ese momento sintió el estremecimiento del príncipe y un jadeo ahogado, impregnado de nada más que de placer.

—Para no haberlo hecho nunca antes…uggh—Changmin no completó la oración, pues tuvo que callar cuando Jaejoong comenzó a marcar un ritmo frenético con el que su pene le embestía la boca, pero descubrió que le encantaba, que podría hacerlo todas las veces que el príncipe quisiera y no le importaría. Ya estaba empezando a saborear el picante, dulzón y salado sabor del pre semen de Changmin y aumentó la velocidad hasta que el príncipe estalló, repitiendo una y otra vez su nombre mientras se corría, se corrió en su boca. Su semen perfumado era como agua lechosa que le quemaba la garganta al bajar, pero no le importó tragárselo. Curiosamente, el semen de Changmin le calmó el estomago y lo hizo sentirse bien, casi incluso adormilado, por lo que se sobresaltó cuando el príncipe lo tomó por las muñecas, levantándolo del suelo con brusquedad y después empotrándolo contra el muro más cercano que había a su alcance. El movimiento hizo que se cayera una mesita muy mona de mármol blanco y se hiciera añicos, pero ellos no lo notaron. Changmin le volvía a besar como un desquiciado el cuello, los hombros, el pecho. Se detuvo en sus pezones, rozándolos con su lengua de manera insistente hasta que se pusieron duros y erectos.

—Tienes un tieso problema entre las piernas Jaejoong— Changmin se rio quedamente contra su pecho y envolvió el miembro erecto del pelinegro con su mano derecha, el liquido pre seminal se escurría por el miembro de este, empapando todo a su alcance, llegando incluso hasta su agujero cerrado. Jaejoong suspiró de gusto y arqueó la espalda al toque, restregando su torso plano y blanco contra los músculos del pecho de Changmin.

—Si… ahh… ahí— gimió en el oído de Changmin cuando éste comenzó a hurgar en su entrada con dos dedos, ayudándose del lubricante natural que el pelinegro se había proporcionado así mismo. Después añadió un tercer dedo en su interior, mientras seguía masturbándolo con su mano libre.  Jaejoong se deshacía de gusto, gimiendo y suspirando contra sus labios.
Después le rodeó la cadera con las piernas, asiéndolo con fuerza entre ellas. Changmin volvió a azotarle la espalda contra la pared y Jaejoong sonrió tímido cuando sintió como la punta del miembro del príncipe, nuevamente despierto, le rozo la entrada y comenzaba a introducirse lentamente dentro de él.

Cuando las estrechas paredes del recto de Jaejoong le apretaron completamente el pene, el Príncipe dejó escapar un jadeo ronco, que se mezcló con los gemidos de placer de Jaejoong, y tras unos momentos en los que se acostumbraban ambos, comenzó a embestirlo de manera rápida y profunda, sosteniéndolo con una mano y con la otra masturbándolo al ritmo de las potentes estocadas que le daba.
Jaejoong no aguantaría mucho, estaba casi chillando de placer, su miembro estaba hinchado y a punto de estallar, y el miembro sensibilizado de Changmin tampoco aguantaría mucho, y menos siendo apretado en semejante cálida estrechez.
El pelinegro se adelantó, gritó su nombre en el momento en el que se corría de forma violenta y su semen brotaba como una fuente, pringando completamente los dedos de Changmin, y este a su vez, llenaba su entrada con su semilla, ahogando un quejido sonoro en el cuello de Jaejoong.

—Ahh…— suspiró Jaejoong cuando Changmin se deslizó fuera de él y su semen se escurrió por entre sus piernas temblorosas.

—Debes estar cansado— le dijo Changmin, volviendo a su realidad y mirando preocupado el semblante pálido y agotado del pelinegro.

—No… no es eso— respondió mientras se alejaba de Changmin, medio tambaleándose y sintiendo tener paja en la cabeza en lugar de cerebro…-Changmin lo siguió.

— ¿Entonces que te sucede?

—La… mujer y lo que dijo…— se dejó caer en la cama, completamente exhausto, pero no sentía el cuerpo cansado. Su cansancio era mental, se envolvió en la sábana blanca y fresca de la cama.

—Oh vamos Jae, no creerás en todas esas patrañas ¿o sí? Es una absurda leyenda local y más absurdo seria que prestaras atención a ella, y además lo que vimos no fue más que una anciana loca y desequilibrada— su tono era de escepticismo total. Se puso un par de pantalones secos de lin— ¿no estás muy mojado?

—No, estoy bien calentito y seco— respondió Jaejoong haciendo una carita chistosa.

— ¿Mucho? — las cejas de Changmin se levantaron, y en su cara se pintó una mueca de anticipación. Las chispas saltaron de nuevo entre ellos, aunque hubiesen pasado solo cinco minutos desde que ambos se habían corrido… pero el momento fue interrumpido por un gruñido proveniente del estomago de Jaejoong.

—Lo siento— estaba completamente rojo y había desviado la mirada hacia las ventanas abiertas de par en par.

— ¿Qué es lo que sientes? No seas bobo, mejor ordeno que nos traigan algo para cenar… después podemos ver que tanta temperatura es la que tienes.

Jaejoong se rió quedamente y miró como Changmin se dirigía hacia las puertas para ordenar cosas a sus sirvientes, después lo dejo de mirar y fijó su vista en el techo. Las palabras de la
anciana resonaban en su mente. Por más que Changmin se burlara y maldijera, algo en su
interior le decía que sí, efectivamente, malos tiempos venían, y muy cerca ya. 


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