viernes, 3 de octubre de 2014

EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO EPISODE 4

Channgmin golpeó su frente contra el cristal de la ventanilla de la carrosa negra que se bamboleaba rítmicamente unos minutos después. Para ser sincero, ya estaba preocupándose de mas por Jaejoong, quien ya no se movía. ¿A quién pedirle ayuda? Sólo iban ellos dos dentro de la calesa.

— ¿Es que no podemos ir más deprisa? — gritó hacia el sirviente que llevaba las riendas de los caballos. Sonrió cuando la carreta tomo más velocidad.

—Lo siento majestad, ya estamos llegando— anunció el lacayo tímidamente.

Jaejoong dejó escapar un gorjeo ininteligible y se removió con languidez, al principio se habían sentado uno frente al otro sin decir palabras, pero entonces Jaejoong se había ido recostando hasta desparramarse en el cómodo asiento de cuero negro, y de no ser por las manos fuertes de Changmin que lo sostuvieron, habría resbalado y caído al suelo de la carreta.
Ahora iba recostado a lo largo del asiento, con las piernas recogidas en un ángulo
bastante incómodo, y la cabeza abandonada en el regazo de Changmin, quien la sostenía firmemente y miraba sin parpadear sus rasgos aristocráticos. La preocupación le había crispado las facciones al príncipe de una manera espeluznante, nunca en su vida había tenido tanto miedo de algo, como temía que algo fuese a pasarle al joven que ni conocía, pero que sentía conocer desde siempre, incluso desde antes de que se les otorgara la vida y que empezaba a delirar por lo alto de la temperatura. Y la temperatura de Changmin también comenzaba a elevarse pero por razones muy distintas. La cabeza de Jaejoong descansaba lánguida y pesada sobre sus muslos, tenía el rostro vuelto hacia su abdomen y el duro cráneo presionaba suavemente su hombría, el príncipe comenzaba a acalorarse…
Apoyó su índice sobre los labios entreabiertos y calientes de Jaejoong y su bajo vientre sufrió
una sacudida. Estaba a punto de introducir su dedo en la humedad de la boca de este cuando fue interrumpido.
La carrosa se detuvo y la portezuela forrada de satén azul oscuro se abrió en el acto.
— ¿Hay alguien? — preguntó Changmin con voz queda, mirando hacia los jardines desiertos.

—Nadie alteza, tal y como usted lo ordenó. —el lacayo no lo miró, siguió con los ojos clavados en las ramitas de pasto verde salpicado de rocío, como si fuese lo más interesante del mundo verlas crecer.

—Bien, quiero que traigan enseguida al doctor Ferrer, que suba a mis aposentos.

— ¿El doctor Ferrer?, pero majestad, el tiene más de 70 años.

— ¿Tu eres sordo? ¡El doctor Ferrer dije! — siseó Changmin, furioso y el lacayo se retractó.

—Como usted ordene, lo traeremos enseguida junto con su ayudante.

—Procura ser lo más rápido que puedas. — Changmin había bajado de la carrosa y vigilando a sus tres sirvientes de mayor confianza, condujeron a un Jaejoong inconsciente a través de la multitud de pasillos oscuros que llevaban hasta los aposentos del príncipe.

El destino era caprichoso, si este hablase, dirían que el hijo mayor regresaba a casa, pues el destino habían visto salir hacia 20 años, medio muerto, envuelto en sabanas ensangrentadas, y ahora volvía a sus raíces exactamente del mismo modo.

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Jaejoong había intentado mantenerse despierto lo más que pudo dentro del confortable interior de la carreta, pero su cabeza daba vueltas y vueltas totalmente enloquecidas.
En algún momento de lucidez, mientras ignoraba con todas sus fuerzas la penetrante
mirada de Changmin, se dio cuenta de que se dirigían al palacio. ¿Cuántas veces había soñado con ir allí?, ¿cuántas veces había fantaseado con sus prados, sus fuentes y lagos y todas esas maravillas que le relataba Yoochun? Quiso verlo con sus propios ojos durante toda su vida pero ahora, éstos pesaban cada vez más, hasta que no pudo mantenerlos abiertos y se le cerraron al momento de cruzar la verja principal del castillo de Calabria. Lo último que pudo notar entre las brumas de su mente, fue que varios pares de manos muy cuidadosas lo conducían por pasillos frescos y oscuros, por muchos pasillos llenos de eco en donde los remolinos de aire frio le alborotaban los cabellos, hasta ser depositado en una superficie mullida y fresca, y que entonces sí, se había dejado ir.

