martes, 14 de octubre de 2014

EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO EPISODE 6

 —No, no y ¡NO!

— ¿Por qué no? — Changmin estaba de pie, con los brazos cruzados fuertemente en el pecho, para no hacer ninguna locura.

—Por qué no,tú eres loco ¡de remate!

—Si no fueras tú, ya te habría mandado degollar

—No me interesa, ya te dije que no voy a aceptar, así que mándame a degollar las veces que te venga en gana.

— ¿Por qué eres tan difícil? — Changmin se llevó la mano a la frente, frotándosela con fastidio.

— ¿Yo difícil? Tú eres el que está peor que una cabra, yo no puedo aceptarlo y además ni siquiera puedo mantener algo así.

— ¿Y quién te está diciendo que lo mantengas?

—Pues… es eso pero dicho de otro modo.

—Mira Jae,no me pasaré toda la mañana discutiendo esto contigo ¿me entiendes? Solo hay dos opciones, lo aceptas y el vive o no aceptas y el muere. Punto, Decídelo— y tras decir esto, el príncipe montó de un salto en su caballo negro y lo miró desde arriba, con superioridad.

Jaejoong retorció los pies calzados en botas por la tierra suelta del piso. ¿Cómo podía hacerle esto?Definitivamente algo malo pasaba dentro de la cabeza de Changmin, algo se había atrofiado ahí dentro después de años y años de caprichos cumplidos.

Aceptó la derrota al ver el brillo triunfal en los ojos del príncipe, Con una mueca entre fastidiada y tristona se volvió hacia el magnífico caballo blanco que esperaba de pie a su lado, inofensivo como un cachorro, perfectamente ensillado y deslumbrantemente blanco. Jaejoong contempló su rostro altivo y noble, la brisa fresca le agitaba la crin platinada, y parecía que sus enormes ojos de agua suplicaban su piedad. este suspiró pesadamente y acarició la frente del animal.

—No me mires así Capri… nunca te dejaría morir— le dijo en voz muy baja— aaahh de acuerdo, de acuerdo, acepto— farfulló mirando a “su nuevo caballo”— pero que sepas que lo aceptaré solo porque no quiero que lo mandes matar— le dijo a Changmin en tono mordaz, sin voltearse para verlo. Sabía que el príncipe tendría estampada en toda la cara una sonrisita de suficiencia y eso lo hacía perder los nervios.¿Es que siempre tenía que salirse con la suya?

—Sinceramente Jae, no veo el porqué de tu negatividad. Te estoy regalando un magnifico corcel pura sangre español para salvarle la vida y tú lo desprecias— le dijo mientras  acicateaba gentilmente a Aquiles para que se colocara al lado del caballo blanco.

—Pues por eso precisamente— siseó Jaejoong, completamente molesto. —Me estas regalando éste caballo— lo señaló gesticulando exageradamente con los bazos como si fuera una gran falta de respeto de cuatro patas— no puedo ni pensar en cuánto cuesta éste animal, y entonces tu vienes y me lo regalas y de la nada aparezco yo, un simple vagabundo mal avenido montado en un finísimo corcel. ¡Creerán que me lo robé y terminare con una soga maloliente al cuello! — se llevó ambas manos al cuello, rodeándoselo, para remarcar sus palabras. El apuesto rostro de Changmin se oscureció al escuchar aquello.

—Nadie te dirá nada y nadie opinara nada, y mucho menos te pondrán una mano encima, confía en mí. — le sonrió y después recuperó su expresión de enfado— ¡así que ya deja de poner tantas escusas! Súbete al caballo y vamos, que te enseñare a cabalgar como lo hace un noble.

—No te gastes Changmin— el tono de Jaejoong, tanto como su rostro repentinamente se nublaron de pena y tristeza— por más que lo intentes siempre seré un mendigo bastardo— le sonrió dulcemente y después hizo el amago de subirse al caballo.

—Deja de decir eso Jaejoong…— Changmin se inquietó, un vago sentimentalismo dulce y triste afloró desde su estomago y por primera vez en muchos años, sintió ganas de llorar. Pero no lo hizo, llorar era para los débiles.

Jaejoong puso el pie izquierdo en el estribo del mismo lado y se impulsó hacia arriba.La pierna le temblaba por la tensión ejercida y antes de que pudiera pasarla por el lomo del corcel y sentarse, el peso le ganó y quedó tendido sobre su abdomen en el lomo del animal,desmadejado como un muñeco de trapo. Changmin estalló en estrepitosas carcajadas.

—Jae me estas matando— Changmin se doblaba de la risa. Jaejoong había comenzado a patalear en el aire, buscando el modo de bajarse del caballo y se sentía muerto de vergüenza.

—Changmin,deja de reírte y ayúdame— chilló desesperado.

Changmin se bajó de su caballo pero no pudo ayudarlo, tenía un ataque de risa, como nunca lo había tenido, al ver a Jaejoong en esa posición, pataleando, con el trasero al aire y gritando por ayuda. El caballo empezaba a impacientarse también y movía la cabeza de un lado a otro.

