martes, 30 de septiembre de 2014

EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO EPISODE 2

El sol estaba brillando en lo más alto del cielo y avanzaba con su lenta majestuosidad hacia el horizonte,para morir detrás de él y renacer al día siguiente desde las entrañas del mismísimo océano.
Una perlada gota de sudor se escurría con la perezosa lentitud con que fluye la nata batida por el canal de una espalda muy blanca, de líneas muy fuertes y suaves a la vez.
El calor sobrepasaba los 37°C y el suelo ardía. Bajo este calor abrazador, estaba trabajando el despojado príncipe Kim Jaejoong a secas para todo el pueblo de Calabria. Aquel muchacho que levantaba suspiros por todo el pueblo, de todas las chicas y algunos chicos incluso, pero era comprensible o eso pensaba su madre, Constanza. Todos lo habían visto con el pasar de los años. Jaejoong se había transformado completamente, de ser un pequeño desnutrido, insanamente delgado y desproporcionado, hasta convertirse en la criatura más fascinante que se había visto en varios reinos a la redonda. Ahora, a los 20 años era muy diferente.Tenía un rostro simétrico y andrógino, de piel lisa y suave, blanca como el alabastro y unos ojos
relucientes, tan oscuro como un par de topacios imperiales. Su cabello largo era tan oscuro
como la noche cerrada, caía por su frente y tocaba levemente sus hombros de marfil. Unos cuantos mechones rebeldes escapaban para enmarcar aquel rostro asombrosamente bello y la puñalada oscura de sus ojos. Su silueta era alta y delgada, grácil y esbelta,sus movimientos eran elegantes, fluidos y su mirada digna y apacible relajaba a quien quiera que estuviese con él. “Jaejoong nació para la realeza, así de sencillo” se decía Constanza siempre que lo miraba.

—Buen día Jaejoong— saludó con amabilidad la señora Lucie, la esposa del panadero, al joven pelinegro que se afanaba en quitar la hierba mala de la cerca de madera blanca de su jardín.

—Buen día, o tarde— respondió el chico con amabilidad al momento que alzaba la cabeza...-Cuando los ojos de Jaejoong se encontraron con los suyos, la mujer sintió que se le humedecían las entrañas. Lo contemplaba con una concentración que rozaba lo fascinado y bajó la mirada en el momento en el que Jaejoong se removió incomodado por sentirse observado.

—Espero que termines pronto— le dijo la mujer y después se perdió por el sendero de piedrecillas de colores que llevaban hasta su casa, con la mente vuelta un torbellino, el mismo de siempre cuando se topaba con Jaejoong, y entró en su hogar sin dejar de repetirse que él era demasiado joven.

Jaejong se pasó el dorso de la mano por la frente para apartar las molestas gotitas de sudor, y dio un leve chillido cuando una cruel espina se incrusto en su pulgar.
La señora Lucie volvió a hacer una aparición después de unos minutos, llevaba en una mano un vaso de cristal rebosante de agua cristalina y se topó de nuevo con Jaejoong, que tenía el pulgar en la boca, en una actitud infantil bastante graciosa y le tendió el vaso.

—Toma querido, esto te reanimará— dijo y Jaejoong, agradecido tomó el vaso.

—Se lo agradezco de veras—alcanzó a decir antes de llevarse el inmaculado vaso a los labios. Bebió el agua con avidez, a borbotones y algunos delgados hilillos cristalinos se escurrieron por sus comisuras, bajaron danzando por su esbelto cuello blanco y se perdieron en las profundidades de su pecho que quedaba cubierto por la holgada camisa negra que portaba.
La mujer se perdió observándolo otra vez y cambió el peso de un pie a otro, incómoda al sentir como ese territorio ya desconocido para ella, se dio la vuelta y caminó de prisa hacia su casa, prometiéndose a sí misma estar en la iglesia al día siguiente para olvidar aquella experiencia.
Pasaron dos horas más y finalmente Jaejoong se incorporó y se sacudió las roídas ropas.

—Terminé— anunció con un suspiro mientras se recargaba en el marco de la puerta de entrada de la casa de la señora Lucie.

—Tu paga está en la mesita junto a la puerta querido, gracias. — dijo esta—por su seguridad— no volvía a mirar  y siguió con los ojos fijos en su lectura,aunque no tenía idea de que leía, ni siquiera había notado que tenía el libro al revés.

—Pero…— el pelinegro bajó la voz al ver el dinero— esto es el triple de lo que me prometió— le dijo al ver lastres relucientes liras de plata que descansaban inocentes sobre una linda carpetita tejida.

—Lo mereces, has trabajado muy duro, y estoy segura que será de mucha utilidad para tu madre y para ti, y por cierto entrégale mis saludos y dile que espero mejore pronto.