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Changmin se paseaba de un lado a otro frente a la cama, nervioso, furioso, preocupado, desesperado porque llegase el médico. No entendía porque tardaba tanto, si no fuese tan bueno ya lo habría despachado de una patada en el culo, pero luego recordó su edad, y recordó que lo conocía desde siempre, pues él era quien lo había traído al mundo.
Changmin dejó de pasearse y se detuvo al lado de su cama, mirando a Jaejoong tendido en ella, completamente noqueado. El príncipe se despojó de la capa y la casaca tirando ambas al piso, quedando únicamente con su camisa blanca de algodón egipcio, tan fresca como un flequillo del aire y los pantalones negros. Las suelas de sus botas resonaban en el piso de mármol blanco. Changmin tenía miedo incluso de tocarlo, el chico estaba ardiendo en fiebre y deliraba.
Estaba a punto de subirse por las paredes de la desesperación cuando escuchó jaleo fuera de sus habitaciones, las atravesó como un rayo y abrió ambas puertas. Ahí de pie estaba el anciano doctor real acompañado por su joven ayudante, los dos de pie en actitud respetuosa.

—Alteza— saludo el anciano —cuanto gust…

—Deja los formalismos para después— Changmin los hizo pasar y después se dirigió al par de guardias que custodiaban sus puertas— ustedes, ahuyenten a quien quiera que se piense venir a verme, no me interesa de quien se trate, como si son mis padres, o mi abuela, o ese bueno para nada del sacerdote o los imbéciles parlamentarios, incluso si es mi abuelo en persona salido de su tumba, los despachan a como dé lugar, no quiero que nadie me  moleste más que mi sirviente personal— y dicho esto cerró dando un portazo.
Posó sus ojos en el médico, que estaba pálido y estático frente al lecho.
Principe Changmin pensó que algo muy malo había pasado con Jaejoong, se acerco a él casi derrapando y puso su mano en la frente del pelinegro, suspirando de alivio al verlo removerse y fruncir el ceño, entonces se volvió de nuevo hacia el médico esperando al ver al anciano petrificado, sin moverse, sin respirar incluso, su mirada se había quedado vidriosa y vacía y en su rostro no había más emoción que la sorpresa.

El antes medico real escaneó la habitación, tratando de encontrar el porqué de tan urgente llamado. El príncipe lucia bien y sano como un caballo, pero entonces se fijó en la otra silueta acurrucada e inmóvil, tan delgada que su cuerpo apenas ocupaba espacio bajo las mantas. Reconoció aquel rostro de inmediato, quizá nadie lo había notado, pero era exactamente igual al de Simonne, solo con facciones más marcadas y simétricas. Era el primer príncipe renacido de entre las tinieblas. No se dio cuenta de que dio un paso hacia adelante, ni de que se estaba lamiendo los labios. Su mente sólo necesitó un momento para asimilar lo que miraba, el jamás se había olvidado de aquella noche tenebrosa, que había vivido todos aquellos largos años preguntándose si no debería haber hablado, haberle contado todo a la reina y al rey, y decirles lo que la desalmada anciana había ordenado.
En el fondo de su corrompida alma el siempre supo que el primer príncipe no había muerto, aunque jamás lo buscó. Durante 20 años tuvo en mente la idea de buscarlo y llevarlo al palacio, y ahora sabía que fin de cuentas habría dado exactamente igual que lo hiciera o no. La sangre llamaba a la sangre y las maldiciones y las bendiciones siempre se acababan encontrando con aquellos para los que han sido creadas.
Se acercó rengueando al chico para contemplarlo de cerca. Tenía el aspecto de haber sido criado en el cuarto trasero de una taberna de mala muerte, alimentado con leche rancia y whisky, hasta que el hambre había dado la forma más hermosa y delicada imaginable a su rostro. Mientras lo miraba, las sombras que había debajo de aquellos ojos se hicieron más profundas y sus labios se pusieron nacidos y quedaron entreabiertos. Parecía un niño maltratado, un niño al que se le había obligado a estar levantado hasta una hora muy tardía.

— ¿Pero que le han hecho? —susurró horrorizado cuando Changmin desenredó el amasijo de sabanas y levantó delicadamente la camiseta de Jaejoong. Changmin sintió que sus ojos ardían y no respondió a su pregunta, únicamente formuló otra.

— ¿Puede curarlo? —la esperanza se decantaba en su voz.

El médico conocía a Changmin perfectamente bien, siempre había odiado su forma de ser, tan recatada y apagada, y esa dignidad suya tan callada que resultaba casi dolorosa, pero ahora en cambio sus ojos relampagueaban añoranza y estaban brillantes por la ilusión.

—Haré lo mejor que pueda alteza, pero será doloroso para él, sobre todo ésta— dijo toqueteando delicadamente la piel de Jaejoong alrededor de la herida del costado con sus manos suaves y llenas de arrugas, y, al hacerlo, mas de esa sustancia viscosa emanó de la piel inflamada y amoratada. Jaejoong se quejó —tendría que haber sido suturada y lavada en el acto… — siguió examinando— hay por lo menos dos costillas fisuradas que habrá que sujetar, quizá haya más, y aquí — señaló el hombro desgarrado— aún no hay infección pero habrá que lavarla a fondo también con polvo de sulfa. El pecho está hundido por que hay una contusión severa en el diafragma que le causará dolor al respirar por algunos días, además esta desnutrido y deshidratado—suspiró el médico, cansado incluso antes de comenzar— las heridas de su rostro tienen buen aspecto, con algunas pocas semanas de descanso y comida saludable, si le sobrevive a la infección, estará totalmente repuesto.

