martes, 11 de noviembre de 2014

EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO EPISODE 10

Ochenta días después, en las frescas horas del amanecer, la Familia Imperial se reunió en la calzada, a las puertas del palacio Grimaldi. El aire olía a la prolongada y dulce muerte del verano, y al abigarrado regreso del otoño. El Rey Magnus,portando una enorme y pesada corona hecha de oro puro estaba cómodamente apoltronado en una amplia calesa forrada en terciopelo rojo, acompañado por la tímida y dulce Reina, el oscuro y enigmático Príncipe Adam, y la pequeña y solemne Princesa Ambrosía.
La brisa matutina hacía ondear los estandartes y el sol se reflejaba en las espadas y en las puntas de las lanzas de los soldados que los escoltarían.
Jaejoong y el resto de los hombres esperaban en el embarcadero,  Cuando apareció la calesa adornada con cintas y banderas, los ojos de la princesa buscaron de inmediato a Jaejoong, y sonrió al reconocerlo. Desde que había sido nombrado Erpa-ha, la princesa siempre verificaba que en todas las ocasiones públicas, su guardia y amigo personal apareciera ricamente ataviado con el atuendo de un príncipe, pero para su enfado, el pelinegro seguía optando por la sencillez, y como único detalle sobresaliente, en las muñecas lucía las anchas pulseras de plata, símbolo de comandante de los Valientes del Rey.
 El enorme arco hecho de madera y remaches de plata lo llevaba en la espalda y el carcaj de madera flexible, decorado con florituras de oro, cargado con docenas de flechas delgadas, cuyas puntas estaban llenas de un oscuro, viscoso y mortal veneno, estaba atado a uno de los costados dela silla del caballo, junto a la funda que contenía su enorme espada.
Esperó con paciencia, vigilando todo a su alrededor, beneficiándose de la altura que le
otorgaba el estar montado sobre su adorado corcel blanco, casi tan finamente ataviado en
tonos dorados y blancos como el mismo Jaejoong.

La Familia Imperial subió al barco y asomó por los barandales blancos y delgados de la cubierta más alta, haciendo gala de elegancia entre los gritos, vítores y aplausos de la multitud en febrecida que despedía con esperanza a su amada hija,quien partía en un largo viaje, para no volver en mucho tiempo.
Todos reían,algunos gritaban, pero nadie, absolutamente nadie, se percató de que la princesa lloraba escondida en su parasol, salvo Jaejoong. Ansioso, el joven pelinegro desmontó y dejó a su caballo en manos de su esclavo, quien lo llevaría a las bodegas, Avanzó con paso discreto, hasta colocarse detrás y ligeramente al lado de la chiquilla, puso una mano de largos dedos sobre el frágil hombro de Ambrosía, y la princesa automáticamente se relajó.

 Por la tarde, el ánimo de Jaejoong decayó,pues fue consciente de que solo una semana lo separaba de Calabria, y se inquietaba al pensar en lo que podría pasar al llegar ahí. En su interior, sus sentimientos se encontraban y combatían ferozmente y eso le dejaba un profundo cansancio mental, aunado al desasosiego que le causaba la depresión afligida de Ambrosía.

Había dejado a la chiquilla, ahora de 16 años, dormida en el amplio y lujoso camarote asignado para ella, y se había asegurado de que un par de Valientes del Rey custodiaran sin descanso la puerta. En aquellos momentos, seguido por un par de sus esclavos, vagaba por los corredores con un objetivo,  las barracas de sirvientes y esclavos en el piso más profundo del barco, el sol comenzaba a ocultarse, majestuoso por el horizonte azul
de agua, y todos los trabajadores regresaban fatigados de sus faenas en el barco.
Cuando Jaejoong y su compañía llegaron al pasillo lleno de puertas, todas idénticas y todas abiertas,los recuerdos le atenazaron mordisqueándole el alma con añoranza y un poco de melancolía. Una increíble sensación de tristeza se apoderó de él al mirar a todos los trabajadores,famélicos, enjutos, de tripas consumidas y rostros demacrados, se preguntó si así se vería él cuando había huido a toda prisa de su hogar, escondiéndose en aquellos diminutos camarotes encalados, como el puñado de esclavos que ahora ahí habitaban; suspiró pesadamente y después los llamó a voces.

Cuando los esclavos se percataron de su presencia, todos salieron de sus camarotes, con las sonrisas estampadas en sus morenos rostros. Los hombres lo veneraban y daban su vida por él,además de la amabilidad y respeto que el moreno les tenia, ver a Jaejoong significaba regalos, comida y bebida. El joven guardaespaldas y ahora noble les sonrió en respuesta, hizo una seña amable a sus propios esclavos y entonces se comenzaron a repartir entre los trabajadores botellas de vino, pasteles de miel, dátiles confitados y trozos de chocolate suizo, además de mantas de franela nuevas,sandalias y barras de jabón perfumado de lavanda (todo un lujo en aquel entonces para los sirvientes). Aquellos regalos eran comunes desde que Jaejoong se había convertido en guardaespaldas, y lo cubría todo de su dinero, que,después de tantos cargos y títulos de nobleza, comenzaba apilarse en cantidades impresionantes.
Pasó todo el crepúsculo con los sirvientes, comiendo, bebiendo y haciendo bromas, se retiró cuando la luna estaba en lo alto. Estaba tan agotado, que cuando llegó a su camarote, a tres puertas de distancia del de Ambrosía, se dejó caer en la cama,aun vestido, y ya estaba completamente dormido cuando sus dos esclavos de más confianza le retiraron con cuidado, con muchísimo cuidado, los pesados ropajes de terciopelo oscuro, las pulseras de plata y el ankh del cuello.