—Gracias— balbuceó Jaejoong, con el usual nudo en la garganta que le impedía hablar cuando le preguntaban por su madre. —yo le entregaré sus recuerdos. Y salió de la casa antes de soltar el llanto.
Tomó su bolso tejido y se lo cruzó por el pecho al salir a la calle empedrada llena de personas aun en actividad. Camino rápidamente entre la gente, saludando cortésmente aquí y respondiendo por allá. Saludó al lechero y le agradeció con una enceguecedora sonrisa cuando este le tendió un vaso de yogur natural que estaba muy frío. Le deseó buen día al carpintero, y también se topó con el papá de su amigo Yoochun, conversaron unos minutos, y Jaejoong le anunció que iría con Yoochun ala costa al día siguiente, ya que ese día el castaño estaría en los campos labrando hasta entrada la noche.
Estaban por despedirse cuando un alboroto les llamó la atención, los cascos de un caballo resonaron en las piedras y la bestia castaña apareció a todo galope por el camino principal dos segundos después, Jaejoong apenas alcanzó a salir del camino antes de ser aplastado por el imponente caballo. El jinete era un joven de reluciente cabellera rubia que revoloteaba con el viento. El sol hacia relucir su casaca azul celeste, los botones de oro brillaban como diminutos soles y las botas negras y lustrosas acicateaban al caballo para que aumentara la velocidad.

— ¡Apartá del camino, plasta! —le gritó a Jaejoong. este lo siguió con la mirada hasta que desapareció por un recodo del camino sin despegar los labios ni un segundo de su vaso ya casi vacío de yogur.

— ¿Quién era…?— preguntó al padre de su amigo, mientras apuraba las últimas gotas de aquel producto lácteo tan frío.

—El príncipe Kyuhyun— respondió éste. — todo un petardo real, seguramente aparecerá por aquí de un momento a otro el tirano príncipe Shim, persiguiéndolo. Esos dos siempre están peleando como marido y mujer mientras que todos nosotros trabajamos para que ellos…
Pero Jaejoong no lo escuchaba más, se había desconcentrado. Aún vivía dentro de él su anhelo por los terrenos palaciegos, durante toda su vida había escuchado hablar de su soberano, el monarca tirano que les quitaba su poco dinero con los elevadísimos impuestos, el niño mimado que hacia pataletas y rabietas a diestra y siniestra, el apuesto y arrogante príncipe Changmin, o eso decían porque Jaejoong jamás había tenido oportunidad alguna de verlo. Y tampoco es que quisiera esperar para verlo porque seguramente su madre ya lo esperaba a él en casa, así que se limpió la boca con restos de yogur con el dorso de la mano y meneó la cabeza. 

—Hasta pronto señor Park, por favor salúdeme a Chun, mañana vendré por él— se despidió y reanudó su camino.
Mientras Iba caminando y procurando las sombras, pues las piedras del suelo aún seguían ardientes,  este giró por la calle de la taberna,encontrándose con Rose, una prostituta, recargada en la puerta, con su habitual atuendo que no dejaba casi nada a la imaginación. Al verlo, ella lo saludó con un guiño, lanzándole un beso con sus carnosos labios rojos.  Jaejoong ruborizado se acercó a ella, a él le caía bien Rose, y se preguntaba si no había algo malo en su cabeza, pues las voluptuosas curvas del cuerpo femenino no despertaban absolutamente nada en él,más que una especie de simpatía lastimosa. Odiaba que Rose tuviese que ganarse la vida así, soportando ser besada y poseída por hombres borrachos y gordos, y todo por unas cuantas liras de bronce deslucido.

— ¿Qué tal, guapísimo Jaejoong?— saludó acercándose y meneando la cadera de manera sugerente en dirección al pelinegro. Aún albergaba la esperanza de poder disfrutar de ese
cuerpo.

—Hola Rose— respondió Jaejoong sonriendo con entusiasmo — ¿Qué tal estas? ¿Te tratan bien ahí dentro?

—Aburrida pastelito y no te preocupes por mi —Jaejoong se ruborizó hasta las puntas de los pies — lo importante no comienza hasta dentro de unas horas, ¿aún tienes ese delinador
que te regalé o quieres un más? El pelinegro cerró los ojos varias veces, agitando sus largas pestañas para mostrarle el delineado. Curiosamente al pintarse los ojosno se le veía afeminado, al contrario, se le notaba mas afilado y encantadoramente apuesto, algunas de las prostitutas que estaban dentro de la taberna dejaron escapar suspiros y risitas tontas al verlo.
Jaejoong lo notó y las saludó con timidez, levantando su larga mano. Quizá las manos de Jaejoong era lo que más pregonaba a gritos su sexo, eran grandes y fuertes, y las venas azules se abultaban debajo de la delicada piel blanca.

—Ya sabes que las vuelves locas queridito— dijo Rose con voz sugerente —y sabes que podríamos hacerte sentir bien,entre todas —se acercó hasta quedar muy cerca de él y pegó los rojos labios a su oído—y sin cobrarte ni media lira, cariño— le dijo mientras le mordisqueaba el lóbulo suavemente y un diluvio de sensaciones se instaló en el bajo vientre de Jaejoong. Las manos de la chica se colaron debajo de su camiseta al ver que élno retrocedía, y una vaga sensación de gozo la embargó, las delgadas manosfemeninas sobre su pecho despertaron en él la alarma. Sonrió y con firmecaballerosidad apartó las manos de Rose de su cuerpo, la obsequió con un besoen la frente y apretó sus manos al verla hacer un puchero.