— ¿Y cuanto tiempo debe pasar… para saber si… bueno para saber…?— Changmin no podía ni siquiera pensarlo.

—Las primeras doce horas son las decisivas Alteza, si le sobrevive a la noche, puede considerar que está salvado. —Jean—el médico llamó a su ayudante— saca todo para una curación de emergencia y tratamiento para infección, fracturas y limpieza. Ojalá o sea demasiado tarde— le dijo y el joven profesional extendió el contenido del maletín en la mesita que le habían acercado—será mejor que lo despiertes Changmin— se dirigió al príncipe.
Era una de las contadas personas que podía tutearlo. Changmin asintió y se acercó a Jaejoong.

—Hey, despierta— pero Jaejoong únicamente apretó los ojos y negó, no quería despertar, se sentía cómodo así, yendo a la deriva—vamos, solo será un momento y después podrás volver a dormir todo lo que quieras—le dijo tan cerca del oído que incluso lo humedeció atrapando el lóbulo entre sus labios y Jaejoong abrió los ojos por puro reflejo, sin saber bien que estaba haciendo—ya está— y le sonrió para infundirle ánimos. — ¿Qué es lo que le hará? — preguntó Changmin, bastante mosqueado al ver todo lo que se estaba preparando.

Había esponjas que parecían muy duras al tacto, cepillos de todos los tamaños, toallas que flotaban en una vasija llena de agua muy caliente, frascos y mas frascos de medicamentos, bolsas con polvos blancos y olorosos, y tantos vendajes como para embalsamar diez momias.

—Hay que sacar toda la infección de su cuerpo, y eso le dolerá y mucho, toma haz que muerda esto— le dijo a Changmin entregándole una bola de algodón humedecido en algún liquido de olor muy fuerte. — y ten preparado esto. — agregó, pasándole a Changmin la botella de cristal esmerilado llena hasta el tope con whisky.
El principe obedeció con la adrenalina carcomiendo su sistema y abrió la boca de Jaejoong, colocando el apósito entre sus dientes. No lo agradaba la idea de ver sufrir al pelinegro por eso se quedaría a su lado hasta que todo terminara.

—Comienza Jean— el anciano médico asintió al joven ayudante y siguió con atención cada uno de sus movimientos, indicándole que fuerza usar y en donde hacer presión.

Cuando le llegó el momento de la curación, el joven pelinegro escupió el algodón y Changmin derramó whisky dentro de su garganta como si fuese agua. No fue suficiente, Jaejoong gritó hasta que no pudo seguir gritando y de sus ojos solo quedo visible un poco de blanco con ribetes plateados, y chorros de sangre y podredumbre brotaron de su cuerpo. Cuando todo terminó su herida fue cubierta con una cataplasma hecha a base de resina de pino y sulfa, lo cual servíaria para combatir la infección y le inocularon directo en la vena tanta
morfina como para atontar a un caballo. Los vendajes de su torso se endurecerían y había que cambiarlos todos los días para obligar a cerrar las fisuras en sus costillas. El médico asintió satisfecho.

—Oiga, ¿por qué no le hizo todo eso de la morfina antes de torturarlo así?—demandó Changmin, furioso.

—De nada habría servido muchacho, la morfina hubiese rodeado la infección y el dolor habría sido el mismo, pero tranquilízate, vi como brotaba la sangre limpia al final, ya no hay infección de momento y tengamos fe en que no vuelva.

— ¿Y qué hay que hacer ahora?

—Esperar Changmin y rezar porque el chico tenga la fuerza suficiente, ahora todo depende de él. Tendrá dolor y la fiebre quemara su cuerpo, tienes que mantenerlo frio. —el médico y su ayudante estaban ya listos para irse— ¿Qué hace el aquí Changmin? — Se había aguantado esa pregunta durante toda la visita porque temía que el príncipe se enterara de la verdad— ¿sabes quién es él? Changmin encogió los hombros de manera casi imperceptible.

—No lo había visto hasta hace dos días. Fue Kyuhyun quien le hizo esto frente a mí, es la culpa creo— dijo Changmin mirando sin pestañear a Jaejoong.

—Bueno, de acuerdo, nos retiramos y recuerda—advirtió con una mano en el pomo de la puerta— tiene que estar frio, si me necesitas sabes cómo mandar llamarme— y se fue, y entonces Changmin y Jaejoong se quedaron solos.