El último día de viaje, todo el ambiente del barco estaba un poco fúnebre y decaído,apagado, y olía un poquito a polvo decadente y húmedo.
Jaejoong estaba sentado en el gran comedor, acompañado únicamente por  Yunho, mientras los sirvientes se afanaban en limpiar los restos del banquete que habían degustado.Ambos bebían vino tinto a pequeños sorbos y estaban callados, llevaban callados desde que la cena había terminado y la familia Imperial se había retirado. Jaejoong había llevado a la Princesa a su camarote, e incluso se había tomado la libertad de despedirse de ella dejando un casto beso en su frente.

Yunho quería hablar, pero estaba sondeando al silencioso pelinegro. Jaejoong parecía casi tan desdichado como Ambrosía.

—Hey… Jae—el aludido alzo la vista. — ¿todo bien, colega?

—Pues…— el moreno dejó escapar un prolongado suspiro — no lo sé Yunho.

—Se que debe ser algo muy jodido… no sé el porqué, pero veo en ti una renuencia desesperada por regresar a tu antiguo hogar, estas incluso peor que Su Alteza Ambrosía.…-Jaejonog le lanzó una mirada cargada de suspicacia.

— ¿Cómo sabes eso?

—Pues… —parecía desconcertado — tú me lo dijiste, hace algunos meses.
Jaejoong tuvo el atisbo de un recuerdo, de una terrible embriaguez y una resaca horripilante, y
de muchas cosas que no debieron salir de su boca

—Creo… si,lo recuerdo…

—Entonces…no entiendo Jae… ¿Qué puede ser tan malo como para no querer volver?
El pelinegro parecía bastante aturdido a causa de todas sus emociones encontradas y estuvo
callado durante un buen rato.

—Yo… —comenzó — estuve un tiempo en el palacio de Calabria — confesó.

—Comprendo…¿trabajaste ahí? — Jaejoong negó con la cabeza — ¡Espera! ¿Entonces conoces al príncipe ese? Al futuro esposo de nuestra princesa ¿es en verdad que es tan,tan jodido?
Jaejoong se volteó y clavó la mirada en la hermosa obra Nympheas, que el mismísimo Claude Monet había pintado para el Rey Magnus, un par de décadas atrás.

—No te lo imaginas.

—Yo creo que todos exageran un poco, no puede ser tan malo ese Príncipe. — pero antes de que pudiera decir otra palabra, Jaejoong le lanzó otra de sus miradas oscuras y penetrantes.

—Mira, Yunho,no podría describírtelo porque esta mas allá de las palabras, lo que él y yo vivimos fue…fue especial e irrepetible pero no te lo diré porque forma parte de un pasado que necesito olvidar, pero muy aparte de eso, el príncipe y yo no quedamos en buenos términos… él pretendía… —Jaejoong calló por un segundo, en el que el corazón de Yunho dejó de palpitar, estaba totalmente intrigado — el trató de esclavizarme ¿ya? No sé qué
demonios pretendía,pero como ya lo notaste, no se lo permití y por eso me fui.

Jaejoong no estaba preparado para la reacción de Yunho, este último se levantó en cuanto Jaejoong pronunció aquellas palabras. El movimiento fue tan violento que las dos copas de vino se volcaron, derramando el elixir rojizo sobre el mantel blanco, Yunho tenía las aletas de la nariz dilatas, los dientes apretados y se había puesto rojo de puro coraje.

— ¡¡ ¿Qué pretendía qué?!! — vociferó, fuera de sí,  Jaejoong era su mejor amigo y no podía siquiera concebir el que alguien le pusiera una mano encima.

—Yunho… shh—le chistó — cálmate. — pero este no atendía razones.

— ¿Cómopretendes que me calme? ¿Esclavizarte? ¡Pero si tu eres un Erpa-ha! no puede ni tocarte.

—Antes de llegar a Mónaco solo era otro plebeyo mas ¿lo olvidaste? —terció el moreno con dulzura.El que Yunho lo defendiera de manera tan vehemente le había parecido lo más cálido del mundo.

—Oh… si, en eso tienes razón — aceptó, sentándose a regañadientes, el enfado aun era latente en su rostro y palpitaba furiosamente en sus sienes. — mira Jae, no hay por qué preocuparse, ahora tu eres importante, eres un noble y nadie tiene el derecho a menospreciarte ¿comprendes? Sinceramente no sé porque no has asignado un par de Valientes del Rey para cuidar a Ambrosía en lugar de hacerlo tú mismo, eso te está impidiendo vivir tu vida. Ella se va a casar, y entonces qué ¿seguirás toda tu vida pegado a sus faldas? Una vez casada, ya no necesitara de tu protección,para eso tendrá un esposo y todo un reino a sus pies. Tú eres un príncipe ahora, tienes influencias y suficiente dinero, puedes tomar un escuadrón de Valientes del Rey, conquistar algún lugar y erigir tu propio palacio.
Yunho siguió parloteando hacia la cara sin expresión de Jaejoong, aunque por dentro el pelinegro sentía cada palabra de este como una ponzoñosa espina que se clavaba en lo más profundo de su alma, y no sabía cómo responder.
Al final,solo opto por responder de la manera más criptica posible, e inclinando la cabeza,
le dijo:

—Sabias palabras Yunho, pero como tú me lo dijiste el mismo día que te conocí, yo a la Princesa le he ofrendado mi vida y la cuidaré todo el tiempo que me sea posible, incluso si he de cuidarla de sí misma, y por favor, ya no hablemos de Shim Changmin ni de Calabria, mañana estaremos ahí y eso ya es suficiente — acto seguido se levantó — que pases buena noche Yunho y gracias — le dio un puñetazo amistoso en el hombro y después se
retiró.