—Jae, para de moverte en primer lugar, o el caballo va a tirarte— Hipó de risa. Jaejoong obedeció y se quedo quieto, respirando con dificultad por tener el estomago apretujado contra el lomo del caballo. Después sintió la liberación, cuando Changmin lo asió hacia atrás.
Creyó seriamente que iba a irse de culo al suelo, pero su espalda chocó contra el pecho de Changmin y sintió su aliento sobre su oído.

—Ten más cuidado, te podrías romper y no quiero que eso suceda— le susurró con esa voz ronca tan condenadamente sexual, después le dejo un leve mordisco en el cuello y lo enderezó. El cuerpo de Jaejoong se tensó, su espalda se puso rígida como el palo de una escoba y un conjunto de mariposas se agitó desde el fondo de su estomago. Esperaba que nadie los hubiera visto. Changmin nunca era cariñoso con el fuera de sus habitaciones, y aquello se había visto muy comprometedor. Jaejoong volteó nerviosamente hacia todos lados,
pero no había nadie a la vista, quizá porque se encontraban en la entrada del sotobosque de fresnos y laureles que estaba en el lindero de los terrenos reales y sus ropas negras no llamaban mucho la atención. Salvo por el caballo tan deslumbrantemente blanco, bien podrían pasar completamente desapercibidos.

—Tranquilízate nadie nos molestará aquí— le dijo al verlo tan nervioso — ahora veamos si podemos enseñarte a montar… un caballo— el príncipe sonrió con una leve burla en el fondo de su sonrisa— pon el pie en el estribo— ordenó y después negó al ver que Jaejoong vacilaba—hazlo firmemente Jae, el caballo debe saber que quien manda aquí eres tú. Así, correcto—aprobó cuando el pelinegro puso el pie nuevamente en el estribo con firmeza y tensó la pierna. —Ahora has de ser rápido, sujeta el cuerno de la silla, es tu punto de apoyo e impúlsate hacia arriba y levanta la pierna derecha hasta que termines sentado, no es la gran ciencia.
Jaejoong obedeció, puso todas sus fuerzas sobre su pierna izquierda y tomó el envión demasiado rápido. Sus manos se movieron también demasiado rápido. Los nervios se apoderaron de él. Manoteó hacia arriba mientras iba subiendo y no supo cómo fue que terminó sentado en el caballo, pero mirando hacia atrás. Al verlo, Changmin se tiró al piso, revolcándose de risa ante la expresión de miedo y desconcierto de Jaejoong.

—¡¡¡ Po Dios Jae!!! — se apretaba la barriga, que ya le dolía de tanta risa. Jaejoong le lanzó una mirada de basilisco, con los ojos entrecerrados y los mofletes hinchados, como un niño chico. La indignación pudo mas con él, y en un sólo movimiento se dio la vuelta, de manera un poco torpe por el exceso de largo de sus piernas y sujetó las riendas,esperando mientras Changmin hipaba de risa.

—Podemos perder todo el día aquí si eso quieres— su tono era de ultratumba, cosa que hizo que Changmin volviera a resollar de risa, mientras hacía intentos de subirse a Aquiles. Lo intentó tres veces, pues la risa había hecho que perdiera las fuerzas. Jaejoong estaba cabreadísimo y algo avergonzado, no lo miraba, su vista estaba clavada al frente.
Al cuarto intento, el príncipe subió gallardamente sobre su caballo y sujetó las riendas.

—No me puedes culpar, tu cara fue de época. Deberías haberte visto— Changmin se limpió una lagrimita que se le había escapado de la comisura, haciendo que Jaejoong enrojeciera de rabia.

—Por mi puedes quedarte riendo toda la mañana, tal vez esa linda moza de cuadra pueda enseñarme como cabalgar y más rápido que tu. La sonrisa de Changmin desapareció tan rápido como cuando las nubes ocultan el sol.

— ¿Ah sí? —su mirada alegre se congeló— yo no te lo recomendaría, algo muy malo podría ocurrirle a esa niñita si se acerca a lo que es mío, imagínate lo que podría pasarte a ti…— la amenaza quedo flotando, latente, en el aire.
Aquellas actitudes eran desconcertantes para Jaejoong. Suyo había dicho, pero no se sentía suyo. Changmin podía jugar y reír como todo un niño, pero al más mínimo comentario que no le agradara, algo se torcía en su interior y afloraban sus más bajos sentimientos de posesividad y celos. No era la primera vez que amenazaba al pelinegro. Éste le había pedido de mil formas que lo dejara marchar a ver a su madre. Pero el príncipe siempre contestaba que ella se encontraba bien, o de lo contrario ya le habrían avisado.

—Ya vámonos a cabalgar Changmin— Jaejoong rió nerviosamente y entonces la amenaza en las pupilas del príncipe se esfumó y volvió a reír— pero tienes que enseñarme cómo hacerlo porque siento que me caeré y terminaré comiéndome el suelo.

—No te caerás, si no tienes miedo. Debes apoyar bien los dos pies en los estribos y controlarlas riendas, ellas son tu timón. Además nuestras botas tienen espolones, son para marcarle al caballo el ritmo, debes tocarlo muy suavemente para que camine.