Al principio no sabía qué hacer. “Mantenerlo frio” había dicho el médico, pero ¿Cómo demonios se mantenía frio a alguien? El no lo sabía, jamás se había ocupado de nadie que no fuera él, y ahora él tenía que velar por la seguridad de alguien más, pero no le importó. Lo estuvo pensando durante casi tres cuartos de hora, sentado de piernas cruzadas al final del colchón, con la mirada perdida en Jaejoong. Incluso se planteó el meterlo a la tina con agua helada pero lo descartó en el acto.
Al final de tanto pensarlo, sólo le quitó el exceso de ropa y de sábanas, dejándolo desnudo del pecho para arriba y contempló su palidez fantasmal a la luz de la luna. Lo que había empezado meramente como un capricho, ahora se había convertido en un autentico placer. Las entrañas de Changmin se apretaban así mismas cada que lo miraba suspirar y entre abrir los labios, Deseaba probarlos. Changmin se acurrucó al lado de Jaejoong, y éste apoyo su suave mejilla en el brazo del otro. El príncipe le observó un rato en la oscuridad, maravillándose con la mancha oscura de las pestañas que reposaban sobre la pálida piel. Apartó un sucio mechón de cabellos negros
de su frente con el índice. Jaejoong tenía un rostro hermoso y lleno de pureza.
Changmin extendió la mano y acarició los labios de Jaejoong con la punta de un dedo y este ultimo sonrió en sueños. Finalmente acabó quedándose dormido junto a él en algún momento antes de amanecer.
Un rayo de luz solar rozó los parpados de Changmin, y éste se removió al darse cuenta que su manos estaba aferrada a la mano de Jaejoong, dejó escapar un gemido ahogado, se acerco un poco mas y pegó su boca a la garganta de Jaejoong, despertando a medias de su sopor, pero aun quería dormir y sólo así, con sus labios succionando la piel ardorosa el pelinegro consiguió volver a conciliar el sueño.

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Todo lo que Jaejoong sentía era dolor, dolor llameante y punzante que le atravesaba la columna vertebral y subía achicharrando todas sus células hasta consumirle el cerebro. Al principio se había sentido casi bien, aunque no tenía ni pajolera idea de donde se encontraba, solo sabía que la cama era cómoda y que la ronca voz que susurraba perezosa en su oído era lo mejor que había escuchado. Detrás de sus parpados podía ver galaxias enteras de estrellas de colores vibrantes y amaba sus formas, era algo alucinante, como mirar por un
caleidoscopio, pero todo se había desvanecido en el momento en que unas manos húmedas presionaron su costado con toda la saña del mundo –o eso le pareció a él- y habían hurgado en su interior como parásitos hambrientos. Había querido salir corriendo, y escupir el liquido llameante que carcomía su garganta, pero estaba como aprisionado a una cama mullida y todo lo que pudo hacer fue gritar hasta que el dolor había disminuido, para dar paso a otras sensaciones. No sabía si soñaba, pero sentía una especie de almohadita muy suave y húmeda que mordisqueaba su pecho, sus pezones pequeños y subía por su cuello, al mismo tiempo que el aire frio le ponía los pelos de punta y la luna le acariciaba con sus manos frías, pero la sensación placentera-dolorosa lo consumía y quería más.
Permaneció acostado sin moverse toda la noche y hasta el mediodía siguiente. Sentía que la fiebre quemaba su sangre haciéndola bullir. Ardía viva y rápidamente hacia la muerte, pero después, al entrar la mañana menguó con lentitud y triunfó la vida. Recuperó el sentido hacia el atardecer, se incorporó de entre el nido de sabanas blancas, sintiendo que aún se le iba la cabeza, estaba débil, tenía rígido el costado y se sentía envuelto en
dolor. Sin embargo comenzaba a recuperar fuerza y la usó para tratar de ubicarse. Lo primero que vio fue un enorme vaso lleno de agua helada, lo sabía por la humedad que se condensaba en el cristal. Sin pensarlo lo bebió de un trago y la vida fluyó de nuevo por sus venas.

— ¿Hola? ¿Hay alguien aquí? — alejó las sabanas a patadas, y entonces se percato de
que no llevaba más que unos pantalones cortos de algodón. — ¿Pero qué diablos? —aferró una de las sabanas y se envolvió en ella. Caminó sobre el fresco piso de mármol, maravillándose al no sentir el dolor que recordaba
haber sentido hacia tan poco tiempo, pero… se supone que debería estar en su casa, o en el muelle, no en una habitación tan grande como tres casas juntas, ni mirando el cristalino lago o unos prados tan verdes como el chartreuse que se vendía en la taberna a menos que…
Los recuerdos le azotaron con violencia. Recordó al príncipe, que lo había obligado a irse
con él, su mirada oscura y penetrante, los gritos al capataz, la carreta que se bamboleaba, el dolor, las sensaciones y oh… se miró el pecho. Por encima de los vendajes tenía más de una docena de puntitos rojos y algunas marcas de dientes. ¿Cómo rayos no lo había sentido?