—Sabes que eso no sería justo Rose, no puedes hacerlo, pero seré tu amigo toda la vida, y te quiero de verdad— dijo con fervor —ahora he de irme, quizá mi madre se haya puesto mal otra vez.
La atractiva chica asintió,sintiéndose derrotada y lo miró irse, anhelando cada centímetro
del cuerpo esbelto y blanco que se alejaba,  El joven príncipe caminó apresurado quería ver a su madre, le daba pánico dejarla sola mucho tiempo, esos dolores que la aquejaban aterraban a Jaejoong, sus gritos desesperados le hacían llorar de rabia y presentía que no había remedio alguno, que solo estaba prolongando lo inevitable, pues nunca se enteraría que su madre estaba siendo consumida por una variedad aun desconocida y oscura del cáncer.
Su casa estaba casi a las afueras del pueblo, cerca de la vereda que llevaba directamente
a la costa, donde casi siempre estaba encallado un barco enorme, con las coloridas banderas de la isla Siciliana. Jaejoong había trabajado ahí también, limpiando las cubiertas y puliendo las chapas, adornos y esculturas hechas de oro macizo.
Sabía que el navío era del príncipe Kyuhyun, el rubio que casi lo había aplastado con su caballo hacía un rato.
Caminó distraídamente hasta llegar a su casa, la puerta chirrió un poco y retumbó al ser
cerrada.

—Ya estoy aquí mamá— anunció Jaejoong, mordiéndose el labio inferior al oír un leve quejido.

—Que bien cielo ¿te fue bien? —respondió una voz ronca y cascada.

—Sí mamá— respondió y se dirigió a la habitación de su madre, se sentó a los pies de su cama y acarició sus pies envueltos en mantas —mamá no has comido nada de lo que te dejé— se quejó al ver el plato intacto al lado de la cama de su madre, ya frío y reseco.

—Lo siento corazón, pero en verdad que no tengo nada de hambre, tal vez mañana…

—Está bien mamá— dijo Jaejoong y se levantó para tomar el plato.

—Te trataron bien cariño¿verdad? — preguntó su madre, con la mirada clavada en las manos rojizas y cansadas de su hijo.

Jaejoong retiró el plato con rapidez, tratando de esconderlas. Sabía que Constanza estaba fatigada con su enfermedad, como para mortificarla aún más, le dolía en el alma ver a su más grande ejemplo postrada en la cama, sin moverse, casi sin respirar por el dolor. Ella había sido lo único que él conocía, lo único que tenía, lo más valioso y luchó por contener la marea de lágrimas que empezaba a formarse en sus ojos.

— claro mamá, incluso me dieron agua y yogur, eso me ayudó muchísimo— relató Jaejoong sonriendo con mucho esfuerzo, quizá porque no estaba mintiendo ni exagerando.
Constanza vio la veracidad en las palabras y en las facciones de porcelana de Jaejoong y asintió satisfecha.

—Me da muchísimo gusto, cielo —comentó con voz cansada, los ojos se le cerraban y antes de notarlo ya estaba nuevamente dormida.

Jaejoong se acercó a su madre,la arropó con cuidado y ternura y besó su frente, sintiendo los pelos de punta ante la frialdad de su piel, su extrema delgadez y sus rasgos cadavéricos. Alcanzó a salir a medias y sus mejillas ya estaban surcadas de lágrimas de amargura, de odio contra la vida.Odiaba al destino que se había ensañado con su madre de aquella manera.
Dejó el plato en el cubo destinado para ello. Por la mañana tendría que ir a traer agua para lavar los pocos platos que tenían y asear un poco a su madre. Jaejoong aborrecía bañarse de aquella manera, mojándose con algunos chorros de agua helada, y odiaba aún más tener que someter a Constanza a aquella tortura helada. Él prefería asearse en el océano, su actividad favorita era nadar, lo hacia todos los días por la tarde, y cuando estaba en lo profundo del fresco mar su mente se ponía en blanco y olvidaba todos sus problemas.
Hubiera querido ir con Constanza, como cuando él era un niño, pero ella estaba demasiado débil,incluso para hablar.
Después de frotarse las sienes con cansancio, se sentó en la sencilla silla de madera, apoyó los codos en la superficie de la mesa llena de agujeros y cortes ocasionados por el paso de tiempo y apoyando su delicado rostro en sus manos lloró, dejando que sus lágrimas cayeran libremente por su rostro hasta que se desahogó. Ahora que su madre no salía de su habitación para nada, no podía cuestionarle el porqué de sus lágrimas, las cuales caían con tanta abundancia porque en el fondo de su corazón, sabía que su madre no tenía cura alguna, que solo era cuestión de tiempo. Alzó su vista, empañada como un cristal sucio y le rogó a Dios que la agonía de su madre
no fuera larga, que se apiadara de ella y se la llevase pronto con él, aunque eso implicara quedarse completamente solo en el mundo. Se levantó y con la mente atribulada llena oscuros pensamientos se dirigió a su pequeña habitación y mientras se dejaba caer en su delgado colchón ya se había quedado
dormido, aunque las lágrimas no dejaron de manar de sus ojos.



**********************************************

— ¿¡QUE VAS A QUE?! — tronó el príncipe Kyuhyun, negándose a creer lo que Changmin le Relataba, incluso se había mareado y había tenido que sostenerse de la mesa de mármol blanco que estaba en el cuarto del príncipe. El florero encima de esta se tambaleó peligrosamente.