—O-ok—respondió Jaejoong, nervioso, tanto que se le fue un poco la mano y hundió dolorosamente los talones en los costados del caballo, quien reparó asustado y Jaejoong cayó
de culo al piso.

—Será una larga mañana…— suspiró Changmin con pesadez mientras se bajaba de su caballo para ir a auxiliar a su pelinegro.

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Después de 3 horas de intentos, caídas, carcajadas por parte de Changmin y berrinches de parte de Jaejoong, el segundo consiguió mantenerse sobre su caballo sin caerse, seguro al fin.
Descubrió que el animal era como otra extensión de su cuerpo, y que las riendas lo guiaban,solo había que saber cómo sujetarlas. Changmin lo había adentrado en las colinas, llegando hasta un riachuelo cristalino y poco
profundo,donde dieron de comer y beber a los caballos.
Jaejoong se había sentado sobre la mullida aguja de pinos, a la rivera del riachuelo, y miraba al príncipe, quien había guiado a su caballo unos pasos dentro del agua para que bebiera. No había caso,Changmin era un controlador nato, quizá demasiado. Tenía bien sujeto a su negro corcel por la brida, mientras que el caballo blanco que ahora era de Jaejoong,vagabundeaba libre y tranquilo por la orilla, bebiendo agua a ratos y comiendo alegremente del fresco musgo que crecía entre el agua y la tierra.
El bosque estaba silencioso, tranquilo y apacible. Una fina capa de nubes algodonosas lo iba cubriendo poco a poco mientras caía la tarde. Sin duda por la noche caería una llovizna ligera. El ambiente era tan místico, que Jaejoong esperaba ver de un momento a otro a algún hada o duende correteando por ahí, pero de momento se entretenía en mirar a Changmin.

En momentos de calma, como aquellos, los atribulados pensamientos y sentimientos del pelinegro le atacaban el cerebro sin compasión alguna. Tenía miles de preguntasen la cabeza, miles de interrogantes. Eran tantas que al intentar buscar el comienzo de la maraña de  razonamientos, comenzaba a doler le la cabeza.Pero debía pensar ya en ello y decidirse, porque los días pasaban y pasaban y él se sentía a cada momento más ligado al príncipe,
más protegido y asustado a la vez. Era como ir a la deriva en el mar, sobre una balsa sin remos construida de frágiles bambús, y que se dirigía en línea recta a un gran frente de nubes oscuras y tormentosas.
Aun no sabía con exactitud qué es lo que el príncipe quería, o buscaba, o esperaba de él.
Estaba claro que lo deseaba, de eso ni duda cabía, pues en cuanto lo miraba, el príncipe se ponía como un tren, y aunque eso excitaba muchísimo a Jaejoong, también lo hería, pues al parecer, él solo deseaba su cuerpo, y Jaejoong estaba entregándose en cuerpo… y alma, yeso, estaba seguro, no era correspondido por el príncipe ni por asomo, ya que en cuanto empezaban a hablar de sentimientos, Changmin lo cortaba, molesto, o le hacía el amor apasionadamente para distraerlo y funcionaba, pero a la larga era peor, porque así, Jaejoong
mas se enganchaba y sentía que el momento de la separación le dolería de mas.
“¿Y quien dice que nos vamos a separar?” le decía Changmin, con los labios pegados a su cuello, y con su cuerpo sudoroso restregándose contra el pecho del pelinegro con cada fuerte embestida que le propinaba y entonces Jaejoong ya no respondía.

Pero Jaejoong no era ningún tonto, ni ningún niño, y sabia que por más que se engañara a sí mismo,Changmin era importante, demasiado, era nada más y nada menos que el príncipe heredero de todo el maldito reino, (aunque con él se comportara como cualquier otro chico de 18 años, sin preocupaciones), y que ese príncipe, seria Rey más pronto que tarde y que sus correrías y jugueteos subidos de tono con él se habrían de terminar.
 Algo que aterrorizaba a Jaejoong, pues no podía ni pensar en separarse de Changmin, pero que a la vez quería que sucediese, pues ya estaba perdiendo su esencia y engañándose, aparentando ser alguien que no era. Sus ideas eran encontradas y chocaban entre si dentro de su mente, ocasionándole bestiales dolores de cabeza. Changmin en cambio parecía no preocuparse absolutamente de nada.
Otra de las cosas que más le extrañaba a Jaejoong, era que el príncipe hacia lo que quería,No lo comprendía. Pasaba por alto las invitaciones a eventos que le llegaban, despedazándolas en la cara de sus escribas, ignoraba los llamados de sus padres,y de su abuela, quienes tampoco venían nunca a visitarlo, despachaba a los nobles amigos suyos que iban a saludarlo y solo se dedicaba a ir y venir con él, y Jaejoong no lo podía negar, eso lo hacía sentir muy especial, pero al mismo tiempo le aterraba el momento en el que todo eso se vendría abajo por el estilo de vida al que Changmin estaba destinado, un destino en el que Jaejoong no estaba incluido.