Jaejoong salió hacia el azul atardecer, en el que las pálidas estrellas que apenas se asomaban encendían fuegos de plata sobre la superficie del alborotado océano. Su alta y oscura figura se deslizaba con fluidez por los pasillos, y todos los que lo miraban hacían una profunda reverencia, pero Jaejoong no los miraba, estaba sumido en la preocupación.
Recorrió rápidamente el barco de punta a punta hasta llegar a la proa, el mismo sitio donde hacia exactamente un año, se ponía a pensar y meditar. Nuevamente, no sabía lo que le deparaba el destino, no sabía cómo iba a reaccionar al ver nuevamente a Changmin, ni si iba asentir celos de su preciosa princesa (aunque lo dudaba), y lo que más le preocupaba es pensar en cómo Changmin iba a reaccionar al verlo, y al verlo con su futura esposa además. Algo muy profundo en él, cantaba y presentía malos tiempos, pero decidió, de momento hacer oídos sordos. También estaba emocionado, vería a Yoochun, su gran amigo y a sus padres, que habían sido tan buenos con él, y a todos los habitantes del pueblo, su familia, quienes siempre lo había aceptado y estimado, casi todos. Pero sobre todo, ardía en deseos de ir a visitar a su madre, de ir a mostrarle que ella tenía razón al decir que él había nacido para sobresalir y supo que ella se sentiría muy orgullosa al verlo.
Tan ensimismado estaba en sus pensamientos, que no sintió la presencia que se le unió, hasta que una pequeña mano se poso en su hombro, obligándole a voltearse de inmediato estaba tan sorprendido que ya había desenvainado la espada, lista para clavársela a quien quiera que se atreviese a atacarlo, pero entonces recordó en donde estaba.

—Mierda… dios santo…
La princesa Ambrosía levantó lacónicamente una ceja dorada.

—Saludos Jae,sabía que te encontraría aquí— su voz era queda y átona, como siempre y miró con asombro y algo de espanto la postura amenazadora de Jaejoong — ¿me vas atacar?

—No, claro que no — dijo, guardando la espada nuevamente en un solo movimiento. Tiró de la chiquilla hasta encararse con ella y la abrazó con todas sus fuerzas — Lo siento, lo siento muchísimo, no puedes imaginar cuanto lo siento, No me odies.
La princesa no dijo nada, pero sus manos encontraron el rostro de Jaejoong, acariciaron sus sienes doloridas y se movieron lentamente, echando hacia atrás su sedosa cabellera negra.  Permanecieron inmóviles uno enfrente del otro durante bastante tiempo, sumidos en un silencio de amistad y comprensión que no necesitaba ser roto.
Jaejoong soltó con cuidado a la princesa en cuanto sintió los fuertes y rápidos golpeteos de su
corazón rebotando contra la blandura del pecho femenino, e hizo una inclinación de cabeza.

— ¿Recuerdas que aquí nos conocimos, Jae?

—Lo recuerdo perfectamente, Alteza.

—Y aquí estamos, juntos aun, un año después. — la princesa suspiró y miró hacia las profundidades azules del océano. —Lo que más recuerdo, es esto, el mar, y un intenso frio.

—Pero hacía calor Jae.

—Yo tenía frio, y más cuando me di cuenta de quien eras tú, pensé que me mandarías matar.

La chiquilla hizo un puchero ofendido y frunció el ceño.

— ¿Por qué habría hecho eso? Tú me salvaste, si no hubieses estado aquí, yo habría caído por la borda— la princesa afianzó ambas manos al delgado barandal, encaramó los pies y se columpió hacia adelante, con algo de esfuerzo por lo largo de su vestido, provocándole a su guardia un ataque de pánico.

— ¡Por dios!¿¡Que haces!? — vociferó Jaejoong, la sujetó por la cintura y tiró hacia atrás,sin hacer apenas el mínimo esfuerzo. Ambrosía reía, su risa volvía a ser chispeante, alegre y musical, agitó los pies, que le colgaban a más de diez centímetros del suelo y puso sus manos sobre el antebrazo que le rodeaba la cintura.

— ¿Lo ves?Siempre estás aquí Jae— le dijo, descansando la nuca sobre el hombro de su
guardia.