—Pues lo que oíste Kyu, que mis padres vinieron con el cuento de que estoy comprometido con una mujer que en mi maldita vida he visto, y que en un año debo ser un viejo anquilosado y estar casado— respondió el príncipe mientras miraba al rubio con advertencia. El florero era regalo de su abuela y pudo estabilizarlo antes de que se hiciera añicos contra el suelo.

— ¿Pe-pero con quien? — demandó Kyuhyun aun sin podérselo creer, es que no podía ser posible, jamás podría hacerse a la idea de un Changmin casado, un Changmin con esposa, besándola,abrazándola y haciéndole el amor cada noche, simplemente no podía y no iba a permitirlo. La resolución brilló salvaje en sus ojos.

—Ya te dije, ¿eres anormal? Es más, ni me acuerdo del nombre ridículo que tiene, algo iba del hambre…ambrosia,hambreada o algo así y no me importa—Changmin había caminado hasta su terraza y con los codos apoyados contra el barandal de piedra caliza miraba distraído hacia el horizonte. La ominosa capa ondeaba libre al viento y sus ropajes negros llenos con adornos en plata le conferían un aspecto casi irreal Kyuhyun reprimió las ganas de abrazarle y se colocó a su lado.

— ¿y no puedes zafarte? Digo¿Qué tal si te rehúsas o algo así? — habló más para sí mismo que para Changmin pero éste de igual manera le respondió.

—No puedo, o vendrá de nuevo mi Padre con su maldita canción de que él es el Rey y mil insensateces más y no podre hacer nada, hablar con él es como hablar con un maldito muro, Changmin se sentía aun frustrado y molesto, no había salido de su habitación desde que el día anterior sus padres le hubiesen arreglado, -o desarreglado- la vida. Solo había atinado a mandar un mensajero para que le trajera a Kyuhyun, el único con el que realmente podía desahogarse.

—Venga Min, no pensemos mas en eso. ¿Qué tal si vamos a cabalgar? Así te distraes y sales de aquí porque ya hueles como a muerto— se burló y recibió un puñetazo en el hombro por parte de su amigo. Además el también necesitaba distraerse o se terminaría por arrancara puños su cabello rubio.

—Y tú apestaras a rosas ¿no? Rubio pollo, anda vámonos— a Changmin le agradaba la idea de salir a cabalgar, quería ir ala playa y ver como las olas salvajes se envolvían en sí mismas y se reventaban contra las rocas cortantes y puntiagudas de la playa de Torrino. Quiso ser una ola para poder ir y venir a su antojo sin que le dijeran como vestir o a donde ir, incluso a quien debería entregarse en cuerpo y alma aun sin conocer a dicha persona.

—Vámonos entonces— saltó Kyuhyun,contento mientras seguía la gallarda caminata de Changmin. En comparación, el rubio parecía un cachorro feliz de que su amo se decidiera a jugar con él. En cambio la expresión de Changmin era del más puro hastío, pero el rubio ni lo notó.

*******************************************

Jaejoong se había hundido tanto en las frías olas que su trasero tocó la arena. Se imaginó que
estaba dentro de las fauces de un monstruo furioso, el cual iba a engullirlo de un momento a otro. “Pero no lo harás” se dijo y se impulsó ala superficie, y en cuanto asomó la cabeza, otra ola gigantesca reventó en suc ara volviendo a enviarlo al fondo y despachando un chorro de ardiente agua salada que bajó quemando por su garganta. El mar de la costa de Torrino estaba enfadado.
Como odiaba que le sucediese eso, si Yoochun no se hubiera puesto a jugar como un niño
de 5 años el podría haberse clavado en las entrañas de la ola pero no, ahora él castaño iba a ser responsable de su trágica muerte… Bueno, quizá estaba dramatizando un poquito porque él era un experto nadador, solo le fastidiaba luchar con esas olas caprichosas e inquietas. “Las mujeres deben ser igual que las olas” se dijo y no supo de donde había sacado aquello y como, no quería seguir pensando estupideces nadó con gracia y destreza, sonriendo hacia las azules profundidades, hasta que salió trotando ala playa, con sólo unos pantalones cortos pegados a sus atléticas piernas y el pelo mojado chorreando gotitas saladas por todo su cuerpo. Era una visión que hubiera detenido el corazón de los mismísimos Dioses del Olimpo. Para aumentar su enojo, el castaño que lo había acompañado desde que pudo sostenerse en pie, el de ojos alegres que le recordaban a un par de esmeraldas brillando en una montura deplata, el su mejor amigo Yoochun, estaba revolcándose en la arena, presa de unas carcajadas tan potentes que hasta los ojos le lagrimeaban. Tenía el cuerpo totalmente blancuzco por la arena que se le había pegado a la piel húmeda y el cabello enredado.

— ¡Deja de reírte raton feo! —Gritó Jaejoong, sintiéndose ofendido —por tu culpa casi muero
ahogado ahí dentro— chilló.

—Oh vamos Jae, tú no te ahogas ni aunque yo te hundiera la cabeza por cinco minutos— hipó entre risitas ahogadas— además hubieras visto tu cara cuando la ola te cayó en la cabeza,¡fue de época!