Y lo que el pelinegro más detestaba, era que Changmin le tenía prohibido irse. Ni siquiera le permitía hablar de ello, ignorando sus deseos por ver a su madre. El pelinegro le suplicaba y le juraba regresar, e incluso le ofreció que le hiciera compañía, pero el príncipe se negaba rotundamente y eso le cabreaba. 
Changmin no iba a poder tenerle siempre alejado de su madre, sus amigos y su gente, gente del pueblo que lo estimaba y le daba trabajo de día y amistad y diversión por las noches. Era en gran parte lo que más extrañaba de su antigua vida, además de que la preocupación por el estado de salud de Constanza crecía a pasos agigantados por cada segundo que no la veía, se sentía ansioso y deprimido, pues el príncipe le había dicho que solo serían amigos, pero lo trataba como a un esclavo, encadenado a él con gruesas cadenas de oro y remaches de diamantes. No duraría por siempre. Jaejoong ya había trazado un plan, escaparía esa misma noche, mientras el príncipe dormía. Los guardias que custodiaban las puertas de la habitación de Changmin se dormían ya bien entrada la madrugada y ahí aprovecharía para huir.Ya tenía bien reconocidos los terrenos y sabía exactamente por donde debería ir para no ser visto.
El príncipe se molestaría enormemente con él. Quizá, después de asegurarse de que su madre estuviera estable, y si el príncipe aun quería que regresara, lo haría… si es que Changmin no iba en su busca de inmediato, pero era imperioso que fuera a ver a su madre, no podría esperar ni un día más. Algo cantaba en su sangre, un mal presentimiento. Se sentía nervioso, pensaba que en cualquier momento el príncipe lo descubriría, pero Changmin no sospechaba nada.
Después de tres cuartos de hora más o menos, ambos jóvenes regresaban al palacio, montados en sus caballos, los cuales caminaban lentamente. Ambos iban callados, Jaejoong por nervios y Changmin porque estaba tranquilo y disfrutaba del silencio.
Se encontraban en los limites que unían los jardines con los bosques, a lo lejos se podía ver la gran explanada principal de cantera gris y las imponentes verjas de hierro forjado al estilo barroco de la entrada y entonces, a Jaejoong le pareció que el ulular del viento entre las ramas cantaba su nombre, así que no prestó demasiada atención la primera vez, pero si a la segunda ya la tercera.

—Jaeee!!!!—se escuchaba lejano, pero con cada paso que daba su caballo ese sonido se fortalecía,hasta convertirse en verdaderos alaridos. Changmin entrecerró los ojos para intentar ver más allá, pues él también había escuchado el llamado.

— ¡JAEEEE! —el grito fue tremendamente más fuerte. Jaejoong vio una silueta que saltaba y agitaba los brazos por detrás de las verjas, donde estaban apostados dos guardias que le impedían el paso. Solo le bastó medio segundo para reconocer a aquella silueta.

— ¡¡Chun!! —le inundó una gran alegría al ver a su amigo y sin pensarlo salió a todo galope hacia él, descubriendo que lo podía hacer perfectamente bien. El caballo voló como una flecha, dejando a un Changmin pasmado detrás. Casi se fue de bruces al piso al saltar del caballo, pero se recompuso. Ambos guardias le permitieron el paso, pues lo conocían y conocían la preferencia del príncipe hacia él, así que se hicieron respetuosamente a un lado, pero Jaejoong no tenia ojos para nadie más.
Se fundió en un cálido y reconfortante abrazo con su mejor amigo, sintiendo los fuertes brazos que rodeaban su cintura y en su aroma a campo y almizcle, todos los recuerdos de la infancia y sonrió, sonrió de manera deslumbrante.

— ¡Jae! Mi hermano, cuánto tiempo. —le dijo este, espachurrándolo en un férreo abrazo. Sus recién sanadas costillas protestaron, pero Jaejoong no lo notó.

—Si Chun—Jaejoong no le soltaba —creo que han pasado años desde la última vez que te vi ¿Por qué no viniste antes?

— ¿Qué no vine? ¡Claro que vine, vine desde el primer día! — Jaejoong sintió náuseas al escucharle¿Qué había venido?

— ¡¿Cuándo?!¿Con quién hablaste? No me dijeron nada— gritó

—Hablaba con este par de mequetrefes que están aquí parados sin hacer nada, ellos prometieron pasarle los recados al principito caprichoso ¿no te lo dijo?

—No  Chun, no me dijo nada, pensé que me habías olvidado— la expresión de Yoochun se descompuso al ver la mueca tristona de su amigo y pasó de una inmensa alegría a un negro odio.

— ¡Claro que no! No sabía qué rayos había pasado contigo. Ese loco te llevó casi muriéndote y nadie me dijo nada, no sabía si habías sobrevivido o no, ni que había pasado contigo, y además tu madre— al oírlo, Jaejoong deshizo el abrazo y lo tomó por ambas solapas de la camisa.