—Oye señorita —la regañó él, utilizando un tono que pretendía ser severo, pero que se resquebrajó de inmediato al ver el brillo intensamente juguetón de los ojos azules de la princesa—avísame al menos cuando vayas a hacer alguna otra barbaridad así, no me tomes desprevenido — la puso en el suelo e hizo que se volviera por completo hacia el— ¿Sabes lo cerca que estuve de sufrir un infarto? ¡Casi se me sale el corazón!— pero ella
no dejaba de sonreír y lo volvió a abrazar, rodeando el fuerte torso de su guardia con sus delgados brazos, clavó su afilado rostro en las profundidades del firme pecho de Jaejoong y aspiró su fresco aroma. Eso la tranquilizaba, aunque jamás se había mostrado tan efusiva.
Jaejonog estaba algo descolocado pero no la rechazó, le gustaba lo que sentía y rodeó el cuerpo de la chiquilla con un brazo mientras peinaba su largo cabello con la mano que tenia libre.

—No sé qué haría sin ti Jae— el murmullo le llegó a Jaejoong algo apagado porque la princesa habló con la cara apretujada contra sus ropajes. El pelinegro no sabía que responder a eso y solo continuó acariciándole el cabello — ojala nunca tuvieras que irte de mi lado. Jaejoong frunció el ceño, extrañado ante esa afirmación.

— ¿Por qué habría de irme? Ya no sabes lo que dices ¿acaso tienes sueño?

—No, no tengo sueño — ella rió, con tristeza y un poquito de sarcasmo,  sus brazos se apretaron más en torno a Jaejoong quien empezaba a ponerse ansioso. — No soy tonta, quizá
muy joven,pero no tonta y he visto el modo en el que te tensas cuando se menciona Calabria. No sé porque, pero tengo el presentimiento de que en poco tiempo te voy a perder… y no quiero que eso pase porque… — pero las palabras que con tanto anhelo quería decir, se le quedaron amarradas en la garganta ¿Cómo iba a confesarle a su guardaespaldas, que le profesaba un amor tan profundo como el océano que los rodeaba? Que él era el hombre que ella deseaba tener, con quien deseaba vivir hasta morir, a quien deseaba darle hijos… aquel con el que quería compartir su lecho, su vida, e incluso su muerte. No podía, no podía hacerlo,porque por muy Erpa-ha que fuese Jaejoong, jamás sería considerado digno de ella. Y además ya estaba comprometida, y dentro de unos cuantos días, le pertenecería a otro hombre, un hombre al que odiaba y despreciaba, y entonces Jaejoong se iría a buscar su destino y…

— ¿Por qué dices eso? — el pelinegro la distrajo al separarla con ternura de su cuerpo
para mirarla a los ojos. Pero Ambrosía no quería verlo, Sus ojos estaban anegados, ocultos tras una espesa cortina de lágrimas de dolor, de frustración, de decepción, se sentía avergonzada por sus pensamientos y no quería que Jaejoong lo viera,sería como dejar su alma al desnudo — si esto te tranquiliza, entonces te repito que me quedaré contigo hasta que tú quieras.

Con firme delicadeza, él le obligó a volver el rostro, y sacando su propio pañuelo de seda, limpió las lágrimas de Ambrosía con toques ligeros como el roce de una pluma.
Ella no respondió y Jaejoong sintió como ella le rodeaba nuevamente el cuello con los brazos,
necesitaba mucho consuelo y el pelinegro se lo ofreció, estrechándola fuertemente,mientras los últimos rayos de sol se deslizaban por las torres y pilares que sostenían las cubiertas, arrastrándose entre el casco del imponente barco, para desaparecer al fin bajo el oscuro poder de la noche.




&Mientras tanto, en Calabria &

El hermoso e imponente castillo de acabados góticos de Calabria, una verdadera joya arquitectónica, con sus torres terminadas en punta, sus arcos ojivales y techosabovedados, estaba sumido en un estado de incesante actividad. El reino entero festejaba las próximas nupcias reales y la inminente coronación de un nuevo soberano, aunque en los oscuros y húmedos rincones de las tabernas del pueblo,se temía y se sospechaba que la situación no mejoraría, pues todos sabían sobre el carácter arrogante y frio del príncipe Changmin y se preguntaban que les depararía cuando el joven fuese coronado Rey.

Los sirvientes del palacio trabajaban sin parar, Se habían re-decorado todos los aposentos reales y las nuevas y opulentas habitaciones reales para los recién casados estaban terminadas. Los arquitectos, artistas, canteros e ingenieros no tenían un minuto de descanso Se trazó la larga y amplia avenida que el Rey planeara, desde las puertas de los nuevos aposentos hasta el lago, con la orden de que estuviera flanqueada por es finges de ángeles tallados en marfil. Los pintores trabajaban de día y de noche en los vastos y soleados muros de la nueva avenida, a fin de dejar testimonio de la milagrosa concepción del príncipe Changmin, de su real nacimiento, de su coronación como heredero, y se dejaba un extenso espacio para plasmar en la historia de su vida, su próxima boda y el nacimiento de sus propios herederos. Se construyeron además estanques y jardines alrededor del palacio, que pronto estuvieron poblados de pájaros, en tanto las mariposas, polillas y abejas se deleitaban con las flores.
La actividad era incesante.
 La capilla del palacio había sido modificada también y en las cocinas se preparaba todo para el gran banquete, en el salón principal, la montaña de regalos envueltos en metálicos colores crecía a pasos agigantados. Nuevas calesas reales se habían fabricado, exagerando el uso de terciopelo carmesí y adornos en oro y platino.