—Así meteré yo tu cabezota pero en la letrina de mi casa— amenazó al castaño con voz trémula. Decidió ya dejarlo pasar y se arrastró hasta la arena seca de la playa. Tanto luchar contra las olas lo había dejado completamente agotado y se tendió cómodamente.
Los rayos del sol impactaban en su blanca piel y secaban lentamente las gotitas que danzaban traviesas sobre su pecho. El aire caliente acariciaba sus parpados cerrados y enviaba mechones de su sedoso cabello negro hacia su nariz, mechones que Jaejoong apartaba haciendo gestos, pues le hacían cosquillas. Pensó en su madre, ella siempre ocupaba gran parte de su mente, la había dejado durmiendo –últimamente solo dormía- después de administrarle el medicamento que el médico había ordenado y a que Jaejoong tanto le había costado conseguir, pero no le
importaba trabajar hasta que las manos le sangraran, lo hacía gustoso porque esa pasta
dulzona y pegajosa -a la que llamaban morfina- hacia que su madre pudiese dormir y
dejara de gritar.
No supo en qué momento se quedó dormido, solo fue consciente de que Yoochun, tendido a su lado ya llevaba un buen tanto roncando. Nunca se percató del par de jinetes vestidos con finas sedas y terciopelos que cabalgaban hacia ellos a paso lento.

****************************************

Changmin y Kyuhyun atravesaron el pueblo sin prisa alguna, cada quien sumido en sus pensamientos. A Changmin le relajaba en sonido de los cascos de su enorme caballo negro contra las piedras. Le parecía que nada podía escucharse mejor y siempre se aseguraba de que su animal estuviese en perfectas condiciones. Adoraba a su enorme corcel negro al que había llamado Aquiles.
La guardia de prinipe Changmin los seguía a una prudente distancia, atentos a cualquier situación que pusiera en peligro a los jóvenes nobles. Mientras avanzaban, los habitantes del pueblo los reverenciaban cayendo rodillas en el acto con la cara al suelo y los brazos estirados al frente. Kyuhyun se ufanaba al verlos así de sometidos. A Changmin no leinteresaba en lo más mínimo, ni siquiera los miraba. Su mente trabajaba a mil por hora maquinando ideas para zafarse de la ridícula boda que se le avecinaba. Unescape, un homicidio, fingir una enfermedad, tal vez ir con su abuela…
pero desechó en el acto la idea,pues si lo hacía seguramente rodarían muchas cabezas en el palacio –literalmente hablando pues la anciana ex reina no había perdido su sadismo con el paso de los años-y con esas ideas rondando su cansada mente llegaron a la costa y caminaron a la orilla de la playa.
Su caballo Aquiles bufaba cada vez que sus patas se hundían en la arena húmeda y Changmin
le dedicaba palabras de aliento al animal, acompañadas de suaves caricias para que no se desanimara, pero a la octava vez que sucedió, Changmin decidió detenerse un momento para darle un descanso, de modo que Kyuhyun se le adelantó unos metros. Los 8 jinetes de la guardia del Principe se detuvieron detrás de él.
Por su parte, el rubio príncipe también pensaba en el compromiso de Changmin. Estaba molesto y se desquitaba hasta con las piedras que se le cruzaban al frente y acicateaba a su caballo castaño sin compasión alguna.

—Majestad— saludó un pescador mientras bajaba una red llena de peces de su bote, Kyuhyun le dedicó una sentimiento distraído y siguió su camino.

—Vaya, vaya, vaya, pero que tenemos aquí— suspiró y se detuvo al ver a dos jóvenes con ropas harapientas tendidos cómodamente en la arena. Uno era de cabello castaño y facciones muy marcadas, elotro era delgado y blanco, con un brillante cabello negro que estabadesparramada por la arena y un rostro en calma que era perfecto, algo queKyuhyun no podía soportar y la envidia llameó ardiente y roja por su pecho.

—De rodillas— les ordenó a las dos figuras dormidas y ninguna reaccionó al estar sumidas en un profundo sueño se le calentaron los ánimos y desmontó.
— ¡DE RODILLAS DIJE! —grito a todo pulmón y pateó a Jaejoong sin piedad en las costillas desnudas obteniendo como respuesta a un joven que se despertaba de un salto, presa de un dolor punzante y se retorcíapor la arena, Kyuhyun sonrió.
—Parece que solo así aprenden ustedes, ratas infelices— habló con voz afilada, peligrosa.

Yoochun había despertado y se había levantado de un salto, dispuesto a atacar como una pantera, pero al ver al rubio príncipe había caído de rodillas ante él, aunque no perdía de
vista ni un segundo a Jaejoong,quien aun se retorcía en su agonía y no se había postrado aun.