—Por la santa inquisición, ¿Quién me ha mordido? — bramó y escucho una risa malévola que provenía desde una habitación contigua, donde se apreciaban un par de patas de tina, decoradas barrocamente. Se dirigió al sonido de aquella risa musical sin dudar pero se detuvo abruptamente al entrar. El príncipe Changmin estaba medio recostado dentro de la bañera, con el agua jabonosa azotándole el pecho desnudo en forma de pequeñas olitas. Jaejoong retrocedió con los ojos abiertos como platos cuando el príncipe lo miró desde abajo hacia arriba, obsequiándolo con una sonrisa maligna capaz de paralizar el pulso.

— ¿Qué es lo que esperas? Ven aquí— ordenó, abriendo los brazos.

Jaejoong retrocedió hasta darse en la espalda contra la pared, cerrando la puerta con ésta, y
miró de hito en hito al príncipe. ¿Podría ser cierto? ¿O el príncipe ya había perdido el juicio por completo? Seguro que era eso, no había otra explicación a lo que miraba. Era algo muy bizarro pero aun así por más osado e intrépido que le pareciese, algo en Jaejoong quería obedecer y refugiarse en esos brazos que le esperaban, pero su moral se lo impidió.

— ¿Qué? No, ni hablar— dijo, ajustándose la sabana más al cuerpo.

— ¿Por qué no? — la sonrisita que bailaba en las comisuras del príncipe se hizo más pronunciada.

—Porque… yo… ¡he de irme! Si eso… ahm si me disculpa.
Pero antes de que Jaejoong diera si quiera el primer paso, Changmin volvió a hablar.

—Yo creo que no, ayer estabas tan vencido que ni te enteraste, pero tienes que guardar reposo absoluto, y además no tirarás por la borda todo el esfuerzo que hice para que estés ahí parado quejándote por todo—señaló los vendajes de su torso con la mano izquierda— así que ven aquí.

— ¿Bromeas? No guardaré ningún reposo, tengo que ir a trabajar. —Estaba tan nervioso que se olvidó de todas las formalidades, algo que Changmin no pareció ni notar.

—No, no tienes— el príncipe empezaba a impacientarse.

—Mi madre, ella necesita…

—Tiene todo lo que necesita, tu amigo el castaño tiene los recursos suficientes para hacerse cargo y me notificará apenas pase algo....-Jaejoong se mordió el labio para reprimir un gritito de furia, el príncipe lo tenía acorralado.

—No, no quiero, es mejor que me vaya.

—Oye, te salvé la vida, podrías mostrarte al menos un poco agradecido ¿no lo crees?— la luz en los ojos del príncipe titiló, a punto de apagarse y Jaejoong no quería eso.

—Lo siento… muchas gracias pero…No lo sé…

 —Vamos; no me obligues a traerte aquí, ya te había dicho que conmigo todo es mejor por las buenas, y además… no te ofendas pero… la verdad es que estas asqueroso y hueles mal, y cómo vas a dormir en mis sábanas pues necesitas estar limpio.

Jaejoong se miró a sí mismo y se percató de que lo que Changmin decía era verdad. Sentía el pelo hecho una confusión de nudos, tieso de sudor y suciedad, sus brazos y piernas estaban grises y sus manos y pies mejor ni mirarlos, lo único que se veía limpio era la línea de piel que sobresalía de entre los vendajes. Sintió vergüenza de sí mismo.

— ¿¡Dormir en tus sabanas!? — chilló con voz aguda y Changmin soltó una leve carcajada.

—Sí, el doctor dijo que debía cuidarte, pero tranquilízate, solo vamos a dormir— dijo en tono solemne y Jaejoong se mordisqueó el labio inferior de nuevo, indeciso—por favor Jaejoong, solo quiero ayudarte.

 y era tal la sinceridad en sus palabras que accedió sin saber bien porque, y tembloroso se deshizo de la sabana que apretujaba entre sus manos y camino sobre el piso fresco hasta el borde de la gran tina. Ahí dentro cabrían los dos sin problemas, pero era tan bochornoso lo que iba a hacer, que lo hizo con los ojos cerrados.
No pensaba quitarse los pantalones cortos que ocultaban su trasero y entrepierna y el príncipe tampoco se lo pidió. El agua estaba caliente, bastante, pero ni de broma tan caliente como la piel de Changmin, tenía pensado sentarse frente a él y no mirarlo para nada, pero como tenía los ojos cerrados, no se dio cuenta y se metió por el lado equivocado, y lo que pensó seria el borde frio de la tina contra su espalda, no fue otra cosa que el pecho caliente y húmedo de Changmin. Quiso levantarse en el mismo instante pero un par de manos más calientes aun lo detuvieron.

—Quédate quieto, podrías abrirte las heridas si te mueves tan rápido— la voz de Changmin se escuchó tan cerca de su oído que todos sus pelitos se pusieron de punta— ¿aun te duele mucho? —le pregunto, mirando la herida de su hombro, ya comenzando a cerrar.