El príncipe Changmin contemplaba toda aquella actividad con desesperante apatía, rodeado de su altanero séquito de escribas y guardias. El príncipe Kyuhyun se había convertido en un morador más o menos permanente del palacio de Calabria y a menudo le hacía compañía al voluble príncipe cuando éste se encontraba de ánimo.
Los Reyes observaban con poca preocupación la actitud del príncipe, confiados en que,estando una vez casado, sus nuevas obligaciones matrimoniales le harían cambiar de parecer… pero nadie sospechaba lo que estaba a punto de suceder…



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La mañana llegó, bañada de los brillantes rayos de sol que se colaban a través de las blancas nubes esponjosas tan típicas del cielo.
El barco encalló en el puerto de Calabria, cerca del faro, Jaejoong, Yunho y el resto delos soldados se reunieron en la cubierta más alta, ligeramente detrás de la familia imperial.
Los Reyes,la Princesa Ambrosía y el Príncipe Adam estaban a punto de desembarcar, solo aguardaban a que las calesas que los llevarían al palacio se reunieran entierra.
Mientras esperaba, el joven pelinegro se acercó al barandal, preguntándose que vería por debajo de él, esperando que todo lo que recordaba no hubiese cambiado en el año que había estado lejos. Y nada había cambiado. Por debajo de él se extendía el alegre puerto de la ciudadela de Calabria, que brillaba pintoresco bajo los rayos del sol, y más allá de él se desplegaba todo un panorama de calles muy iluminadas. Jaejoong recordaba a la perfección
todos sus nombres mágicos y talismánicos, nombres de calles en los que podía llegar a ocurrir casi cualquier cosa. Vio las tiendas diminutas y oscuras que parecían hacerle señas, y supo que olor tendrían, no le hacía falta entrar en ellas para saber que olerían a frescor, humedad y especias, y que estarían repletas de extraños tesoros. Vio los balcones de hierro forjado de los que colgaban las banderas imperiales con los colores azul y blanco del palacio, y que chasqueaban al viento dándole la bienvenida y le hacían guiños, como un mar de seda.
Los muros de soporte encalados estaban igual que siempre, relucían con destellos blancos manchados por la blandura del rojo ladrillo, allí donde se había desprendido la pintura a causa de la brisa salina. También estaban los edificios, viejos y mal conservados, que contenían escaleras de caracol oxidadas y medio derruidas y cámaras secretas cuyos muros estaban manchados por los restos de sacrificios desangre.

Era real,estaba ahí, le pertenecía. Calabria… Jaejoong había recorrido sus calles un sinfín de veces,durante los días largos, calurosos, viscosos, asfixiantes e interminables de su infancia. Había huido de ahí, en busca de un falso hogar, pero finalmente había regresado a la verdadera cuna de su nacimiento. Calabria lo sabía, sabía que aquel chico con rostro de ángel le pertenecía y trataba de seducirlo con sus encantos, con los ríos, las praderas, las calles adoquinadas… con el castillo,misterioso, enigmático, anidado en las entrañas de las colinas, de muros silenciosos pintados de blanco y azul, donde le aguardaba la habitación en la que había venido al mundo, emergiendo de entre los muslos pringados por la sangre de la mismísima Reina. Había elegido con mucho cuidado su atuendo para aquel día, Lucía un traje sobrio, de terciopelo azul oscuro, adornado con bordados y florituras de hilo hecho de plata. Las botas brillaban, lustrosas, llenas de remaches y terminadas en espuela, la capa se agitaba al viento, al igual que su cabello negro y llevaba su casco de comandante bajo
el brazo.Había dejado el arco de momento, solo portaba su espada y las navajas,escondidas en lo más recóndito de la capa, las botas y la casaca. Iba ataviado como el príncipe que ahora era. Sobre el pecho amplio y sereno, el pelinegro lucia el emblema platinado de los príncipes Erpa-ha, los Señores Herederos.
La gente del pueblo estaba reunida en el puerto para observar a los recién llegados, y todos aplaudían, saludaban, incluso lloraban. Jaejoong escaneó rápidamente todos los rostros,
encontrándolos conocidos a todos, pero no vio  Yoochun ni a sus padres.

Cuando la familia Imperial finalmente bajó del barco, el pelinegro se puso el yelmo (no quería que nadie lo reconociera aun) y caminó detrás de ellos, en línea recta tras la princesa, cuyos hombros rígidos y postura tensa le revelaban lo asustada e incómoda que estaba. Yunho caminaba en silencio al lado de él. Parecía más preocupado por vigilar a Jaejoong que por hacer su trabajo y vigilar al príncipe Adam.
El sinuoso camino que llevaba hacia la alta colina donde descansaba el palacio estaba adornado con cintas de tergalina blanca, donde cada pocos metros había una estaca de plata, clavada con saña en lo más profundo de la tierra, y de la que colgaba un simpático farolillo de papel blanco, con una vela ardiendo alegremente dentro.
Una vez entierra, el caballerango que muchos meses atrás despreciara e insultara a Jaejoong,
ahora le ofrecía en una profunda reverencia las riendas plateadas de su caballo blanco.