—Tú, pelinegro ¿es que no escuchas? dije de rodillas al frente— volvió a repetirle pero Jaejoong  ni siquiera lo escuchó. Apenas podía metersuficiente aire a sus pulmones cuando otro golpe, otra punzada, lo quemó através del torso. Kyuhyun lo había vuelto a patear y con bastante saña además, y en esta ocasión un líquido caliente empezó a pringarle el costado. Al patearle, el rubio príncipe había hundido la punta dorada de su bota entre la suave carne que separaba las costillas de Jaejoong, haciéndole una herida muy profunda y bastante aparatosa.
Los ánimos de Yoochun se caldearon y deseó poder saltar encima del príncipe sádico y estrellar su cara contra las rocas hasta que los ojos se le botaran de las cuencas y se le borrase esa maldita sonrisa del rostro, sus dientes rechinaron por el coraje.
Jaejoong  jadeaba y reprimía los aguijonazos del dolor.Había logrado colocarse sobre sus rodillas y se había abrazado el torso con ambos brazos para contener el dolor y la hemorragia. Respiraba trabajosamente inclinado contra la arena y ésta se le metía en la boca y la nariz y le picaba los ojos. “¿Pero qué clase de cobarde despierta a patadas a alguien que no le estaba haciendo nada?” pensó y el mismo se respondió en menos de dos segundos “la realeza Jaejoong, esos asquerosos príncipes mimados son los que lo hacen” y entonces levantó el rostro para mirar mejor a su agresor con sus ojos de felino. Se topó con un par de pupilas cafe, frías como el hielo y un rostro que sonreía maniáticamente.
Casi en el acto reconoció al príncipe que el día anterior había estado a punto de pisotearlo con su caballo. El príncipe Kyuhyun..-Pensó en defenderse, en responder  total, al fin podría poner en práctica todo loque le había enseñado el general Takeshi, un soldado de la elite japonesa, retirado, que había llegado a las costas  hacia muchos años en busca de un retiro tranquilo, y que había accedido a enseñar a Jaejoong a defenderse cuando
era un niño–nunca a atacar- por petición de Constanza, para cuando le fuera necesario, y vaya que era necesario en esa ocasión, pero al sentir que las costillas le ardían como si tuviese una llama dentro, supo que no podría esquivar ni un solo golpe.
Kyuhyun se acuclilló frente a Jaejoong y acercó su rostro al del pelinegro, mirando las gotas de
sudor que le resbalaban desde las sienes hasta el cuello. El dolor debía estarlo matando y
eso le agradó.

— ¿Te duele, pelinegro? —preguntó con sorna y le asestó un puñetazo en el pómulo izquierdo, Jaejoong se tambaleó pero logró sostenerse sobre sus rodillas. También sintió correr la sangre por su cara, además del dolor del golpe, las sortijas que portaba el príncipe en los dedos le habían abierto una herida en el rostro.

—Te pregunté algo, maldito miserable, si no me respondes volveré a hacerlo y puedo estar así toda la tarde—le dijo con voz suave y se levantó para volverlo a patear. Esta ocasión fue de lleno en el pecho y Jaejoong fue arrojado sobre su espalda contra la arena y el aire fue expulsado de golpe de sus pulmones y comenzó a ahogarse.

— ¿Sabes? incluso te vez cómico así ¿no lo crees tú, castaño? — Pregunto apoyado en una rodilla, mirando a Yoochun que temblaba de rabia e impotencia —vaya otro que no responde, ¿es que no tienen lengua?... da lo mismo, me encargaré de ti después de educar a este campesino—amenazó a Yoochun y se acercó a Jaejoong, quien yacía tendido de espaldas al suelo e intentaba con todas sus fuerzas jalar aire hacia sus pulmones.

— ¿Sabes qué eres guapo? Tu rostro es bonito, quizá demasiado y eso aquí no está permitido,
así que vamos a arreglarlo cuanto antes, además el rojo te sienta, estas demasiado pálido, yo te ayudaré—ofrecía y desenvainó su daga familiar, la que había pasado seis generaciones en su familia. Era un cuchillo largo y afilado, el pomo y el nudo central eran de oro solido y estaba adornado con piedras preciosas.
—Es bonita ¿no? Con ella podre arreglarte un poco, tal vez te saque un ojo o amplíe tu sonrisa hasta la oreja,además, quien te viera, si no tuviera a la vista tu pecho plano y flacucho pensaría que eres una de esas prostitutas baratas de la taberna del centro,¿Qué clase de hombre se pinta los ojos? — le comentó a Jaejoong, como si fueran grandes amigos y se rio al ver la expresión de completo terror que desfiguró las facciones del chico cuando acercó la punta reluciente del cuchillo a su ojo derecho, donde el agua salada había corrido a medias su maquillaje negro.
Yoochun comenzó a temblar de verdadero pánico. Sabía que el rubio iba enserio y que no
podría hacer nada mientras torturaban y desfiguraban a su mejor amigo ante sus ojos, pensó e incluso sedecidió, si herían a Jaejoong con ese cuchillo el saltaría sobre el príncipe ylo mataría, aunque fuera a la horca por eso, y estaba a punto de hacerlo cuando vio que se acercaba por la playa otro caballo de potentes patas negras y crin larga y brillante.

—Kyu— habló Changmin, aburrido—,Aquiles se lastimó una pata, deja lo que sea que estés haciendo y vámonos.
Yoochun levantó la vista un momento y vio a su soberano sentado sobre la silla de su caballo. La expresión de su rostro era de profunda apatía, había apoyado una mano en el cuerno de la silla y miraba hacia abajo con los ojos entrecerrados y una mueca depreocupación le nublaba el rostro.