—N-no… no la siento— dijo Jaejoong tartamudeando. ¿Por qué se estaba comportando así de idiota? Había algo en el príncipe que lo ponía de los mil nervios, pero había otro algo que lo relajaba, como si estuviera en el sitio donde debería estar. Las emociones eran muy contradictorias.

—Voy a quitarte las vendas, según el viejo hay que cambiarlas o te pudrirás por dentro otra vez.

—No quiero recordarlo— Jaejoong comenzó a relajarse poco a poco— el dolor fue insoportable, menos mal que ya pasó y por cierto…—se ruborizó hasta los dedos de los pies— gracias… por salvar mi vida. Sintió la cálida risa de Changmin casi pegada a su nuca y se estremeció.

—No hay nada que agradecer.

Permanecieron unos momentos en silencio, inmóviles, cada uno sumido en sus pensamientos, hasta que se escucharon algunos ruidos apresurados en la habitación. Jaejoong pego su espalda al pecho de Changmin de forma involuntaria, aterrorizado.

—Tranquilízate, solo están arreglando y aseando un poco, siempre lo hacen cuando yo tomo la ducha— eso calmó un poco a Jaejoong.

pero el miedo no se iba, temía que de repente la puerta se abriera y ¿qué pensaría quien fuera que los viese, ambos metidos en la gran tina de Changmin, con el recargado cómodamente en su pecho?, pero por suerte, la puerta no se abrió. Changmin estaba ocupado en deshacerse de los vendajes del torso de Jaejoong y éste no se movió,sentía pequeños pinchazos de dolor y algo de comezón.
Cuando las vendas estuvieron hechas una bola húmeda al lado de la tina, el príncipe tomó una
pastilla blanca que estaba medio abandonada en un saliente de la tina, la frotó entre sus manos después de sumergirla en el agua y, para sorpresa de Jaejoong, la cosa empezó a hacer espuma, estaba fascinado.

— ¿Cómo haces eso? — chilló emocionado, viendo como mas y mas espuma era creada en las manos de Changmin.

—Es jabón ¿es que nunca habías visto…?— y se dio cuenta de que no, que Jaejoong jamás había visto algo así y de nuevo esa molesta sensación le ataco el pecho haciéndole sentir incómodo.

—No, yo nunca…—no despegaba los ojos de la espuma— ¿puedo? — estiró las manos y Changmin le entrego el jabón perfumado de lavanda.

—Huele tan bien— canturreó el pelinegro con placer, y Changmin volvió a sonreír, mientras comenzaba a pasar sus manos enjabonadas por la espalda del contrario. El toque volvió a quemarle y sintió un cosquilleo muy particular en su bajo vientre.
Jaejoong en cambio disfrutaba de la atención, jamás había tomado un baño así, con agua caliente y jabón que olía como las flores de las praderas, lo estaba gozando, pero cuando el príncipe llego hasta su herida recién suturada lo atacó un escozor terrible que le hizo apretar los dientes y dejar escapar un siseo.

—Es normal que duela, pero tiene que estar limpia y así no volverá a infectarse.

—De acuerdo— murmuro Jaejoong aun con los dientes apretados, pero el dolor iba mitigando, Entonces se puso nervioso de nuevo cuando las manos de Changmin rozaron la cinturilla de sus pantalones cortos y por reacción se hizo hacia atrás, obteniendo como resultado presionar con su trasero el miembro de Changmin. Ambos se pusieron tensos y se callaron abruptamente, Jaejoong no había podido evitar darse cuenta de lo grande que tenía el príncipe aquello y eso hizo que se pusiera más rojo que la sangre y comenzara a sudar. El príncipe por su parte había reprimido con todas sus fuerzas un gemido gutural, pero lo que no pudo evitar fue que su hombría comenzara a despertar, y como no quiso parecer un pervertido frente a Jaejoong se levantó y salió de la tina.

—Creo que puedes terminar tu solo, te espero afuera— le dijo mientras se envolvía la cintura en una túnica de lino blanco ribeteada con hilos de oro—hay una para ti sobre el estante— fue todo lo que dijo, y salió rápidamente, dejando un camino de gotitas de agua tras él.
Jaejoong estaba petrificado, tieso, inmóvil, no sabía qué era lo que había hecho para cambiar
tan radicalmente el ambiente, de uno relajado y bromista a uno incómodo y silencioso. Su movimiento había sido involuntario, totalmente un accidente, sin embargo el príncipe había reaccionado mal y cuando había salido de la tina, Jaejoong había notado que estaba totalmente desnudo y no pudo apartar la vista de su cuerpo, del pecho ancho, con los músculos resaltados en él, en su espalda fuerte y grande y en su… en su…

—Ah…—gimió el pelinegro al notar que su propio miembro estaba despierto y más duro que una piedra.