—Gracias —dijo el joven, montándolo después de ayudar a su princesa a apearse en la calesa. Con una orden breve, la procesión emprendió el viaje hacia el castillo, en silencio. Yunho montado en su magnífico alazán castaño cabalgaba cauteloso y pensativo al lado de Jaejoong,quien iba detrás de la calesa real. Los soldados y Valientes del Rey iban a pie, fieles y leales detrás de su comandante con las lanzas y espadas listas. Yunho les había informado la noche anterior que tal vez Jaejoong se toparía con algunos problemas y todos los
hombres habían jurado protegerle con su vida, porque Lo adoraban.
Después de algunos minutos, las trompetas del palacio sonaron anunciando su llegada, y los nobles y cortesanos de Calabria se reunieron en la amplia explanada del Palacio para obtener algún atisbo de la hermosa Princesa que dentro de poco se convertiría en su Reina.

Al cruzar las verjas de la entrada hechas de hierro decorado al estilo barroco, el joven pelinegro fue un importante blanco de miradas, Era imposible confundirse, era una persona de alto rango. Se veía por la manera en que montaba. tenía un aspecto magnifico, era alto, de cabello oscuro, mandíbula firme, y cuyo casco alado
enmarcaba un rostro amable y burlón.
Al contrario de sus antiguos temores, Jaejoong no estaba nervioso ni asustado como pensó que lo estaría. Se sentía frio, tranquilo y sereno, no tenía miedo, se apeó de su caballo con una elegancia desbordante y entró al palacio por las enormes puertas, erguido, con paso firme y decidido detrás de la Familia Imperial. Yunho lo vigilaba en todo momento, solo para asegurarse.
Cuan lejano le parecía a Jaejoong el recordar que hace un año, el mismo Changmin le había hecho cruzar aquellas puertas, haciéndolo sentir como un cervatillo asustado ante la imponencia y elegancia del castillo, y que ahora, le parecían lo más normal y común del mundo.
Al llegar ala oscura antecámara que precedía el enorme salón de recepciones se reunió con Ambrosía. Estaba ahí, sola, con un par de guardias de Mónaco a su lado, pues sus padres y su hermano ya habían entrado y saludaban efusivamente a los Reyes de Calabria.

—Jae… — ella lo miró, con la indecisión brillando en sus ojos claros.

—Tranquila,aquí te estaré esperando, no pasara nada, ahora tienes que ir y… ju, sentarte ahí, supongo, pero no pienses en nada pequeña.

—No Jae,—ella negó con firmeza — no quiero ir sola, por favor acompáñame.

—Pero, ¿cómo se verá que yo entre contigo? No creo que sea tomado muy… bien

—Eso no importa, tú eres mi guardia personal, nadie dirá nada, por favor.

Ella no tenía ni idea de la prueba tan grande que le estaba imponiendo a su guardaespaldas, quien nuevamente, se sentía atrapado entre la espada y la pared.
Jaejoong había estado evitando en todo momento mirar hacia dentro del salón, pero en aquel momento no pudo contenerse más. Volvió su afilado y gatuno rostro para mirar a través del humo delos inciensos que llenaban el salón. El arzobispo ya estaba ahí, enorme, rosado y regordete, con la mano apoyada en el cayado de oro puro que le servía también como bastón, sentado en el estrado. También divisó entre la multitud vestida con sedas y oropeles, al arrogante y presuntuoso príncipe Kyuhyun, con su suave cabellera, color rubio platino, su
corona era de oro y lucia magníficamente, pero con una actitud tan desdeñosa e insolente,que Jaejoong tuvo que apartar la mirada, sintiéndose asqueado. El rubio príncipe se había colocado en un estrado lleno de sillas amplias, tapizadas enterciopelo color sangre, al lado de donde habían colocado seis grandes tronos hechos de oro, que se erguían regios, con sus picos y puntas lanzándose hacia el techo.
 Y ahí, sentado justo en medio, en primer plano, estaba el Príncipe Changmin brillando en todo su esplendor, perfecto,callado, altivo e inalcanzable. Tenía el rostro ceñudo y actitud hosca, miraba hacia la nada. Estaba cambiado su rostro marcaba a la perfección sus facciones masculinas aunque sus recuerdos difícilmente podrían hacerle honor a su rostro perfecto, su pelo ahora era de un castaño claro. Estaba sentado sin prestar interés a nada, Iba vestido de negro, como siempre, y la corona que descansaba sobre su cabeza era plateada, delgada y muy puntiaguda, la más estilizada de todas, salpicada con pequeños rubíes acomodados simétricamente. Ocupaba uno delos dos tronos que estaban al centro. Sus padres estaban a su izquierda, conversando contentos, mientras que a su derecha, al lado del trono vacio que debería ocupar Ambrosía, estaban
los padres de ella, con los rostros adustos, serios y expectantes. Ya no parecían tan contentos.

Pero Jaejoong no podía apartar su mirada de Changmin por más de dos segundos, era una fuerza titánica la que lo instaba a acercársele, como si fueran dos piezas imantadas, únicas y hechas a medida que luchaban por juntarse. Jaejoong dio un paso al frente sin darse cuenta, con los ojos brillantes, se lamió los labios y volvió a lamérselos. En aquel momento nada le importaba, solo sabía que quería ir hacia Changmin y abrazarlo para sentirse encasa nuevamente…
Pero entonces recordó a Ambrosía, y recordó que Changmin nunca lo había querido para nada más que para jugar, y lo más doloroso de todo, que solo lo veía como se ve a un perro faldero, al que se puede golpear y encadenar. Lo había intentado esclavizar, jamás se había interesado realmente por él, nunca lo dejó volver a su hogar para darle a su madre el ultimo adiós, siempre lo vio como una diversión mas, como el bufón de la corte real. Descaminó el paso que había dado y regresó su mirada a Ambrosía.