— ¿Qué pasa con mi mamá? Dime que está bien Chun, ¡Dímelo! — le sacudió casi sin fuerzas. No tenía las suficientes para zarandear. El aludido bajó la vista y su gran cuerpo pareció hacerse pequeño.

—No Jae,ella no está bien— un enorme nudo, el más grande que había sentido jamás, se formó en la garganta del pelinegro. Sus ambarinos y almendrados ojos se inundaron de agua nubosa—está agonizando Jae… y solo dice tu nombre. Le queda realmente poco. El médico dice que no hay nada más que hacer y solo le administra la droga para el dolor. No pierdas tiempo, está en mi casa ¡vamos!

—Por supuesto que no lo haré, ahora mismo iré con ella— anuncio Jaejoong, presa de una desesperación tan grande que casi le impedía caminar. No pensó en Changmin, ni en despedirse, Solo ansiaba ver a su madre.
Yoochun asintió con rostro grave. Estaban por emprender la retirada cuando vio como la silueta del príncipe envuelta en sus negros y finos ropajes se abalanzaba sobre su amigo sin miramiento alguno. Fue tan rápido y certero que no pudo ni siquiera avisarle. Changmin pasó su brazo izquierdo por el cuello de Jaejoong y lo haló hacia atrás, haciendo que el este jadeara y tuviera dificultad al respirar, tanto por el agarre, la sorpresa y el dolor.

—Tú no vas a ningún lado Jae, ¿Qué no te lo deje claro? Permanecerás aquí— le dijo, con voz pasmosamente calmada mientras tironeaba de él hacia dentro de la explanada —¡detenedlo!— le dijo a los guardias, cuando se percató de las intenciones de Yoochun, de arrebatar a Jaejoong de sus brazos. Los guardias apuntaron las puntas de sus espadas al cuello de Yoochun,quien retrocedió, con la rabia y la impotencia palpitando en cada una de sus venas. El pelinegro jaloneaba y pataleaba, pero le era imposible soltarse del fuerte agarre del príncipe al no tener un buen punto de apoyo.

—Suéltame Changmin, ahora no hay tiempo para juegos, tengo que ir ¿no escuchaste? Mi madre está muy mal. —farfulló.

—Cállate, y deja moverte. No irás a ningún lado. ¿Crees que es un juego? Pagarás muy caro tu osadía.

Jaejoong no podía creer que Changmin le hiciera aquello, pensaba que era una pesadilla, un mal sueño. Pensaba que despertaría de un momento a otro y se toparía con un Changmin sensato y preocupado, que le decía que fuera con su madre para acompañarla en lo poco que le quedaba de vida. Pero no, no era una pesadilla,era la cruel realidad, que se desplomó sobre él,cuando entre jaloneos y tirones, llegaron a las habitaciones del príncipe,quien cerró de un portazo ante sus atónitos guardias.

— ¿¡Qué demonios te pasa Changmin?! —le gritó con rabia, justo en el momento en que el Príncipe lo soltó, dándole un ligero empujón, dejándolo al lado de una de las enormes columnas de mármol que servía de pilar para sostener el alto techo abovedado, pintado a mano con miles de querubines regordetes— ¡me mentiste! ¡Sabias que mi madre estaba delicada!,te lo dijeron ¿no? Y aun así pasaste de mí cada vez que te lo pregunté ¿¡y ahora no puedo ir?! Estás loco, quítate de en medio, no pienso quedarme ni un segundo más aquí. — Jaejoong se estaba poniendo histérico.

—Mira Jaejoong, aquí el único que puede decidir, gritar, y dar órdenes soy yo, y si digo que no vas, es porque no vas y se acabó. — Changmin estaba de pie frente a él, con los brazos cruzados,bien plantado en el total de su estatura, mirándolo con superioridad.

— ¿Pero porque? ¿Por qué me haces esto? Es mi madre, tengo que ir a verla— Changmin negó con un elegante movimiento de cabeza y Jaejoong cayó presa de la impaciencia y la exasperación. Se jugó su última carta, apelando al honor del príncipe— ¡lo dijiste! — al ver la duda cruzar como relámpago por el rostro de Changmin, prosiguió. — justo al segundo día de estar juntos ¿ya lo olvidaste?¡Dijiste que sería tu amigo, no tu esclavo ¡y me tratas como a uno! Me mentiste¡me mentiste mierda! Tú me ayudaste, me salvaste, ¿Por qué me haces esto?—volvió a gritar.
El príncipe había tenido demasiada paciencia, pero tanto alarido había terminado por cabrearlo.

— ¿Y quién te crees tú que eres? Si te salvé y cuidé de ti fue porque así lo quise. Me he pasado de tolerante y bueno contigo, pero se acabó. Aquí se hace lo que yo digo, ¿está claro? te dije que serias mi amigo y lo fuiste, pero ahora eres mi esclavo y como buen esclavo que eres, te portarás bien y te quedaras aquí sin hacer alboroto, y te abrirás para mí cuando yo te lo ordene. —Jaejoong se llevó ambas manos a la boca, horrorizado. —Tu cuerpo es mío, tú eres mío. Siempre que yo te requiera,estarás para mí y harás lo que yo te diga que hagas. No me interesa si tengo que encadenarte a uno de estos pilares, sabes bien que lo haré.