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Changmin se sentía preocupado, miles de cosas rondaban en su mente, pero las atendería después, la más imperiosa era por qué Jaejoong no había salido del baño. Llevaba ahí dentro más de tres cuartos de hora y no se oía ni el zumbido de una mosca, todo estaba en completo silencio. ¿Y si se había vuelto a lastimar? O ¿alguna herida se le había abierto? Necesitaba saber, pero al mismo tiempo no quería entrar por temor a lo que pudiera ver en los ojos de Jaejoong. Estaba seguro de que había notado su empalme miembro, tan fuerte
que hasta le había dolido. Pensó que no tendría tiempo de disimular e inventarse algo
sobre la marcha, pero Jaejoong había tardado tanto que hasta se le había pasado la erección
por sí sola.
Estaba a punto de entrar a buscarlo cuando la puerta se abrió y salió Jaejoong, caminando despacio pero con gracia. Los latidos del príncipe se aceleraron. Jaejoong iba desnudo de la cintura para arriba, el cabello mojado estaba pegado a sus hombros y le escurrían gotitas tan finas como hilillos de lluvia que creaban una danza armónica en su talle delgado y blanco, lo único que jodía aquel paisaje surrealista eran los morados, heridas y cardenales diseminados por doquier. Había tomado la segunda túnica blanca y la tenía ajustada a la cintura, quizá más debajo de lo que debería y a cada paso que daba, la serpenteante cicatriz de su costado ondulaba y tironeaba, arrancándole al chico leves muecas de dolor…
Al mirarse ambos desviaron la mirada, abochornados. Al menos Changmin ya estaba vestido
con un par de pantalones de color negro y una camisa blanca de manga larga, Jaejoong en cambio revoloteó hasta el revoltijo de ropa sucia apilada en un rincón y comenzó a buscar sus prendas. Changmin lo miraba horrorizado, ¿sería posible que estuviese buscando esos harapos con los que había llegado? Pues sí que lo era, Jaejoong los había encontrado y pensaba ponérselos.

— ¿Qué estás haciendo? — Changmin llegó a su lado en menos de medio segundo y le quitó esa ropa asquerosa de entre las manos. Jaejoong se encogió y se alejó un poco.

—Pues… estoy buscando mi ropa—y se alejó más al oír un bramido que crecía en el pecho de Changmin.

—Tu nueva ropa esta sobre el sofá largo, no dejaré que toques esto y además hay que ponerte el vendaje. —siseó molesto.

— ¿Tu sabes vendar? — preguntó el pelinegro con una ceja alzada y una sonrisa amenazando con aparecer.

—Claro que lo sé— repuso Changmin indignado— ven aquí que te la pondré. Y por pura curiosidad Jaejoong lo siguió.

 — ¿Entonces tengo que ponerme esto? — estaba mirando lo que había sobre el sofá. No se podía inclinar mucho, el vendaje perfecto que le había puesto Changmin se lo impedía.
Estiró la mano para tomar la ropa interior blanca, también había pantalones negros muy parecidos a los de Changmin, una camisa suelta estilo española con las mangas anchas, totalmente de algodón blanco y un par de botas negras, pulidas hasta quedar como espejos.

—Espero que te quede, eso es mío pero creo que nuestra talla es similar— respondió
Changmin sin mucho entusiasmo, mirando a Jaejoong atentamente. La ropa no despertaba interés alguno en él, siempre que fuera blanca, negra o azul profundo, fina y bien acabada, estaba perfecta. Pero para Jaejoong era otro cantar. Jamás se había puesto una prenda que fuera ni de cerca como las que tenía enfrente. Solo tenía tres cambios de ropa, todos con agujeros y rasgaduras y jamás había usado calzado.
Un golpe discreto en la puerta los sobresaltó a ambos y Jaejoong se excusó para irse al baño a
Vestir, Changmin se molestó, había ordenado que no lo molestaran, pero quizá era su sirviente así que le ordenó pasar con voz monótona.

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Jaejoong estaba impresionado, la ropa de Changmin le quedaba mejor que ni mandada hacer, quizá algo floja por su delgadez, pero todo se amoldaba perfectamente. La camisa era fresca y cálida a la vez, los pantalones colgaban a la perfección de sus caderas, con el largo exacto y las botas eran de su número. Aquello lo asustaba un poco. A veces se sentía ridículo y no sabía que hacia ahí, ni porque Changmin, el príncipe arrogante, se mostraba tan amable con él. Su mente no lo comprendía, temía subir demasiado y que después se diera el hostión del mundo contra el suelo, definitivamente debía preguntarle que se traía entre manos con respecto a él.
Cuando salió del baño ya estaba completamente vestido y seco, su cabello se sentía más fresco que nunca y estaba perfectamente alisado y suave, Jaejoong se sintió un poco contento. No vio a Changmin por ningún lado, creyó que el príncipe había salido con quien fuera que hubiese tocado, así que iba a aprovechar a dar una miradita pero al salir a la terraza se detuvo.
Changmin estaba sentado frente a una mesa de cristal repleta de comida y lo invitaba a sentarse con la mirada.

—Ya es tiempo de comer— le dijo, pero Jaejoong no se movió. Aquello ya era demasiado.