— ¿Jae?

—Vamos Alteza — le dijo volviéndose hacia ella. Un oscuro fuego había comenzado a arder dentro de él — yo iré contigo.

— ¿Estás seguro? — Ella parecía ahora recelosa — y si mejor…

— ¿Mejor qué? — Jaejoong le dirigió una mirada interrogante, Sin darse cuenta se había ido encorvando un poco para quedar a la altura dela chiquilla.

—No… nada

—Vamos,dime, que sucede.

—Bueno… — en el acto ella se ruborizó hasta la raíz del pelo — es una idea descabellada nacida de la desesperación… —aclaró, levantando las manos— pero deberíamos fugarnos… tu y yo.

Jaejoong  parpadeó una vez, aturdido, y luego dejó escapar una risita incrédula.

—Si tal vez…pero sabes perfectamente bien que no tardarían ni un día en encontrarnos, y yo probablemente termine con el cuello en una guillotina y tu encerrada hasta el final de tus días.Por más que quisiera replicar, la princesa no tenia respuesta para eso, pues sabía que era verdad,así que, con actitud enfurruñada se acomodó el cabello y alisó su largo y pomposo vestido.

—Anda, vamos a encararnos con ese apestoso príncipe.

Y salieron hacia la luz del sol que se colaba por los enormes ventanales del salón. Ambos jóvenes tenían la misma expresión luctuosa en el rostro. Parecía que en lugar de ir a una recepción,iban a un funeral. Jaejoong podía sentir las oleadas de nerviosismo e incertidumbre que brotaban del cálido cuerpo de la princesa, y se obligó a ser fuerte por ella, porque se lo debía, y por eso se aproximó, sin duda ni vacilación, hacia la persona a
la que había jurado nunca volver a ver.

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Changmin suspiraba sin cesar, aburrido, hastiado hasta las pelotas, rebelde. Quería irse de ahí, pero no sabía ni siquiera a donde. En cuanto el murmullo apagado que reinaba en el salón se detuvo de ipso facto, supo que la caprichoso y rara princesita había hecho acto de presencia,pero no iba a mirarla hasta que fuese estrictamente necesario. Sabía que estaba comportándose como un crio de cinco años, pero poco le importaba lo que
pensaran de él, suficiente iba a ser tener que cargar con un matrimonio que detestaba por el resto de su vida.

Vio por el rabillo del ojo la áurea figura de luz que era su futura esposa, parecía resplandecer y brillar con luz propia cuando era golpeada por los cálidos rayos del sol, No se podía negar por más que quisiera a aceptar que ella era hermosa. Pero alguien más venia con ella. Un caballero, sin duda, por la vestimenta, el porte y la
altura.
Según las reglas de etiqueta que tan absurdas le parecían a Changmin, tenía que levantarse y reverenciara su futura esposa, y ella tendría que hacer lo mismo ante él, antes de tomarse la mano y sentarse ambos en el trono, solo faltaban seis días para la ceremonia que los uniría de por vida, pero ya tenían que empezar a fingir que se toleraban. Todo aquello le parecía a Changmin de lo mas insensato, ilógico, disparatado, incongruente,ridículo y estúpido,pero necesario.
Se levantó a regañadientes, y se volvió hacia las dos figuras que esperaban dos escalones más abajo, de pie sobre la mullida alfombra roja…

En cuanto el príncipe volvió finalmente la vista hacia ellos, Jaejoong se quitó el yelmo dorado de comandante de la cabeza en actitud orgullosa, permitiendo que su sedosa cabello negro se viera con resplandor, y clavó su oscura y serena mirada en Changmin… y el tiempo se detuvo para ambos.

La sorpresa fue grande para Jaejoong, e inmensamente grande para Changmin,  Su corazón se detuvo por varios latidos, también su respiración, y hasta su sangre parecía haberse coagulado en sus venas. ¿Era real, u otro más de sus espejismos? Pero al ver el pálido y orgulloso rostro de Jaejoong, que no reflejaba nada más que coraje, supo que sí, que era real, porque sus alucinaciones generalmente estaban de mejor humor.

El príncipe,azorado, dio un trastabillante paso hacia atrás, Apenas podía creer lo que veían sus ojos, le dirigió una fugaz mirada de reojo a la princesa, porque sus ojos parecían haberse anclado a los del pelinegro. Sus manos comenzaron a sudar, en el estrado, la mandíbula del príncipe Kyuhyun se fue hasta el suelo y no pudo reaccionar. Los ojos de Changmin se desorbitaron, como si así pudiese ver mejor y comprender por fin lo
que se erguía frente a él. ¿Cuántas noches había soñado con tenerle? ¿Cuántos días había fantaseado con encontrarlo, de encontrarse, para volver a apasionarse? ¿Cuán sumido lo había dejado en su soledad y miseria...? ¿Para aparecer finalmente ahora, unos cuantos días antes de su boda?  Y, finalmente después de tanta incertidumbre, por fin lo tenía enfrente, sosteniéndole la mirada en abierto y altivo desafío. Changmin sintió que su boca había perdido todo el rastro de humedad, y que su corazón salía disparado y se estrellaba contra sus costillas con la fuerza de una bala de cañón, para rebotar locamente contra su esternón.
¿Qué debía hacer? ¡¿Que se supone que debía hacer ahora?! Por un momento, su mente se bloqueó, quedándose completamente en blanco, no supo qué hacer.
Entonces un leve siseo ahogado le hizo reaccionar, porque estaba de pie ahí, en medio
del gran salón, haciendo un completo ridículo frente a todas las personas reunidas.