— ¡Jamás! No lo hare jamás, tu no me conoces, escogiste mal Changmin, yo no le sirvo a nadie. No eres más que un mocoso malcriado y mimado y yo no seré otro de tus caprichos,no voy a ser ningún esclavo. ¡No sabes quién soy! — Los ojos de Jaejoong se movían desesperados, buscando un escape. Estaba sudando, comenzando a desesperarse. Ya no quedaba nada, ¿Qué podría hacer él, un mendigo, contra un príncipe que lo tiene todo? Todo el poder, todos los medios, que con solo tronar los dedos podría mandarlo a la guillotina, o a la horca… Estaba jodido.

Changmin terminó por perder toda la cordura y su rostro se convulsionó por la ira.

— ¡Claro que se quién eres¡ Eres un chico muy mono que no se ha enterado de cuál es su sitio. Eres un montoncito de mierda que se quedara sin garganta en dos minutos si no cierra su ¡JODIDA BOCAZA!
Changmina cortó el espacio que lo separaba de Jaejoong, se encaró con él y le hundió con saña el puño derecho de lleno en el estómago. El pelinegro retrocedió hacia atrás, tambaleándose, presa del dolor y la falta de aire. Changmin volvió a arremeter, sujetándolo por los hombros, apretando su piel como unas tenazas. Jaejooong sintió los dedos del príncipe hundirse en su carne hasta casi aplastarle los huesos.
Estaba en shock, no podía creer que Changmin le hubiera golpeado. Todas sus esperanzas e ilusiones cayeron en picado, haciéndose pedazos. No volvería a ver a su madre,eso seguro, quizá tampoco volvería a ver la luz del sol, al parecer la amenaza iba enserio. Y cuando la verdad penetró en su cerebro, lo aturdió por completo.No tenía nada que hacer, no era nadie, de repente se sintió de nuevo un niño pequeño, insignificante, débil y vulnerable, que estaba completamente a merced de un monstruo gigante y egoísta, con mucho poder y nada de paciencia. Jaejoong jamás se había sentido más solo, sus ojos se aguaron, inundados en lágrimas,pero ni una sola resbaló por su mejilla. En todo aquel infierno, no se escucho ni un sollozo, ni un quejido, ni un chillido. Y la situación empeoró aun más.

—Vaya…,parece que tu nueva mascotita sí que te ha hecho rabiar.
Ambos voltearon de inmediato (Jaejoong quizá un poco más lento) hacia las puertas,que ahora estaban abiertas de par en par, y de dónde provino aquella vocecita venenosa, Changmin fulminó con la mirada al par de incompetentes guardias que tenía asignados y bufó, sin soltar a Jaejoong. Después dirigió su furiosa mirada hacia la silueta que acaba de llegar.
Unos ojos color café intenso le respondieron con una mirada tanto de alegría como de desprecio…-Kyuhyun.


  — ¿Kyu? ¿Qué demonios haces aquí? — Changmin soltó a Jaejoong a regañadientes y éste se
alejó en el acto, caminando hacia atrás entre tropezones, aun inclinado hacia adelante, rodeándose el pecho y tratando de recuperar el aire. Los antebrazos le punzaban.

—Con cuanta a legría me recibes, Alteza— respondió el rubio con sarcasmo.

—Modifica tu tonito Kyu, que tú también eres un príncipe y como iguales puedo romperte la boca si me cabreas.

—Lo sé, pero me gusta cuando te cabreas.

—Mejor te largas por donde llegaste. Yo no te invité, Lleva tu huesudo trasero de vuelta a Sicilia.

—Vamos Min,ya te esperé suficiente tiempo. No pensé que fueras a enojarte así y menos por alguien como éste bastardo indigno— hizo un gesto de desdén hacia la posición donde estaba Jaejoong, quien apretó los dientes y bajó la mirada, humillado.

—No estoy de humor para tus estupideces, y aun no me dices a que rayos has venido. — suspiró el príncipe, mirando a Kyuhyun, pero sin perder a Jaejoong, usando su vista periférica.

—Oh Changmin, Min, ¿Cómo que a qué? En dos días es tu cumpleaños ¿ya te olvidaste de tu
compromiso y de la princesita esa que llegara aquí para que la desposes y así joderte la vida? Pensé que en estos momentos te sentaría mejor tener a tu mejor amigo aquí para pasar ese trago amargo, pero al ver que ya te juntas con cualquier basura…
Jaejoong estaba encorvado, el dolor comenzaba a mitigar, miró bizqueando a Kyuhyun, y todo su cuerpo pareció volverse de hielo.
Changmin se quedó inmóvil, completamente aturdido. Lo había olvidado por completo. Sacudióla cabeza, como queriendo reacomodar sus ideas y le lanzó una mirada desesperada al rostro estupefacto de Jaejoong.

— ¿Estas comprometido? — el murmullo roto de Jaejoong hizo que Changmin se quedara clavado en su sitio, como si alguien le hubiese golpeado en la cabeza con un mazo.

— ¿Y a tique te importa, maldito ilegitimo? — Kyuhyun lo fulminó con la mirada. Aun le molestaba inmensamente la belleza y perfección de Jaejoong, tanto que quería borrarla agolpes — que, ¿quieres que termine lo que Changmin estaba empezando? — ofreció,acercándose a Jaejoong con movimientos felinos y peligrosos.

—Kyu, cierra tu enorme bocaza— intervino Changmin, deteniendo el avance del rubio solo
con simples palabras.

—De verdad Min, no te sigo ¿Por qué tienes a este gusano aquí? —Kyuhyun arrugó la nariz con asco, dándole la espalda a Jaejoong— es del pueblo, pobre y además tiene puesta tu ropa!

A Jaejoong casino le dolían aquellas palabras, no le interesaba Kyuhyun, si lo golpeaba, el respondería sin pensarlo. Lo que le dolía más que nada era que Changmin no abría la boca en su defensa.Le dolía haberse enterado por labios del rubio sobre el compromiso del príncipe.Se sintió herido y traicionado. “Sabía que tarde o temprano esto pasaría, pero no pensé que me dolería tanto” pensó, con amargura.

—Ese es problema mío Kyu— dijo Changmin, más sosegado y eso hizo sentir al rubio más
seguro. Changmin por lo visto, no lo echaría así que se acercó más, y Jaejoong reculó hasta topar con pared.

—Tenemos mucho de qué hablar Min, han pasado muchos días. — Su voz era suave, con un leve matiz sensual casi velado completamente. A Jaejoong se le calentaron los ánimos y sintió un vahído de náuseas.

—Sí, si hay que ponernos al día— aceptó Changmin, sintiéndose un poco nervioso. Sólo quería estar asolas con Jaejoong, no sabía realmente para que, Era cuestión de minutos que volviera a echar fuera a Kyuhyun.

Ambos príncipes estaban de pie cerca de las puertas que daban a la terraza. Las puertas de la entrada aun seguían abiertas de par en par, con los guardias de pie ahí, distraídos.
Jaejoong aun estaba inclinado, rodeándose el torso con los brazos, y el cabello formando una cascada oscura que escondía su rostro. Ya no estaba dolorido, pero fingía estarlo,mientras su cerebro trazaba planes a toda prisa. Miró de reojo hacia las puertas, calculando la distancia. No era mucha y tenía el camino prácticamente libre, solo tendría que esquivar a Kyuhyun, que era el más próximo a él.
Estaba esperando su oportunidad, ni siquiera escuchaba la conversación de los príncipes, todos sus sentidos estaban puestos en la distancia que había entre la puerta y él. Sin moverse casi, se examinó así mismo, haciendo fuerza con todos sus músculos y ligamentos, tensándolos. Los sintió perfectos y fuertes,repletos de adrenalina.
Era ahora o nunca, Aprovechó el momento en el que Changmin se llevaba ambas manos a la cabeza con frustración para salir corriendo. Se lanzó a través la habitación como un bólido, derrapó al llegar a la entrada y logró pasar por debajo de los brazos envueltos en armaduras que se cerraron en el aire. Apenas pudo captar por una fracción de segundo el rostro anonadado de Changmin antes de desaparecer de su vista, pero esa mirada llameante y furiosa lo perseguiría por mucho tiempo.

 — ¡JAEEE! — El alarido furioso de Changmin le atravesó el cuerpo como un relámpago en plena tormenta— ¡maldita sea, detenedlo inútiles! — aulló con rabia. Jaejoong ya estaba en el pasillo cuando alcanzó a escuchar el petulante comentario del rubio cansino.

—Por Dios Min, deja que se largue ese maldito bastardo.

“El maldito bastardo te molesta” pensó Jaejoong, mientras imprimía más velocidad a sus piernas. Tanto el príncipe Changmin como sus dos guardias corrían tras él, Jaejoong los miraba cada que volteaba sobre sus hombros. Changmin corría como un toro, bufando, Se acercaba peligrosamente a él. No se quería imaginar lo que le haría si llegaba a cogerlo, y fue el miedo lo que le hizo tomar más velocidad. Jamás se le había hecho más largo ese maldito pasillo.

— ¡Más valeque te detengas Jae o será peor para ti!— gritó Changmin.

 El príncipe ya estaba casi sobre él, con las manos como garras estiradas, a unos cuantos centímetros de su cabello negro, cuando, de una de las muchas bifurcaciones que desembocaban en aquel largo y oscuro pasillo, apareció un grupo de gente, una enorme comitiva. Jaejoong pudo distinguir el brillo enceguecedor de un trío de coronas de picos muy largos, y os ropajes largos y pesados que resonaban contra el piso, además del sonido
de las armaduras de los caballeros que los escoltaban. Alcanzó a esquivarlos dando un salto y pegándose a la pared como una pegatina y siguió corriendo con la misma fuerza.
Aquel grupo de gente también se movió, apartándose de tan repentina aparición, y varios rostros lo siguieron con miradas de extrañeza. Los ojos oscuros de Jaejoong se conectaron por una breve fracción de segundo con unos ojos tan oscuro e idénticos a los suyos en forma y tamaño, pero mucho más tristes y maternales a la vez, y no supo porque, pero algo incomodo se agitó en su interior. Pero no se podía detener, si Changmin lo alcanzaba estaría perdido. Sus zancadas eran enormes, gracias al largo de sus piernas y ganó mucha ventaja, mientras que el príncipe  tuvo que detenerse ante sus padres y su abuela, haciendo frente a toda la delegación que les acompañaba. Jaejoong pudo adivinar y hasta sentir el tremendo enfado de Changmin.
—Pues que se lo guarde— se dijo a sí mismo, enfadado, y al fin logró desembocar en el jardín. La luz del sol le golpeó de lleno en el rostro, deslumbrándolo, pero no perdió tiempo, siguió corriendo, pasando de largo aquel jodido laberinto, los macizos de flores que ya no le gustaban, las fuentes, que ahora le parecían feas y ruidosas y metros y metros de piso de cantera gris, casi negra.
A lo lejos pudo ver a Bernardo caminando lentamente con rumbo a los establos, llevando con él al caballo de Changmin y al suyo propio, y entonces torció en su dirección. No sabía que tan cruel podría llegar a ser Changmin en algún momento de enfado, presentía que mucho, y no iba a dejar atrás a su caballo. Seguramente Changmin se desquitaría con él.

— ¡Bernardo!— gritó a todo pulmón, y el interpelado se detuvo y lo miró con una ceja canosa alzada.

— ¿Joven Jaejoong? ¿Está usted bien? — preguntó, al mirar llegar sin aliento al joven pelinegro.

—Sí, muy bien… uff…pero necesito a Capri… si —jadeó— he de salir con urgencia. —respondió inclinado hacia adelante, con las manos descansando en sus rodillas.Ya sentía un dolorcito punzante en el costado de tanto correr.

—Oh, yo… si claro, lo llevaba a desensillar, pero aquí esta, si es un viaje largo asegúrese de que coma y beba algo— le dijo entregándole las riendas.

—Si lo hare…esto…gracias— le dijo mientras se trepaba a la silla de un salto, haciéndolo de manera perfecta—gracias por todo Bernardo— y tras decir eso y soltar un leve grito que hizo correr al caballo a todo galope, despareció entre una nube de polvo. Mientras veía desaparecer a caballo y jinete, el caballerango tuvo la triste certeza de que no volvería a ver al apuesto pelinegro en mucho, mucho tiempo.

Al llegar ala verja de entrada, Jaejoong se topó con otro par de sorprendidos guardias.Estaban a punto de impedirle el paso, pero por impulso, o quizá desesperación, ordenó que lo dejaran pasar, y para su sorpresa, ambos obedecieron. Tanto uniformado ya le tenía hasta las narices, no quería volverlos a ver.
Jaejoong se sintió enormemente agradecido y afortunado al salir del castillo. Hasta el aire le parecía diferente, más limpio y fresco, o quizá lo que sentía limpio y fresco era tener nuevamente su libertad. Si aquel grupo de gente tan pija no hubiera llegado en ese momento, seguramente ya estaría atado con enormes cadenas al cuello, manos y pies a una de las gruesas columnas de la habitación de Changmin, o peor aún, en algún húmedo y oscuro calabozo, repleto de ratas. Se estremeció desagradablemente ante el pensamiento.
Después el dolor le atacaría sin piedad por haberle dejado de tal manera, y haberse enterado de todos los embustes del príncipe y su descarada traición, pero ahora solo tenía una cosa en mente. Dentro de poco, y con mucha suerte, lograría vera su madre. Se lanzó camino abajo, con el dolor palpitando en el pecho y su cabello azotado por el viento como brillante sudario.
Dobló sobre una de las veredas más transitadas, donde había praderas sembradas de trigo,que asemejaban océanos dorados, cuando vio a lo lejos la silueta de su amigo Yoochun,que caminaba rápidamente, encorvada y deprisa. Detuvo su caballo a su lado.

— ¿Quieres que te lleve? — ofreció, reprimiendo una sonrisa al ver de nuevo la expresión tan conocida de su mejor amigo. Yoochun sonreía, entre asombrado y eufórico.

— ¡Jae! ¿Qué demonios? — sonrió y con ayuda de Jaejoong que le había extendido el brazo derecho, se sentó sobre el lomo del caballo, detrás de él y rodeó su torso con ambos brazos.—Sujétate bien— dijo Jaejoong mientras le ordenaba suavemente al caballo volvera correr, orden que fue obedecida de inmediato.

—Aun no creo que seas tú ¿Cómo te escapaste del príncipe lunático? Estaba condenadamente preocupado. Y además con todo y caballo.

—No fue fácil Chun, si me coge, me arranca la piel a tiras, pero te contare después, es largo y ahora tengo prisa...— le cortó Jaejoong, animando a su caballo a correr más. 

El anhelo de ver a Constanza le apuñalaba el alma mientras más se acercaba al pueblo.


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