— ¿Por qué haces esto? ¿Por qué me ayudas? No entiendo… Alteza— Changmin cerró los ojos con pesar al escuchar esa palabra, no le gustaba oírla de labios del Jaejoong, prefería que le llamara sólo Changmin— por favor, necesito saber porque estoy aquí, ¿quiere que sea como una especie de sirviente, o esclavo o ayudante? el principe ya estaba negando con la cabeza, sintiéndose completamente solo de nuevo.

—No Jaejoong, no espero que seas ninguna clase de esclavo, solo espero que seas alguna clase de amigo— y su voz tembló. Jaejoong también tembló. No se había imaginado semejante respuesta y lo pilló desprevenido.

— ¿A-Amigos? —dijo y se sentó frente al principe. — ¿Por qué? ¿Por qué alguien como tu quiere ser amigo de alguien como yo? Yo no soy nadie, soy una basura de la calle, un plebeyo, un mendigo, y tu… tu eres un noble, un caballero, eres… el príncipe heredero, rayos, ¡vas a ser Rey!— no había notado que las lágrimas ya estaban bañando su rostro y que se escurrían por su afilado mentón. —No está bien que estemos juntos… yo… me siento tan tonto, tan avergonzado, quisiera salir corriendo de aquí pero al mismo tiempo quiero quedarme; no lo entiendo. Changmin se levantó en el acto y se acuclilló al lado de la silla de Jaejoong restañando sus lágrimas cristalinas con sus dedos.
Las lecciones de vida que Jaejoong le estaba proporcionando en tan solo unas pocas horas de conocerlo, le habían hecho cambiar radicalmente su manera de mirar la vida y de mirarse a sí mismo, todas las verdades iban cayendo sobre él una tras otra, deslizándose camino abajo junto a las lágrimas de Jaejoong.

—Tú y yo no somos tan diferentes Jaejoong, podría asegurarte que somos iguales. Sé que tu vida ha sido muy difícil y puedo ver en tus ojos que te sientes tan solo como yo, pero no volveremos a estarlo…- no volveremos a estarlo— le repitió, sumiéndose en la desesperación al ver que los ojos de Jaejoong parecían haberse vuelto de agua, y entonces lo rodeó con sus brazos y estrechó su cuerpo con fuerza, tal como había querido hacer desde que había visto por primera vez el dolor en aquellos ojos oscuros de niño. Jaejoong se derrumbó sobre él como si no quisiera separarse nunca más, y Changmin sintió todo el agotamiento que había dentro de aquel cuerpo tan esbelto. Se sentía extrañamente bien, se sentía como estar en casa.

—Tranquilo, todo va a ir bien— se sentía tan condenadamente impotente… tan culpable, tan asqueado de sí mismo, de lo déspota y egoísta que había sido durante toda su vida, sin pensar en nadie más, sin ver más allá de su nariz, creyéndose merecedor de todo y despreciando a quien se topase de frente, cuando al mismo tiempo, Jaejoong sufría todas las carencias, abusos y sufrimiento del mundo y aun así seguía adelante, trabajando, sonriendo, viviendo... No sabía porque, pero no permitiría que eso se repitiera. Jamás.

—Abrázame— dijo Jaejoong con la boca pegada a los pliegues de la camisa de Changmin— no me sueltes, todavía no. Y el príncipe lo estrechó con más fuerza, sin saber qué hacer o que decir para hacer que Jaejoong se repusiera. Necesitaba verlo feliz, así también sería feliz él. Sus ojos danzaron por todos lados, buscando, y sin pensarlo cogió un cubito de chocolate suizo del plato que tenía delante, un verdadero manjar de reyes en aquella época y lo acercó a los labios de Jaejoong.

—Come esto, te calmará, como hace conmigo— y Jaejoong dócilmente abrió la boca para saborear eso que Changmin le ofrecía. Y en verdad tenía razón, el sabor era asombroso, vibrante, cremoso y dulce, o quizá lo que le parecía más dulce de todo era el dedo de Changmin, el cual mordisqueaba junto con el chocolate, ante la mirada atónita del príncipe. Ambos se miraron, acalorados de nuevo y entonces se hizo la conexión, como dos hilos de acero que se unen después de buscarse por mucho tiempo, tensos e irrompibles. Changmin se acercó más a Jaejoong, quien tenía la boca entre abierta y manchada de chocolate, y Jaejoongacortó la distancia entre él y Changmin, y ambas bocas se fusionaron, encajando de manera perfecta, como dos partes de un todo, moldeadas a la medida exacta, hechas por el mismísimo destino.
La boca de Changmin quedó impregnada por el sabor del chocolate y la de Jaejoong…, la de él sabía más dulce aun.

2 comentarios:

  1. Oooohh ...
    Quedo en la mejor parte .... continuaciooon pronto

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  2. oh Dios que pasara cuando se enteren que son hermanos o cundo la perra de la ex-reina lo vea gracias linda x compartir

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