—Vete tú Min, lleva a tu caballo a los establos, yo después te alcanzo— respondió Kyuhyun con voz excitada. Ya se había sentado sobre el desnudo pecho de Jaejoong y estaba a punto de comenzar con su sadismo…

Changmin estaba fastidiado, le molestaba esperar a que Kyuhyun terminase de atormentar a los pueblerinos y estuvo a punto de seguir su consejo y retirarse, pues sabía que si Aquiles se rompía la pata tendría que sacrificarlo, y si eso sucedía, bueno, seguramente el reino entero ardería en llamas, pero entonces se fijó en Yoochun el castaño temblaba, tenia los ojos abiertos y anegados en agua, “en agua amarga” pensó Changmin y le extrañó, pero lo dejó pasar. Aun no había visto el rostro del otro chico, pero tampoco es que quisiera verlo, solo quería irse de ahí.
—Oye Kyu  que estás haciendo ¿Por qué torturas a estepar de campesinos? — le
preguntó y la curiosidad salió aflote.

—Estaban dormidos cuando deberían haber estado de cara contra el suelo y sabes que no tolero esas faltas de respeto— le respondió mientras hundía la punta de su daga en el hombro desnudo de Jaejoong. Pensó que el pelinegro gritaría o chillaría, pero ningún sonido salió de su boca, se mantenía digno incluso al borde de su tragedia y eso le molesto más, si cabía.

—Ya basta Kyu, en verdad ya deseo irme— presionó Changmin, algo incomodo, pues una pequeña multitud se había reunido y observaba nerviosa los censurables actos del príncipe Kyuhyun.

—Que te vayas tú Changmin, yo después voy— dijo impaciente y tras decir esto volvió a reírse inclinándose hacia atrás, lo que permitió que Changmin obtuviera una vista panorámica del rostro ensangrentado de Jaejoong y entonces algo sucedió. El príncipe Changmin reaccionó de inmediato, como si dentro de él hubiera un interruptor que esperaba por ser accionado, una palanca que esperaba ser ejecutada, que había esperado ahí durante dieciocho años,estática y aburrida y que al fin había sido encendido y accionada al contemplarlas asombrosas pupilas negras derretido incrustadas en ese rostro sangrante. El joven príncipe sintió un deseo tan
urgente como ridículo de protegerlo, un deseo que se mezclo en proporciones iguales con
las ganas de venganza. Supo que tenía que salvar al campesino, era lo único que tenía en claro, lo demás se transformo en nada. Volvió a ser un niño, un niño pequeño que lo tiene todo y que a la vez no tiene nada, pues aquel rostro pálido y perfecto lo había eclipsado por completo, dándole a entender que a pesar de tener un reino entero a sus pies, no tenía nada.
Saltó de la silla de su caballo con rapidez y separó a Kyuhyun de Jaejoong propinándole al
primero un violento empujón. Los guardias desenvainaron sus espadas y aguardaron la
orden que nunca llegó.

— ¿Pero qué demonios…?—El rubio trastabilló en la arena, completamente sorprendido. Por un breve momento pensó que había sido el castaño y se volvió con la daga en alto, pero grande fue su sorpresa alto parse de frente con la alta figura de Changmin, y aun más se sorprendió por la expresión en el rostro de este. Sus ojos ardían con una luz salvaje. Changmin le alzó en vilo meneándolo con una violencia tan despreocupadamente brutal que su cuello crujió y después lo arrojo a la arena.

— ¿Qué rayos te pasa Min? —chilló el rubio, desconcertado. La daga se le había resbalado de las manos dejando de ser un factor clave en la ecuación.

— ¿Qué rayos te pasa a tiKyuhyun? — Respondió Changmin a voz en grito — ¿Quién te crees que eres para venir y atormentara mi reino? ¿Con que derecho golpeas a este chico de esta forma? Que no se te olvide que estas en mi reino y si alguien va a aplicar castigos aquí, seré yo.Ya bastante soporte tus infantilerías, pero esto no te lo voy a pasar— y lo alejó de un empujón, asqueado. —ahora lárgate— le espetó a un herido príncipe—y Kyuhyun, cuando digo lárgate, me refiero a que te esfumes, no quiero verte cuando regrese a mi palacio, ándate a Sicilia y no vuelvas, que ésta vez no te buscaré— terminó el príncipe Changmin y Kyuhyun subió a su caballo con la poca dignidad que le quedaba –y es que la arena que tenia embarrada en el cuerpo por el empujón de Changmin le había dado, le había quitado todo el orgullo- ypartió a todo galope.

Jaejoong, Yoochun y todas las personas que contemplaban el hecho se habían quedado a cuadros, aunque Jaejoong no captaba muy bien, pues oía un rugido grave e intenso dentro de su cabeza y tenía nauseas.Aprovechó el momento que le había regalado el príncipe para hacer un rápido recuento de sus heridas. El pecho le dolía bastante, sobre todo al respirar, el hombro donde el acero de la daga le había herido le ardía, sentía la cara desfigurada e inflamada pero lo que más dolía eran las costillas, estaba segurode alguna estaba rota. Jadeó al intentar incorporarse y no lo logró. El dolor lo había paralizado en su sitio.