Volvió a enfocar su vista y relacionó lo que tenia frente a él. Jaejoong, un Jaejoong elegante y hermoso,vestido tan finamente como un noble. No. No como un noble, solo le faltaba tener una corona en la cabeza para ser todo un príncipe. Se pregunto cómo luciría si se quitaba su propia y pesada corona y la colocaba sobre la cabellera oscura de Jaejoong…
mmmm sería mala idea, terminaría haciendo cosas que no quería hacer, por lo menos no
frente a todos.
Y junto a su caprichoso y adorable pelinegro, estaba de pie su futura esposa, con el aspecto de una muñeca de porcelana hecha miniatura, moldeada con cuidado y esmero.
Entonces Changmin se dio cuenta de la postura de la princesa, que se inclinaba hacia Jaejoong, como queriéndose esconder tras él. Y también vio la postura del pelinegro,protectora, como si quisiera escudar a la princesa con su propio cuerpo, de él, y una enorme y negra nube de celos se cernió sobre su cabeza.

Le dirigió a Jaejoong una mirada de ardiente furia. en sus ojos no había amor, ni pena, solo dolor y culpabilidad, y una rabia ciega. Pero Jaejoong no se arredró en ningún momento,y respondió a aquella mirada con el llamear de la suya. El fuego que había en sus ojos crujía y chisporroteaba, parecía como si estuviera a punto de salir disparado y trazar un sendero llameante por el aire hasta llegar a Changmin y chamuscarle los ojos con su feroz
luminiscencia.Tan agresiva era su mirada, que Changmin  terminó por desviar la suya. No entendía,no entendía nada de lo que estaba sucediendo, pero en el fondo, se sentía sorprendido,asustado y orgulloso.
Extendió la mano de manera automática hacia la princesa, quien, después de un momento de vacilación, colocó su pequeña mano dentro de la de Changmin, y tras dirigirle a Jaejoong una mirada de muda suplica, dejó que Changmin la condujera hacia el frio y duro trono de oro, donde se sentó sin decir palabra, ni levantar la mirada.
Acto seguido y después de lanzarle a Ambrosía una alegre mirada de complicidad, Jaejoong hizo una leve reverencia y se retiró al fondo del salón, donde Yunho y sus hombres aguardaban.

Durante todo el tiempo que Jaejoong y el príncipe estuvieron encarados, como un par de gladiadores esperando para destrozarse el uno al otro, Yunho había permanecido de pie, tenso y con los dientes apretados, al igual que los Valientes del Rey,quienes esperaban la mas ínfima señal para derramarse con las lanzas en alto y atravesar el cuerpo de Changmin y de todos los remilgados cortesanos de Calabria. Poco importaba si se desataba una guerra, los soldados lo estaban deseando. Pero ahora Jaejoong estaba sano y salvo, comandándolos de
nuevo, digno y gallardo como siempre, y Yunho se permitió relajarse.

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Las presentaciones eran aburridísimas, así mismo lo era también el sermón de larzobispo.
Ninguno delos jóvenes nobles prestaba atención.
Los reyes escuchaban atentos, y hasta la maligna abuela de Changmin estaba interesada,tanto
que no se percató en quien era el pelinegro tan elegante que fungía como el guardaespaldas de la princesa.
El tiempo pasó, Ambrosía jugueteaba nerviosamente con un flequillo dorado de la manga de su vestido, enrollándolo y desenrollándolo mientras pensaba en las musarañas. Jaejoong y
Yunho permanecían de pie, y de vez en cuando se cuchicheaban alguna bobería, o criticaban a algún remilgado y ambos reían por lo bajo.
Changmin permanecía pensativo, con la mirada clavada en la lejana figura del pelinegro,con la certeza deque el apuesto pelinegro lo ignoraba a propósito. No sabía si le gustaba o no, pero se sentía excitado y emocionado, como hacía un año no lo hacía, estaba prácticamente saltando por la emoción.
No podía dejar de contemplarlo, lo había intentado muchas veces, y en todas había fracasado.En algún momento de su ausencia, adivinó Changmin, Jaejoong había cambiado, y mucho. Todo en el era mil veces más hermoso que antes, su rostro había adquirido una fría belleza marfileña, los pómulos, protuberantes y afilados, los arcos negros gemelos de sus cejas que se lanzaban hacia las sienes, los estanques negros de sus ojos, que se llenaban de parpadeos luminosos mientras el joven soñaba despierto. Su cabellera caía sobre su frente y enmarcando su rostro, como una lamina traslucida de un color negro azulado.Completamente hermoso, y completamente lejano. Changmin jamás lo había sentido más lejano,su inocencia se mezclaba con una altivez casi helada que lo hacía inescrutable.
Y ya estaba deseando aprisionarlo entre sus brazos otra vez.

1 comentario:

  1. Ooohh ... esta muy interesante, por favor actualizacion pronto ... me encanta este fic

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