—Estate quieto Jae— le convino Yoochun al oído con voz muy baja mientras se inclinaba sobre él y le presionaba el costado con sus grandes manos— no te muevas aún, en unos minutos te sacaré de aquí,parece que estos chiflados ya se van —y Jaejoong agradeció enormemente aquellas palabras,aunque fue solo por 5 segundos, pues vio a otra figura oscura que se acercaba a él, y resignado cerró los ojos, esperando recibir la siguiente
retahíla de golpes. Pero los golpes no llegaron y abrió lentamente los ojos.
Changmin se había arrodillado a su lado, haciendo retroceder a Yoochun,  Jaejoong contempló por unos momentos las pupilas que tenía tan de cerca. Eran unos ojos cálidos, de color tan claro que parecían bronce derretido y no sabía de donde le parecían tan familiares. Después se puso nervioso en el acto al recordar quién era él y quien era la persona que estaba a escasos dos palmos de su cara con el rostro distorsionado por la preocupación y la pena. Jamás pensó que así conocería al príncipe Shim Changmin y se ruborizó completamente, haciendo que sus heridas sangrasen más, pero no prestó atención, sus ojos seguían clavados en el rostro de Changmin, su aroma fresco lo embriagaba, su cuello fuerte lleno de venas, la piel color canela. Deseaba estirar la mano para sentir la textura de su rostro, para ver si era tan suave como se notaba, pero fue prudente y no se movió.

Changmin apenas podía soportar mirarle, estaba tan enojado que se preguntó porque no había comenzado a escupir fuego por la boca. Pensó seriamente en reunir a su ejército y declararle la guerra a Sicilia,después sacudió la cabeza. Miró el cuerpo del pálido chico con los dientes apretados,  su costado manaba sangre,
tenía el rostro golpeado e inflamado y más sangre rezumaba por su hombro, la arena
estaba teñida de rojo. Cerró los ojos y su boca se convirtió en una línea fina.

— ¡TU! — Gritó hacia uno de sus guardias— dame un pañuelo, algo ¡lo que sea! — pero
el guardia tardaba mucho y Changmin recordó que en el bolsillo interior de su capa estaba su
propio pañuelo de seda y lo sacó en el acto para presionarlo en la mejilla de Jaejoong, no sabía
cuál de sus heridas cubrir y solo atinó a colocarlo en su cara.
—Lo siento… mira como te ha dejado…— murmuró en voz baja al ver que Jaejoong contraía la
cara en un rictus de dolor, ypuso más cuidado al limpiarle la sangre seca y la pintura corrida—presiona aquí—le dijo deteniendo el pañuelo sobre su mejilla y Jaejoong obedeció sin despegar su vista de Changmin. Lo miró levantarse y tirar de los lazos que sujetaban la capa de terciopelo a su cuello,quitársela y hacerla una bola negra con la cual le presionó el costado que sangraba. Jaejoong dejó escapar un jadeo ahogado por el dolor pero lo aguantó alver la expresión torturada de su príncipe.

—N-no… majestad—tosió y el dolor llameó por su cuerpo— no es necesario… e-estoy bien—tartamudeó e intentó levantarse ignorando el tremendo dolor que le carcomía las entrañas “cojones ¿cuánto tardare en reponerme?, debo trabajar” pensaba mientras se esforzaba por ponerse en pie, pero un par de manos fuertes y muy calientes lo obligaron atenderse de nuevo. Supo que ese toque no era el de Yoochun, porque cuando su amigo lo tocaba no encendía cada terminal nerviosa de su cuerpo, ni sentía estremecerse los bordes de su cordura.

—Mejor te quedas ahí un momento—le recomendó Changmin, pues se inquietó al ver como su torso empezaba a colorearse con una gama de colores que iba desde el tono morado lila
hasta el púrpura profundo— quizá tengas alguna fractura.
Jaejoong iba a protestar pero la mirada que le dedicó el príncipe lo hizo callar. Los rasgos de
Changmin estaban contrariados,tenía el ceño fruncido y miraba hacia todos lados, como
buscando algo, topándose con muchos pares de ojos curiosos y al no encontrar ese algo
volvió a clavar los ojos en Jaejoong. Este logró ver la alarma, la incertidumbre y desesperación de aquellas pupilas y sonrió a pesar del dolor.

—No se preocupe por mí, Alteza,estaré bien— lo tranquilizó, pero el temblor de su
mandíbula echó por tierra la mentira. Jaejoong sabía que aquello era nuevo para Changmin, sabía que nunca antes había hecho algo así y quería sacarlo del atolladero. Changmin lo miró con una ceja alzada y un gesto de incredulidad.

—Tienes que ver a un medico— demandó el príncipe y Jaejoong asintió, sumiso— y que sea cuanto antes. Tu, castaño ¿sabes si alguien puede atenderlo? — le preguntó a Yoochun mientras se ponía en pie.

—Sí, yo sé de alguien— respondió inseguro Yoochun, al ver la mirada de advertencia en los ojos de Jaejoong.

—Muy bien— fue todo lo que dijo y se inclinó de nuevo hacia Jaejoong— espero que sanes
pronto— le dijo y acto seguido se alejó rumbo a su caballo, lo montó y después de un breve grito el animal salió disparado hacia la vereda, siendo seguido por los ocho caballos de los guardias.
Changmin no quería irse, era extraño, deseaba quedarse con el joven pelinegro y asegurarse
de su bienestar, pero lo había incomodado tanta gente.
Antes de perderse por el camino,el príncipe volteó y alcanzó a ver como la pequeña
multitud que se había reunido entorno a Jaejoong lo levantaba con cuidado y lo sacaban
cargando de la playa.

-“Y ni siquiera le pregunte su nombre” pensó con amargura al tomar el sendero que lo
 llevaría hasta su jaula de oro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario