martes, 20 de enero de 2015

EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO EPISODE 12

Jaejoong estaba contento, eran muy escasos sus días libres y no sabía qué hacer, Eran apenas las nueve de la mañana, después de algunos minutos de pensarlo se decantó por ir al cementerio a visitar a su mamá y después se pasaría por el pueblo para saludar a sus antiguos amigos. Pero antes debía ir a sus aposentos y cambiarse por algo menos elegante, el traje aterciopelado en color blanco con ribetes plateados que vestía era demasiado suntuoso y caluroso para un día de caminata en un pueblo marítimo y soleado. Había decidido guardarse el pastelito del desayuno para zampárselo más tarde, y lo iba mordisqueando alegremente, paladeando el sabor del recuerdo cuando entró confiado en su habitación.
 La sobria sala de recepciones estaba vacía y los candelabros apagados, pero el joven no lo notó, entró directo a la recamara, pensando en que debería usar, cuando algo sobre su cama le llamó la atención.
Sobre las mantas color carmesí descansaba una pesada corona, la más exquisita que Jaejoong
había visto jamás, estaba completamente forrada por diminutos diamantes e incluso en la
oscuridad de su habitación, titilaba.

— ¿Pero qué diantres…?— dijo al ver aquel bicho reluciente, mientras hacia una bola con el papelillo del pastelito que ya había pasado a mejor vida.

—Mi primera corona, cuando fui proclamado heredero a los quince años. — el pelinegro se volvió con la agilidad de una pantera y los ojos abiertos por el espanto al escuchar la grave voz que desgarró el silencio sepulcral de su habitación.
Después suspiró pesadamente una vez superada la sorpresa de verlo y pasó de Changmin, quien estaba recargado contra uno de los postes de la cama y fue directo al ropero.

—Por Dios Changmin — se quejó Jaejoong — ¿esto se va a volver una costumbre entre nosotros?

—Jae, tenemos que hablar. — dijo el príncipe ignorando la pregunta que se le acababa de dirigir.

— ¿De qué? Entre tú y yo todo esta mas que dicho— respondió, mientras sacaba un par de pantalones negros hechos de suave cuero curtido y una camisa blanca de manga bombacha, suave y fresca como algodón egipcio. — Y ahora si no te molesta… tengo quevestirme — se volvió y lo encaró, dándole a entender con una mirada que se esfumara —y llévate tu corona.

—No, no todo está dicho y no me iré.

Jaejoong se contuvo las enormes ganas que tenia de echarlo, al notar el tono tan diferente con el que Changmin hablaba. No era presuntuoso, ni arrogante, incluso su alta figura parecía levemente encorvada, como si temiera ser rechazado de un momento a otro.

—Entonces ¿Qué es lo que tienes que decirme? —preguntó, con los ojos cerrados. Jaejoong sabía que no debía interesarle nada de lo que Changmin pudiera decirle, pero era condenadamente difícil resistirse, y mil veces más si se portaba con esa actitud tan insegura y tan impropia de él.

—Yo… bueno…— Changmin estaba nervioso como nunca antes lo había estado en su vida, era ahora o nunca— Jae, ya no puedo mas — se acercó confiado al pelinegro, quien estaba prácticamente atrapado con la espalda apoyada contra el ropero negro y respiraba, o más bien hiperventilaba.

— ¿De qué hablas? — preguntó, con el rostro a escasos diez centímetros del de Changmin. Podía ver incluso el almendrado color ocre de sus ojos brillantes. No quería que se acercara más, no lo soportaría, así que levantó la mano y la puso sobre el pecho de Changmin para detenerlo, el contacto quemaba.

—Jae…No sé qué palabras usar para mostrarte el arrepentimiento que siento por todo el daño que te he causado — las palabras salieron tan despacio como gotas de sangre de una herida muy profunda. Jaejoong se quedó sin respiración ¿acaso había oído bien? Su corazón aleteaba alocado, preso nuevamente dentro de la dorada jaula de una esperanza que estaba siendo nuevamente concebida en su interior, por más que él lo intentara detener,  había empezado a echar raíces, a crecer nuevamente como un enredadera.
 El príncipe se estaba abriendo totalmente, mostrando su oscura desesperación, Changmin prosiguió — la verdad es que el tiempo que estuve contigo fue la única vez en mi vida que he sido feliz. Tú lo sabes, toda mi vida ha sido un lecho de rosas, un cataclismo, pero sin libertad, siempre dirigida y controlada y hasta ahora no me había quejado, hasta que lo expusiste tú de manera tan vehemente hace tres días. No negaré ninguna de tus palabras
porque no son nada más que la verdad. Disfrutaba con la humillación y el sufrimiento ajeno,  toda mi vida lo he hecho, pero al final me ha salido el tiro por la culata y solo he conseguido hacerle daño a la única persona que he amado en mi vida — hizo una breve pausa para restañar delicadamente una lagrima solitaria que se desbordó del ojo de Jaejoong y que resbalaba por su mejilla — ya no habrá más mentiras, ni engaños ni humillaciones.
Por favor, dame otra oportunidad. Estoy deshecho sin ti.

—Changmin…yo…has dicho… ¿es enserio? Tú me has… tu dijiste…a la única persona que he… amado…— Jaejoong se atragantó, las palabras de Changmin eran lo último que habría esperado escuchar en su vida. Su sinceridad era intensa y en sus ojos brillaban profundamente las lágrimas que suplicaban el perdón.

—Sí, lo dije, eres lo único que he deseado y he amado en mi vida, no puedo curar tu dolor, pero puedo verlo, y no tienes por qué estar solo, no para siempre, déjame reparar el daño que te causé.

—Pero Changmin… no lo entiendes, esto… esto no está bien…te vas a casar en unos días y yo…además…somos hombres…

—El que no entiende eres tú, Jae— lo interrumpió, mientras acortaba el poco espacio que había entre ellos y le rodeaba con los brazos — no pienso casarme con Ambrosía, no sé que me inventaré, pero no podría soportar estar casado con ella y verte a ti todos los días, porque siento que tu y yo fuimos hechos para estar juntos, y no dejaré que te vayas, no voy a perderte por segunda vez, como si somos hombres o perros o caballos, lo que
importa es lo que sentimos estando juntos — y le abrazó, le abrazó con todas sus fuerzas.

Por un instante pensó que Jaejoong  le rechazaría como la ocasión anterior al sentir la postura envarada y nerviosa del pelinegro, pero lentamente se fue relajando, hasta que sintió como finalmente rodeaba su cuello usando sus brazos, entregándose nuevamente a él.
Changmin sonrió, triunfal, escondiendo su sonrisa en el tibio cuello de Jaejoong. El alivio fue inmenso, brutal, la liberación a los sufrimientos de ambos.
Si, las cosas estaban complicadas, terriblemente complicadas para ambos y Changmin no tenía
ni idea de que era lo que iba a hacer, lo único que tenía en claro era que no se permitiría perder nuevamente a Jaejoong; estando juntos, poco a poco irían saltando los obstáculos.

Jaejoong buscó la boca de Changmin con desesperación, y cuando se encontraron, comenzaron a devorarse en un vaivén desesperado, ansiado por un largo tiempo, la lengua de Changmin, húmeda y suave pugnaba por entrar en la boca de Jaejoong, restregándose por sus labios, y el pelinegro gustoso le dio entrada, abriendo la boca y ladeando su cabeza. Ambas bocas encajaron a la perfección, como las piezas perfectas para un complicado y único rompecabezas. El contacto se volvió penetrante y apasionado de un momento a otro, solo
podían escucharse los roces húmedos y los jadeos ahogados que emitían los príncipes cuando se separaban apenas para respirar.

—Pon el pestillo…— suspiró Jaejoong aun dentro de la boca de Changmin, quien asintió y con pesar rompió el contacto. Antes que nada deberían asegurar su anonimato, segundos después se escuchó un agudo crujido metálico y la puerta quedó completamente asegurada, Jaejoong se acercó a la cama, sintiéndose mareado y tomó la pesada corona entre sus manos — ¿ahora si vas a decirme para que trajiste esto?

—Claro que si — Changmin sonrió con picardía y algo de inocencia, lo que hizo que las entrañas de Jaejoong se retorcieran y se agitaran; tomó la corona de manos del pelinegro— es algo que he querido hacer desde el primer momento en que volví a verte, Quédate quieto.

—No me digas que…— Jaejoong retrocedió al ver las intenciones de Changmin. — No, ni hablar.

—Si te lo digo, no te alejes, acércate— pidió, y Jaejoong luego de un momento de vacilación asintió y se acercó a Changmin, refunfuñando.

—Pierdes tu tiempo Changmin, pero como desees. — Aun se resistía y miró la corona con
inseguridad.

Con infinito esmero, Changmin colocó la pesada corona sobre la cabellera oscura de Jaejoong, quien sintió el frio metal amoldarse a la perfección sobre el delgado orbe de marfil que protegía su cerebro.

—Lo que pensé — dijo Changmin, con la voz ronca por la excitación, Jaejoong levantó una ceja en un gesto de interrogación — si, tú naciste para ser un príncipe Jae.

—Vamos Changmin, no juegues — rechazó el pelinegro, inseguro y sintiéndose completamente ridículo. El no había nacido para ser un príncipe, jamás podría tener el privilegio de ostentar una corona sobre la cabeza y el hecho de tener la de Changmin puesta le hería de una manera muy particular y dolorosa.

—No juego, además, eres un príncipe ¿no? Eres un Erpa-ha de alto rango y todo eso — murmuró acariciando la plateada insignia que relucía en el pecho de Jaejoong.

—Ah sí — el pelinegro bajó la vista hacia su insignia — esto.

—Si esto — la voz del principe adquirió de pronto el tono cortante y peligroso de los celos — también se que eres algo así como la nana de Ambrosía ¿Qué te traes con ella?

—Eso es cosa mía y de ella — bufó Jaejoong, colérico y apartó la mano de Changmin de un violento manotazo; reconocía aquel tono a la perfección, Changmin estaba a punto de echar por la borda todo el progreso que había logrado — eso a ti no te importa.

—Aja, entonces ¿estás acostándote con ella? — ¡OH DIOS! No había querido decir Eso, era el demonio quien había dicho eso, no él. Tendría que haber seguido dando muestras de ingenio chispeante y risitas incrédulas. Pero ya era demasiado tarde, el rostro de Jaejoong se había tensado de repente, volviendo a alzar la muralla, y sus ojos se ndurecieron y se volvieron insondables.

— Cretino, no podías esperar a echármelo en cara ¿no? Quizá es lo que tu harías, pero yo no, lo que tengo con Ambrosía es hermoso y muy especial, demasiado especial para que los machitos como tú lo comprendan, gracias a ella no me morí de hambre ni de frio, o desesperación, gracias a ella no me volví loco. Soy lo único que tiene, solo en mí puede confiar, ¿no lo entiendes? Ambrosía ha sido mi soporte, ella me aceptó sin preguntar y se
preocupa por mí, así como yo por ella— resaltó con énfasis, irradiando rabia color rojo sangre por los ojos— No, no lo entiendes, para ti, ella no es más que un estorbo.

—Lo siento, en verdad no quise decir eso, no pensé que fuera tan importante para ti— intentó volver a acercarse a él, pero Jaejoong lo rechazó.

— ¿Cómo quieres que te de una segunda oportunidad cuando me atacas en cuanto ves una posibilidad? ¿Cuándo nunca te detienes a analizar tus palabras ni preocuparte por lo que yo siento?

—Sí, tienes razón, tengo una boca enorme y sé que me puedo comportar como un perfecto imbécil, te dije que cambiaria y lo voy a intentar, solo… solo dame algo de tiempo…— pidió Changmin, incomodo y molesto por tener que dejar su amado orgullo a un lado —otra vez— pero era necesario o volvería a perder a Jaejoong y no toleraba ni siquiera el
pensar en esa posibilidad.

El enfado de Jaejoong se disipó casi por completo al ver el rostro ceñudo y preocupado de Changmin . Lo que decía era válido, había que aceptarlo, y tenían que aprender mucho el uno del otro y ayudarse mutuamente o terminarían peor que la primera vez. Pero aun se sentía ofendido por los pensamientos tan impuros del principe sobre algo que le parecía al pelinegro tan límpido y puro como lo era la princesa Ambrosía.

—Está bien— suspiró Jaejoong, dejando de lado sus reflexiones y tomó el rostro de Changmin entre sus manos para besarlo, acción a la que el príncipe respondió intensamente, recorriendo el cuerpo delgado y esbelto de Jaejoong con manos avariciosas.
 El pelinegro, poseído por la pasión, rió quedamente ante la desesperación de Changmin y se dejó hacer, gimiendo de manera gutural en el oído del príncipe cuando este le estrujó con fuerza el trasero. Era increíble la manera en la que el príncipe conocía su cuerpo, como si fuera el suyo propio. Sabia donde tocar, donde besar, donde hacer presión…todo.

—Que impaciente Changmin, que impaciente— canturreó Jaejoong mientras se apoderaba del cuello de Changmin usando la boca y enredaba sus largos dedos entre el suave pelo del principe, recuerdos de sus momentos que habia vivido con Changmin asaltaron a su mente pero tan pronto como llegaron así de fácil se fueron. Alejó aquellos pensamientos de su mente después de darse cuenta de su viaje de hormonas y se concentró en la carne tibia del cuello de Changmin que tenía enfrente. Sus roces eran ligeros como plumas, apenas leves toques con los labios húmedos y cerrados sobre la bronceada piel de Changmin. Sus bocas volvieron a unirse después, frotándose en un bamboleo intenso, devorándose con frenesí. No lo habían notado, pero ambos se habían ido recorriendo hasta que la parte trasera de las rodillas de Jaejoong chocó contra el borde de la cama, haciéndole perder estabilidad y obteniendo como resultado que su cuerpo se escurriera hacia abajo. Ambos cayeron sobre la cama sin despegar apenas sus labios de los labios contrarios. Jaejoong se pegaba al cuerpo de Changmin buscando mas contacto, más intensidad, como fundiéndose sobre él. Demasiado entusiasta. La corona rodó sobre las mantas y aterrizó con un golpe sordo en el piso de madera pulida, quedándose medio oculta bajo la cama. Los príncipes la olvidaron en el acto.

—Hum Jae… ¿Cómo puedes vivir dentro de esta ropa tan apretada? — Changmin luchaba por
desnudar a Jaejoong lo más rápido que podía, pero las ceñidas ropas del pelinegro eran difíciles de quitar, y Jaejoong lo agradeció, porque de no ser así, ya estarían todas desperdigadas en jirones inservibles por la brutalidad con la que el príncipe lo jaloneaba. Pero no le molestaba, eso lo excitaba aun más.

—Así me gustan— cortó Jaejoong, mientras le quitaba a Changmin la banda de lino blanco y rígido por el almidón que tenía en el cuello sujetando su camisa y deslizaba sus manos hacia
abajo, llevándose la pesada casaca de terciopelo negro de Changmin a su paso.


—Eso no es justo— jadeó el príncipe, y después de hacer un monumental acopio de paciencia, pudo coordinar sus ansiosos dedos para comenzar a dejar al descubierto la piel nívea y blanquecina del pecho de Jaejoong.

Después de unos segundos, ambos príncipes estaban casi completamente desnudos, Jaejoong yacía sobre la cama, incitando a Changmin con movimientos sinuosos y sugerentes, igual que una anguila eléctrica desprendiendo estática, hipnotizando a Changmin con sus movimientos sugestivos. Una tenue sonrisa pícara estaba desplegada en su cara y sus ojos ardían de deseo y expectación, Changmin apenas podía dejar de mirarlo, era un milagro que no hubiese comenzado a babear encima de él.

—Bésame Minnie… como solo tú sabes hacerlo— demandó el pelinegro, en apenas un murmullo, y en la fracción de segundo siguiente, Changmin estaba nuevamente sobre él, reclamando con su lengua todo el espacio disponible dentro de la boca del pelinegro, quien gemía y correspondía con entusiasmo, retorciéndose de gusto, de amor, de placer,  jamás había sentido a Changmin tan cercano y a la vez tan inseguro y vacilante y eso lo catapultaba casi directamente al éxtasis.
Recorrió con la punta de sus cuidadas uñas cada musculo resaltado en la espalda de Changmin; bajó por sus costados y se enganchó firmemente a su cadera, hundiendo las uñas en su carne cuando sintió como el príncipe le daba un lametón muy húmedo a su pezón izquierdo y apretaba entre sus dedos el derecho, haciendo que se pusieran duros y erectos casi de inmediato.

—Ahh... ¡Changmin! — jadeó, cuando el príncipe infiltró una mano dentro de sus pantalones, traspasando la barrera de la ropa interior y se enredó alrededor de su miembro.

—Siempre listo— Changmin soltó un silbido de admiración al sentir el miembro de Jaejoong completamente despierto y duro como un asta. ¿Pero a quien quería engañar?, el estaba igual, o quizá hasta más duro.

—Ya nos conocíamos ¿no? — murmuró Jaejoong, tratando inútilmente de quitarle los pantalones a Changmin, ayudándose incluso con una rodilla, Al ver sus intentos, Changmin se irguió de rodillas sobre la cama, y se sacó el pantalón rápidamente, dejándose caer sobre Jaejoong casi en el acto, o de lo contrario, el pelinegro sería capaz de asestarle un rodillazo en toda la entrepierna, cuyo dolor afectaría seriamente su excitación.
Segundos después estaban nuevamente pecho a pecho, la fricción que crearon sus miembros al juntarse por poco los hace terminar en ese instante, pero lo aguantaron.

—Humm…, podrás ser todo un comandante, pero aún sigues siendo un poco torpe— se rio Changmin, pero antes de que el pelinegro pudiera replicar, tomo un puñado del cabello de Jaejoong y lo jaló con fuerza hacia abajo, dejando expuesto y vulnerable su delgado cuello de marfil; lo recorrió con la punta de la lengua lentamente, muy lentamente para la desesperación de Jaejoong, quien le clavo las uñas en la cadera, como si su vida dependiera de ello.

—cállate….hummm… ¡ah! — Jaejoong estaba casi llorando de placer al sentirse completamente dominado por Changmin; no podía mover su cabeza, ni las piernas, porque el príncipe las tenia apretadas usando las propias, lo único que podía mover eran las manos, y las arrastró hasta el pecho del principe, donde presionó las uñas contra sus duros pectorales, maravillándose ante la sensación.

— ¿Me extrañaste? ¿Eh? — preguntó Changmin, sonriendo, con la boca pegada a la clavícula
de Jaejoong, queriendo parecer muy pagado de sí mismo, pero el pelinegro captó una chispita
de inseguridad detrás de su tono sardónico, y asintió lentamente.

—Si… ¡Sí! Joder te extrañaba a cada maldito minuto, a cada segundo— casi gritó, rodeándole el cuello con los brazos.

Para Changmin, aquello fue suficiente, cualquier rastro de inseguridad abandonó su cuerpo y volvió a clavar su boca en la boca de Jaejoong; resiguió con los dedos las líneas de su pecho, deteniéndose por un momento en la abultada cicatriz de piel más blanquecina y suave que adornaba el costado de su pelinegro; la repasó, bordeando suavemente los relieves y apretándola un poco. Aunque el recordar el motivo de semejante marca lo cabreaba
terriblemente, era su favorita, porque él la había cuidado y la había visto sanar con el paso lento de los días. Jaejoong ronroneó de gusto.

—Yo también te extrañaba, y no sabes cuánto— declaró, antes de lanzar ambas manos a la parte inferior del cuerpo de Jaejoong, le parecía algo irreal el poderlo tener nuevamente así, desnudo bajo su cuerpo, entregándose sin reparos, gimiendo y lloriqueando de placer. Su miembro aun más duro que el de Jaejoong, ambos chorreando de gusto, Changmin  estaba desesperado por poseerlo nuevamente, quería hacerlo en ese mismo momento, pero Jaejoong no estaba preparado y por nada del mundo se arriesgaría a lastimarlo, volvió a rodear su hombría y comenzó a masturbarlo rápidamente, disfrutando de las expresiones de un Jaejoong
con ojos cerrados, mejillas ruborizadas y su cabello desparramado. Era una visión que habría detenido el palpitar de los mismísimos Dioses.

—Mierda…eres tan… hermoso…— y acto seguido repasó el pulgar por los labios entreabiertos de Jaejoong, quien entendió lo que el príncipe quería y dejo salir su lengua rosada, que lamió y embadurnó de saliva los dedos de Changmin, dejándolos empapados.

— ¡Changmin!... Uggg— gorjeó Jaejoong, tensando las caderas cuando sintió como Changmin se colocaba entre sus piernas, separándolas e insertaba lentamente y con infinito esmero un dedo lubricado por su propia saliva en su ardiente y secreta abertura.

— ¿Te gusta? — preguntó Changmin, aguantando apenas el orgasmo al que estaba a punto de
llegar solo de ver las señales de deleite del pelinegro.

—Si… me gusta, me gusta…— el resuello ahogado de Jaejoong fue apenas inteligible y después no pudo ni articular palabra. El dedo que Changmin tenia dentro de él profundizaba y acariciaba sus suaves paredes internas y aterciopeladas; pronto se le unió un segund dedo, y después, muy lentamente un tercero; Jaejoong se llevó ambas manos al rostro sudoroso y enrojecido, mordisqueó su labio de pura desesperación.
Cuando Changmin abrió con cuidado los tres dedos que tenia dentro de él, Jaejoong gritó a todo pulmón:

—¡¡Ahhh!! ¡Changmin!... ¡Si, sigue así!

—Shhh, cállate o nos van a escuchar— cuchicheó el príncipe sonriendo ante la angustia excitada de Jaejoong, su pequeño agujero estrecho le comprimía fuertemente los dedos, y Changmin se estaba preparando mentalmente para no correrse en cuanto pudiera penetrar en aquella cavidad tan apretada y abrasadora.

—Es tu culpa minnie… ¡ah!...¡¡aaahhh!! ¡Ya!, hazlo… ¡házmelo ya! — volvió a gritar totalmente poseído por la lujuria, sus caderas parecían tener vida propia y se alzaban para chocar contra la mano de Changmin, buscando más profundidad.
Changmin seguía acariciando con fruición el duro miembro del pelinegro, totalmente calado de pre semen, igual que el suyo y lentamente retiró sus dedos, sacándolos del interior del pelinegro.
Con ayuda de la vasta humedad que reinaba en ambos cuerpos, Changmin se acaricio a sí
mismo, lubricándose.
Jaejoong bufó y frunció el ceño con disgusto, su entrada abierta se contraía, añorando la
presión que había estad ejerciendo la mano de Changmin, pero volvió a suspirar cuando este  lo tomó de la cadera, tirando de él hasta levantarlo y dejando que su trasero se apoyara sobre sus muslos. Jaejoong abrió las piernas en casi toda su extensión, acomodándose, y rodeó la cadera de Changmin con fuerza

—Mírame bien— ordenó Changmin con la voz ronca por la impaciencia— quiero ver tus ojos
abiertos fijos en mi —y acto seguido se posicionó, presionando el pequeño agujero semi cerrado de Jaejoong.

— ¡Ya! ¿A qué esperas? ¡¡¡Hazlo ya!!!— demandó el pelinegro, alzándose contra Changmin, quien le separó las nalgas y lentamente empezó a presionar hacia dentro; se introdujo muy lentamente en Jaejoong, apretando los dientes ante semejante estrechez, tanta, que incluso le dolía un poco.

—Uggffmm…. ¿no… te duele?

—Ahh… ¿Qué? … no, no me duele— gimió Jaejoong quedándose muy quieto mientras sentía como Changmin se introducía en él por completo; por un momento tuvo la sensación de que seguiría y seguiría, hasta partirlo en dos. Ambos se quedaron quietos, jadeando y acostumbrándose, sobre todo Jaejoong a la presencia sobrecogedora de Changmin dentro de él. Pero cuando este ultimo iba a empezar a moverse, dos pares de golpes secos resonaron en la puerta.

Ambos príncipes se quedaron inmóviles, congelados y volvieron el rostro hacia la puerta cerrada al mismo tiempo, gracias al cielo que Changmin había cerrado con el pestillo, si n hubiesen sido pillados en pleno acto Jaejoong miró a Changmin con el terror inundando sus enormes ojos, pero el príncipe sólo respiró fuertemente, mandando a quien fuera que estuviese fastidiando mentalmente al infierno.

—Escucha Jae— cuchicheó cerca del oído del pelinegro, quien apenas podía pensar—tenemos que despistar a quien quiera que sea y hacer que se largue ¿me entiendes?

— ¿Pe-pero cómo? — susurró Jaejoong arqueando la espalda y apretujando las sabanas en sus puños sudorosos,  estaba casi desesperado por restregarse en Changmin. Volvieron a golpear la puerta con más insistencia.

—Tienes que improvisar Jae, es tu habitación ¿no?— murmuró Changmin en su oído con impaciencia maliciosa y después lamió y mordisqueó su lóbulo, dejándolo empapado. Jaejoong adivinó en el acto por donde iban los tiros, al captar en Changmin una nueva actitud juguetona y arriesgada.

—Urggg… ¿q-quien? ¿Quién es? — En vez de su voz grave, solo se escuchó un murmullo roto que trató de disimular con un ataque de tos.

—Soy yo, Yunho, abre de una vez Jae, joder— demandó este, tratando de abrir la puerta sin poder lograrlo gracias al enorme pestillo de hierro que la mantenía bien sujeta al marco de madera.

—N-no puedo ahora estoy… uhfmm…ocupado…— jadeó cuando Changmin con una sonrisita
traviesa en la boca, le dio una muy leve estocada, haciendo que todo en su interior se revolviera y se apretara.

—Como que no… Oh, oh… uh…un momento— tronó Yunho en un tono tan sorprendido como ofendido— Jae… ¿acaso estas pajeándote? — la voz de este sonaba escandalizada. —maldito sucio.

— ¡N-no!… uhmm… si…si, ¡lárgate!— Jaejoong no sabía ni que decía, solo podía mantener la vista y su atención fijas en el rostro tan erótico y prohibido de Changmin, y en su expresión lúbrica y obscena y rogar porque no se le escapara una palabra inadecuada, como el nombre del príncipe por mencionar un ejemplo.

— ¡Joder! Jae, me lo podrías haber dicho antes, desgraciado impúdico— murmuró disgustado Yunho— ¿no crees que sea demasiado temprano para hacer esas cosas? Eso se hace de noche, loco.

— ¡Yunho! — ahora la voz de Jaejoong salió en un gritito demasiado agudo; con Changmin moviéndose tan condenadamente sensual y lento sobre el no iba a aguantar mucho mas sin ponerse a chillar ahí mismo— ¡vete! Luego te busco… diablos.

—Ya me voy, ya me voy, me está entrando repelús nada más de escucharte— Yunho sonaba ya más calmado y hasta un poco procaz — cuando termines con eso búscame en las barracas, pero antes limpias bien, o no volveré a poner un solo pie dentro de tu habitación— se carcajeó y ambos jóvenes pudieron escuchar sus pasos alejándose, hasta que los dejaron de oír, Jaejoong suspiró.

—Eso estuvo cerca— murmuró el pelinegro, sintiéndose cortado y hasta un poco absurdo, Pensó que Changmin también se sentiría así, después de que interrumpieran su arrebato de pasión. Hizo el amago de levantarse de encima de Changmin, pero el príncipe, al ver sus intenciones, lo sujetó de la cadera con fuerza, manteniéndolo en su sitio, con la espalda recostada sobre el lecho y su espalda baja y trasero apoyados en sus muslos.

— ¿Qué haces? — jadeó Changmin, alucinado.

— ¿Cómo qué?.... Oh… ¿quieres seguir? — preguntó Jaejoong algo desconcertado, y luego noto que no hacía falta preguntar, sentía la dura hombría de Changmin clavada hasta lo más profundo de su trasero, cálida y palpitante, hinchada a más no poder, a punto de reventar.
Entonces se percató de que su propio miembro seguía despierto y totalmente erecto, rojizo y con la punta hinchada y brillante por el liquido pre-seminal.
Entonces ambos príncipes se miraron a los ojos y el ansia y la lujuria anterior renacieron más intensas y potentes que antes. La interrupción de Yunho solo había avivado las llamas de un acto que los volvía locos, tentándolos a hacerlo por el placer de hacer lo prohibido, por el placer de reencontrarse después de tantos meses de amargura y dolor.

Las manos de Changmin ascendieron lentamente por los muslos de Jaejoong, acariciándolo hasta llegar a su miembro, el cual sacudió justo en el momento en que le propinó la primera estocada, golpeándolo en lo más profundo del recto.

— ¡Joder Changmin! — gritó este y en respuesta solo recibió una especie de gruñido. Changmin había cerrado los ojos y comenzado a acariciar el miembro de Jaejoong  con fuerza y agilidad, manteniendo el ritmo con las profundas embestidas que empezó a propinarle y en ese momento, el pelinegro no pudo ni pensar, apoyó los antebrazos sobre las sabanas y tensó las piernas alrededor de la cintura de Changmin, levantando así su cuerpo, buscando más profundidad con cada entrechocar de su trasero contra la pelvis del principe. La temperatura se elevó de un momento a otro y ambos príncipes se cubrieron de perladas gotitas de sudor, que se resbalaban y resplandecían adornándolos como si fueran un millar de diamantes incrustados en la piel.

—No… no aguantaré mas…joder— bramó Changmin, totalmente aturdido y excitado a más no poder.

—Changmin…vamos revienta en mi…termina en mi— Jaejoong tenía la espalda arqueada y la cabeza echada hacia atrás, ahogado en su propia espiral de placer; de vez en cuando agitaba involuntariamente un brazo mientras hacía fuerza apoyándose en los codos.
Ambas manos, -la suya y la de Changmin- subían y bajaban acariciando su miembro con desenfreno, aumentando la velocidad, Changmin le apretó suavemente la punta resbaladiza y Jaejoong se revolvió como un animal enjaulado y un gañido profundo salió de su garganta.
Estaba a punto… a punto… Levantó una vez más la parte inferior de su cuerpo justo en el momento en que Changmin le asestó la más profunda acometida, rozando con el glande un punto oculto en lo más profundo de sus entrañas.

—¡¡Jaeee!!…vamos…no te reprimas— vociferó Changmin.

—¡¡Ahhhh!!... ¡¡Sssssiiii!!—Los gritos de Jaejoong eran demasiado sonoros, y Changmin lo silenció con su boca, tragándose cada uno de sus alaridos y una feroz mordida que el moreno le propinó sin siquiera darse cuenta.

El abdomen de Jaejoong sufrió una convulsión, se encogió y segundos después quedó completamente empapado por su propia simiente, que salió como en un borbotón, caliente y espesa, y sintió su interior contraerse, repleto de la semilla abrasadora de Changmin, tanta que se empezaba a escurrir un poco por los bordes de su pequeño agujero profanado. Changmin soltó una especie de volea de gruñidos incomprensibles mientras terminaba, su cuerpo temblequeó y cayó extenuado sobre Jaejoong, ambos respiraban con jadeos entrecortados, completamente fatigados. El pelinegro le rodeó el cuello con los brazos y seguía con las piernas enredadas en su cintura, no se movieron, aun querían sentirse,  Jaejoong percibió como el corazón de Changmin latía desaforadamente, golpeteando dentro de su caja torácica, exactamente igual al suyo, y por más de un minuto entero latieron juntos, al unisonó, ante el atento oído de ambos jóvenes.

—Jumm… que extraño— la voz de  Changmin era un susurro grave e intenso— no sabía que eso fuera posible.

—hmmm— Jaejoong no quería ni hablar, aun seguía bajando y bajando por cada una de las espirales multicolores de su orgasmo.

—Estamos pegajosos, Jae— murmuró Changmin con una chispa de pillería en su voz, restregando su firme abdomen contra el de Jaejoong, sintiéndose húmedo y pringoso por los restos de la eyaculación del pelinegro, observó directamente al pelinegro con los ojos semi-cerrados. Hermoso, completamente.

—Hmmmm— volvió a canturrear Jaejoong, sonriendo.

— ¿Solo eso piensas decir? —Hmmmmmmmm

Changmin rió quedamente y encajó sus pulgares sobre los huesos de la pelvis de Jaejoong arrancándole un profundo suspiro de placer y dolor, enterró el rostro en su cuello, mordisqueándolo, clavándole los afilados colmillos, pero ni llegar a herirlo y se impulso hacia atrás, saliendo lentamente de él.

—Uurrgggggmfff ¡Minnie! — dejó escapar un chillido de sorpresa al sentir como si al salir de él, Changmin le revolviera las entrañas y arrastrara con el todo a su paso, los restos de la eyaculación del príncipe se desparramaron desde su trasero y entre sus piernas, plasmando una mancha blanquecina sobre las frazadas rojas de su cama.

—Menos mal, pensé que te habías quedado sin voz después de tanto grito.

Jaejoong se sonrojó y sonrió con culpabilidad, haciendo que el alocado corazón de Changmin palpitara más rápidamente; si seguía así pronto sufriría una combustión espontanea o algo por el estilo.

—Hmm ¿Minnie? — Esperó a que el aludido le lanzara una mirada cargada de ensoñación— te extrañaba.

—Y yo a ti— respondió, sonando extremadamente cursi pero no le importó. Tenía a Jaejoong nuevamente, ¡y lo quería! Era capaz de bailar “la danza de las flores” de Tchaikovski en pelotas si el pelinegro se lo pedía. Se recostó a su lado con mucha lentitud y le abrazó fuertemente. Jaejoong se acomodó en la curva de su brazo y recargó la cabeza en el pecho de Changmin; suspiró satisfecho y feliz y cerró los ojos.

— ¿Minnie?

— ¿sí?

—Tengo sueño— el príncipe rio quedamente.

—Duérmete entonces

— ¿Te quedarás aquí?

—Sigue siendo mi palacio así que si, me quedare aquí. Contigo.

— ¿Estás seguro?

—Muy seguro. Duérmete ya.

—Está bien— el moreno bostezó y acto seguido se hizo una pelotita, pegándose a Changmin.

—Te Amo— susurró Changmin con los labios pegados a la pálida frente de Jaejoong, pero el
pelinegro ya estaba profundamente dormido.


***************************************************


Jaejoong despertó un par de horas después, al sentir una ráfaga de aire frío engancharse en su columna y trepar por su espina, se incorporó con la rapidez de un resorte, sintiéndose desorientado. Miró a su alrededor, estaba desnudo en su cama, debajo del cobertor rojo sangre que cubría su cuerpo y lo mantenía tibio, y estaba solo, a su lado las sabanas estaban revueltas, puso su mano sobre ellas y estaban frías, hacía mucho que Changmin se
había ido. Un hálito de amargura estuvo a punto de cernirse sobre él, cuando reparó en una hoja de papel rígido, doblado por la mitad, que descansaba sobre su almohada, la tomó con manos temblorosas, la caligrafía era perfecta, de trazos largos y elegantes.

Jaejoong:
Dormías tan profundamente que me dio pena despertarte. Sé que te dije que no me iría, pero tu amigo volvió a buscarte, por suerte se fue, creo que no lo notaste, Báñate. Tendré que estar con un emisario durante la tarde, pero te buscare en la noche.

Con cariño, Changmin.

Leyó la nota casi diez veces, sonriendo como un autentico imbecil. Si, Changmin lo volvía un Imbécil  rematado. Y le encantaba.
Se irguió con lujuriosa lentitud, deslizó sus dedos por entre los sedosos mechones de su cabellera –los que no estaban enredados -, bostezó y estiró su cuerpo de felino, Se sentía extrañamente dolorido, rígido y pegajoso, no era una sensación que le desagradara del todo después de recordar el motivo por el cual se encontraba en ese estado.

El palacio de Calabria estaba ricamente equipado con las mejores y últimas tecnologías de la época, como lo era el complicado diseño de tuberías de plomo y calderas de gas, que bombeaban agua caliente y fría hasta los cuartos de baño, que estaban bien provistos con avanzados sistemas de ducha, el baño de la habitación de Jaejoong, por ser uno de los más elegantes, tenía una espaciosa tina hecha de porcelana color marfil, que descansaba sobre sus garras hechas de oro puro y un avanzado sistema de ducha de agua caliente. A Jaejoong le encantaba y entro al baño desnudo, soñoliento y alegre, tan feliz como no se sentía hacia muchísimo tiempo.
Después de tomar el baño más largo que había tomado en toda su vida, salió del baño con una túnica envuelta en la cadera, el pecho mojado con las gotitas brillando en su piel como tímidas estrellas .
Afuera, en el dormitorio, todo estaba limpio y en perfecta calma, y aunque aquello no era nuevo si lo sorprendió mientras un tenue rubor le coloreaba las mejillas, La cama estaba perfectamente hecha con un cobertor dorado en lugar del rojo sangre que había sido testigo mudo de la carnal reconciliación entre Changmin y él. La chimenea ahora encendida crepitaba alegremente y había calentado la habitación, en la mesa estaba su almuerzo servido en una bandeja de plata cubierta por un domo hecho del mismo fino material. Jaejoong se acercó y levantó el domo, después levanto el siempre omnipresente paño de lino que mantenía la comida caliente o fresca según fuera el caso. Le habían servido una ensalada fresca con pequeños trozos de esponjoso queso de cabra, tostadas con mantequilla, té caliente y paté de foie gras. Sonrió y fue a terminar de vestirse, una de sus dos esclavas aun seguía presente y estaba acomodando la ropa del pelinegro sobre la cama cuando
éste se acercó, la muchacha, completamente ruborizada bajó la vista, después de echarle una buena ojeada al torso desnudo de Jaejoong , Sus ojos lo devoraron con deleite, pero se ampliaron de horror al ver la terrible cicatriz que adornaba su costado y sintiéndose cortada, se excusó y salió a toda prisa.

—Oh vamos, no está nada mal — se dijo a si mismo viendo su cicatriz — bueno, no tan mal — se corrigió y terminó de vestirse a toda prisa. Cuanto odiaba aquella marca, tanto como al príncipe que se la causó.

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—Ya era hora  — tronó Yunho entre molesto y divertido cuando Jaejoong se le unió en las barracas perfectamente arreglado. Incluso tuvo que parpadear ante la imagen que ofrecía el pelinegro, llevaba el pelo perfectamente alisado, los parpados completamente negros y los ojos remarcados con kohl, dándole a su rostro gatuno un matiz indescifrable y un poquito  tenebroso.

—Tengo derecho a disfrutar de mi tiempo libre ¿no lo crees? — respondió Jaejoong, mientras se inclinaba y le echaba una ojeada al mapa de Calabria que descansaba sobre la mesa del capitán, quien se mantenía callado como muerto y miraba con lealtad a su comandante.

—Si joder, pero además te has echado tres horas de siesta.

 —Yunho, pareces mi prometida — se burló el Jaejoong haciéndole un guiño al capitán— ¿todo en orden? — le preguntó directamente al capitán, quien se levantó de un salto, hizo una reverencia y asintió.

—Todos los hombres están listos, avituallados y aburridos, mi señor.
Jaejoong se carcajeó.

—Me lo imagino — comentó y se acercó a un par de Valientes del Rey que estaban en la entrada de la tienda completamente inmóviles. Jaejoong  acarició sus pesados escudos de cobre y, verificó las lanzas, las flechas y las espadas. Todo estaba reluciente como él les había ordenado. Yunho observaba todo con rostro serio.

—Aun así no hay que bajar la guardia capitán, nunca se sabe que puede pasar, y mantenme informado de todo, ya sabes que hacer.

—A la orden.
Jaejoong salió al rayo del sol seguido de cerca por Yunho.

—¿Qué vas a hacer hoy, Jae?
El aludido levantó la vista hacia el cielo y entrecerró un ojo, haciendo un gesto de molestia porque la luz del sol lo deslumbraba.

—Iré al cementerio, y después me pasare por el pueblo— le dijo, volviéndose a mirarlo— me hace falta un buen consejero y tengo el candidato ideal— dijo con emoción en la voz. Si alguien iba a estar con él, trabajando y aconsejándolo, no podía pensar en nadie más que en su fiel amigo Yoochun.

—Oh, me gustaría conocerlo, pero yo no tengo el día libre. —Refunfuñó Yunho— A todo esto, ¿Por qué tienes el día libre?

—Porque Ambrosía está cansada y quiso quedarse recostada —le dirigió una mirada de lánguida añoranza a las ventanas de cortinas cerradas que sabia pertenecían al dormitorio de Ambrosía—, pero no te preocupes, dejé a mi mejor par de soldados afuera de su puerta.

—Sabes Jae, uno de esos días esos soldados tuyos van a hacer alguna barbaridad, están muy bien entrenados y son muy agresivos, además de un poco altaneros. Hoy por la mañana se divertían con los guardias del príncipe rubio, al que le reventaste las napias con tu puño.

—No puedes culparme — sonrió. Comenzaron a caminar con dirección a la explanada de cantera negra. El calor era ya opresivo y se alzaba en oleadas desde la piedra, amenazando con hacerlos sudar— han de estar así de entrenados para que nunca nadie pueda sorprenderlos, y en cuanto a la guardia de Kyuhyun, déjalos que se diviertan.

—Bueno, tienes razón, aunque tu entrenamiento me parece un poco despiadado, y aun así te siguen amando.

—Gracias, lo tomaré como un cumplido. —Jaejoong se sintió halagado. Llegaron a unos cuantos metros de las verjas de hierro que estaban abiertas de par en par, custodiadas por un par de gendarmes callados y quietos como las piedras.

—Por nada. ¿No te llevarás a Capri? —dijo Yunho frunciendo el ceño, le parecía extraño que Jaejoong no sacara a su adorado corcel, cuando a veces se tomaba horas enteras en cuchichearle cosas al odio. Le parecía alucinante que incluso siendo un animal, parecía comprender a la perfección lo que Jaejoong le decía.

—No, esta vez no. Quiero caminar.

—¿Estás seguro? —Yunho parecía bastante receloso de repente—No sé… tengo un mal presentimiento, Jae, mejor no vayas, o llévate al menos a algún soldado.

—Por el amor de Dios Yunho, no seas ridículo. ¿Qué podría pasar? Relájate.

—No vayas Jae, por favor, vamos mañana, o permíteme avisarle al Rey y te acompaño.

—Yunho, me estás poniendo nervioso, no me pasará nada. Yo crecí aquí, recuérdalo, es mi pueblo, mi gente ¿Qué podría suceder?

—No sé. —Este estaba sumamente intranquilo y la impaciencia se iba acumulando rápidamente en su interior— Pero no vayas.

—Mira, cálmate, Ve con Adam o a hacer lo que tengas que hacer, por la tarde te buscaré para contarte todo, aunque tendrás que esperar porque prometí ir primero a ver a Ambrosía.

Tras decir eso y antes de que Yunho pudiera volver a detenerlo, Jaejooong se dio la media vuelta y se alejó del palacio caminando a grandes zancadas por la vereda. Intentaba ir relajado, pero sentía la penetrante mirada de Yunho clavada en su nuca, lo que le impedía disfrutar de la caminata, pero pronto la sensación desapareció cuando Jaejoong fue dejando atrás paulatinamente el castillo y sus torres imponentes…


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—¡¡OH DIOS SANTO!! — el potente grito desgarró la sofocante quietud del mediodía, e hizo saltar a Jaejoong— nMi muchacho… ¿Jaejoong? Eres tu ¿no? ¡SI! Eres tú. No lo puedo creer.

El sepulturero y encargado del cementerio era un diminuto anciano encorvado, que aunque no era tan mayor, el trabajo que desempeñaba le hacía ver casi como una calavera. Estaba sumido en su melancólica y solitaria rutina diaria, únicamente acompañado por su fiel perra mestiza que lo seguía de tumba en tumba, y lo miraba con
plácida y lánguida ensoñación, tirada sobre su abdomen mientras el buen hombre hacia su trabajo bajo el asfixiante y húmedo clima del mediterráneo cuando reparó en un joven impecablemente ataviado, Pero en cuanto había enfocado la vista en el noble rostro, había dejado caer la pala y había gritado al reconocer los oscuros y cálidos ojos del hijo de Constanza.

—Soy yo mismo, Doménico —respondió el pelinegro, sonriendo con su sonrisa chocolateada.

—Cuánto tiempo, Jaejoong, cuánto tiempo, Pensé, pensamos que no te íbamos a volver a ver por aquí y sin embargo aquí estas, y tan fino y tan elegante ¿pero que ha sido de ti? ¿Heredaste un reino o algo parecido? —El anciano sonrió con autenticidad y una punzada de cariño por aquel joven desgarbado subió lentamente por sus entrañas.

—Tenía que volver… tú sabes… mi madre.

—Claro, claro que lo sé, ella estará feliz de verte ¿eh? No te preocupes, tienes el tiempo que quieras ¿quieres que te lleve? —Ofreció el anciano sonriéndole a Jaejoong mientras este, acuclillado acariciaba y mimaba a la enorme y dócil perra negra, que tenia las mandíbulas abiertas y la lengua de fuera, en una especie de sonrisa guasona.

—Descuida, iré yo —dijo Jaejoong, irguiéndose después de haberle dado unas palmaditas en el lomo a la perra y referirse a ella como “buena chica” — hermosa como siempre está ésta “mulata” —dijo refiriéndose a la can por su nombre.

—Gracias Jaejoong, gracias, ya está tan anciana como yo, pero nos acompañamos, somos un par de viejos sentimentales —Jaejoong sonrió con tristeza—. Oh vamos, no pongas esa cara. Anda, ve con Constanza que debe estar impaciente por verte, aquí nos vemos cuando vuelvas— y le propinó al joven un ligero empujón hacia el sendero que serpenteaba por entre las primeras lapidas.

Jaejoong camino con ligereza por entre las tumbas con los ojos agudos, buscando, hasta que la encontró. Estaba en el mismo montículo que recordaba, pero ya no era de tierra negra y húmeda, después de un largo año la tierra se había ido cubriendo de verdes retoños de pasto suave que trepaban hasta la cima del pequeño altillo; y ahí, donde las verdes y pesadas copas de los pinos siempre daban sombra al suelo, donde los colores ocres de
octubre de los otros árboles llameaban oscuramente en la noche, donde el kudzu consumía lentamente todo a su paso, se alzaba la enorme, impecable y solitaria lapida blanca, única en todo el cementerio.
El corazón de Jaejoong  latía a ciento cincuenta mientras se acercaba a paso lento, las manos le sudaban, estaba muy nervioso. ¿Pero nervioso porque? A fin de cuentas solo era el cementerio donde descansaban los restos de su madre y nada podría pasar.

— ¿Qué podría pasar eh Miles? — le pregunto a la lapida que tenía más cercana y que pertenecía a Miles Bianchi, un soldado del ejército confederado al que habían matado de un tiro en los bosques de Escocia y al que habían traído en carreta hasta su hogar para enterrarlo en el barro. Sorprendentemente después de dirigirle esa frase, Jaejoong se relajó totalmente y trepó la poco empinada colina sombreada, recubierta de musgo, se puso de rodillas y apoyó la mejilla sobre el frescor del mármol blanco.

—Hola mamá —saludó con voz ronca y levemente chirriante, con su ya casi imperceptible acento — ¿Qué tal se está ahí? Espero que no sea muy frio, aquí hace calor, hace calor y esta amarillo como la arena y el océano es del mismo color que tienen los ojos de la princesa Ambrosía cuando está contenta, deja que te cuente de ella…

Jaejoong se tendió sobre la mullida alfombra de agujas de pinos durante varias horas y mientras le relataba a su madre todo un año de aventuras miraba a su alrededor. Le encantaba aquel océano de lapidas que parecían brotar del suelo como setas del bosque, las cruces de madera y granito maltratadas por la intemperie, los ángeles callados y esas calaveras aladas tan desgastadas que bien podrían haber sido afloramientos naturales; y mirando todo aquello se percató de algo que no había notado antes, la lapida de Constanza estaba
totalmente blanca, parecía que acababa de ser colocada, no tenia una sola brizna de polvo o de tierra, y a los costados, en los jarrones hechos del mismo mármol, había dos esponjosos ramos repletos de rosas blancas en cuyos pétalos aun brillaban las gotitas de rocío.

—He de preguntarle a Doménico una vez que salga de aquí quien te ha estado visitando— le dijo a la lapida, con el ceño fruncido.

Pasada la hora de la comida se incorporó del suelo, se sacudió los restos de agujas de pino, y tras despedirse de su madre con un beso al mármol y un “volveré pronto” se encaminó a la salida. Quería preguntarle al cuidador quien era la persona que al parecer venia de manera cotidiana a visitar a Constanza, y que además le dejaba frescos ramos de rosas blancas, las favoritas de Jaejoong.

El anciano dormitaba de manera apacible sentado en una silla de madera desvencijadandentro de la pequeña oficina que estaba al lado de las verjas de entrada al cementerio. Jaejoong entró despacio, cuidándose de no hacer ruido ¿Por qué? No lo sabía, llego al pie de la mesa, donde las manos arrugadas y llenas de callos estaban apoyadas al lado de una taza semivacía, cuyo contenido probablemente era café frio y dulzón, la superficie de
madera llena de arañazos y rayones estaba salpicada por una galaxia de pequeñas miguitas de pan que se habían desprendido del trozo mas grande, una mitad de hogaza de pan duro y frio. La otra mitad la masticaba alegremente la fiel compañera canina del anciano.
Al verlo, el interior de Jaejoong se apretó y rechinó los dientes por la furia y la desesperación. Maldijo a los aristócratas, aquellos desalmados que le robaban a la gente el poco dinero que tenían con los estúpidos impuestos. Despotricó justo en el momento en que con un suspiro, extrajo del bolsillo de su pantalón una pequeña bolsita del tamaño de su mano, llena hasta el borde de liras de oro y la dejó sobre la mesa sin hacer ruido. Pero el anciano despertó en ese momento con un sobresalto, parpadeó y enfocó su nubosa vista
en Jaejoong.

—Ah, Joven — canturreó— ¿Qué tal la visita?

 —Interesante, muy interesante, Y te tengo una pregunta interesante también.
El anciano sonrió y levanto las cejas entrecanas, dándole la pauta para que hiciera su
pregunta.

—Tú que estas aquí todo el tiempo, ¿Quién es la persona que vino a dejar un ramo de rosas en la tumba de mi madre? …-EL anciano parpadeó.

—Pues, el príncipe Changmin, como siempre.
Al escuchar aquello, la mandíbula de Jaejong  estuvo a punto de irse al piso, literalmente.

— ¿Qué? — Quiso comenzar a manotear de la sorpresa, pero si algo le había inculcado Constanza, era a mantener una actitud serena y rostro impasible aunque estuviese muriendo por dentro— ¿Changmin? ¿El príncipe? ¿Por qué? ¿Cuándo?

—Cuantas preguntas —sonrió el hombre— si he de confesarte, la primera vez me quede totalmente sorprendido.

—Puedo imaginarlo ¿La primera vez? ¿Cuándo fue eso? — dijo apenas disimulando el leve temblor de su voz.

 —Fue una semana después del entierro de Constanza, desde entonces cada mañana, en el momento justo en que asoma el sol, viene el príncipe Changmin como un espectro, ya te digo chico, no ha faltado ni un día — aseguró el hombre al ver las expresiones de sorpresa que se desplegaban en los ojos del joven—deja a su caballo aquí, atado a la verja y entra con las rosas en las manos, se queda un aproximado de una hora y vuelve a salir. Siempre viene solo, uno pensaría que alguien como el estaría todo el tiempo rodeado de guardias, pero nada. No me habla, solo me saluda y se despide como todo un caballero y cuando se va, voy a ver a tu madre y ahí está, la lapida impecable y las flores adornando la vista.

Jaejoong estaba temblando ¿de qué? De sorpresa, de adoración y un poco de culpa. Jamás se lo habría esperado de Changmin, siempre tan arrogante y pagado de sí mismo, El siempre orgulloso, petulante, endiosado y creído príncipe bajándose del Olimpo para un acto tan simple y humilde como era llevar flores al panteón.

—Ya… ya veo — bueno, me parece que he de agradecerle en persona— comentó mas para sí mismo que para el enterrador.

—Pero Jaejoong, quien sabe cómo podría tomarlo…— parecía pensativo— el príncipe Changmin es muy extraño, lo he pensado y tengo una conclusión. — El pelinegro escuchó Jaejoong atentamente— tu madre fue su institutriz y seguramente le cogió cariño, debe ser por eso.

El pelinegro lo pensó y accedió a darle algo de crédito, pero él sabía que algo más profundo que el  cariño hacia su madre muerta era lo que había movido a Changmin. Tenía que preguntárselo en persona.

—No te preocupes, Doménico, tendré cuidado —le dijo para tranquilizarlo. El anciano asintió con rostro enigmático—. Ya he de irme.

—Vuelve pronto Jaejoong  y por favor llévate esto —dijo señalando con un índice lleno de líneas de edad la bolsita que contenía el oro.

—No, es un regalo para ti — respondió el moreno de manera tan tajante que el anciano no pudo replicar— Si lo rechazas me voy a sentir muy ofendido, no fui a buscarme la vida, a trepar con mis propias manos y a aguantar de todo tipo de bajezas para que al volver, mis amigos rechacen lo que tanto esfuerzo me costó obtener para ellos. — en realidad estaba dramatizando un poquito, incluso hasta sobreactuando, pero había surtido efecto.
El anciano había tomado la bolsita con sus manos levemente temblorosas a causa de la edad y tantos años de esfuerzo y trabajo ininterrumpido, la sopesaba con adoración— así que por favor, contrata a alguien más, con eso puedes pagarle por años y además tener un retiro tranquilo y— levanto un dedo al ver que el anciano iba a replicar— te traeré lo mismo siempre que venga a ver a mi madre, así que acostúmbrate de una vez, además
podrías comprarle algo de carne a la mulata, la harías feliz— acto seguido se agachó y acarició a la enorme y tranquila perra a modo de despedida— cuídalo bien ¿eh? — la perra dejó escapar un ladrido agudo y le lamió la cara, movía tanto la cola que todo su cuerpo se sacudía. Jaejoong se incorporó.

—Gracias Joven.

—Hasta pronto Doménico...

Jaejoong salió del cementerio y retomó la vereda que llevaba al pueblo, iba tan sumido en sus pensamientos, los cuales giraban alocados dentro de su cerebro con formas de Changmin en miniatura, que no se fijó en toda la gente que reparaba en su alta figura en movimiento.
Iba caminando mecánicamente, pensando en la magia susurrante que irradiaba cada átomo de Changmin. Jaejoong murmuraba su nombre para sí mismo continuamente, era como el sabor de la nata batida, como un beso muy profundo dado con la lengua, Solo prestó atención al camino cuando pisó los primeros adoquines negruzcos de las calles que llevaban al centro del pequeño pueblo.

La tarde comenzaba a caer, se encaminó con paso rápido por entre el laberinto de calles doradas que conducían a la casa de Yoochun. Los habitantes del pueblo que se llegaron a topar con él le miraron con ojos desorbitados y Jaejoong recibió tantos apretones de mano, saludos y palmadas en la espalda, que después del décimo le fue imposible contarlos.
Al pasar frente a la taberna reconoció a Rose, la atractiva prostituta que siempre se le insinuara nada mas al verlo;, estaba de pie como siempre en la puerta esperando a algún cliente. Jaejoong le sonrió con galantería, guiñándole un ojo y estuvo seguro de escuchar como se le detenía el corazón a la joven, pero no se quedó a charlar, tenía que ver a Yoochun.

Después de escasos minutos de caminar al centro de las calles donde las casas estaban más separadas y comenzaban los diminutos océanos dorados de trigo y los morados helechos de lavanda, llegó finalmente a la alegre casita de su mejor amigo. Estaba como siempre, con sus molduras de madera oscura, el pórtico bordeado de estacas color blanco que él y Yoochun habían pintado cuanto apenas contaban con ocho años y las alegres margaritas anaranjadas de la señora Park, enraizadas en la jardinera que estaba bajo las ventanas cerradas de la cocina. La casa estaba totalmente silenciosa y las tripas de Jaejoong se liaron en un apretado nudo, su primer pensamiento coherente fue “¿Y Chun? ¿Qué ha sido de mi hermoso amigo Yoochun, el de los ojos bonitos? Tiene que estar bien…” Jaejoong expulsó ese pensamiento en el momento en que otro llegó “Estoy aquí, realmente estoy aquí, el tiempo ha transcurrido demasiado rápido y he vuelto a casa” Jaejoong se acercó a la puerta, la tocó y esperó por casi cinco minutos, Nadie abrió. Las cortinas estaban cerradas y las puertas y ventanas también, estuvo a punto de tener un verdadero ataque de pánico cuando recordó que el padre de Yoochun tenía un taller donde guardaba el algodón y donde había empezado a maquilarlo hacia algunos años, creando esponjosas nubes blancas, lo que le había valido tener mejores ingresos para su diminuta familia. El pelinegro casi corrió el medio kilometro calle abajo hasta llegar al taller, ahí las puertas estaban abiertas de par en par y el ruido de las maquinas le llegaba a los oídos con su inminente rugido, Jaejoong supo que aunque tocara la puerta de madera nadie le escucharía así que entró.

En primera instancia pensó que el taller estaba vacío, pero no era así, sus ojos oscuros se enfocaron en la silueta de la única persona que estaba en el lugar y el nudo que había estado oculto en el fondo de sus entrañas se esfumó al ver aquellos relucientes ojos y aquel rostro de sedosa cabellera castaña que seguía siendo tan joven y despreocupado.

Yoochun había levantado la mirada al sentir otra presencia en la habitación, y el costal que estaba llenando con esponjosas bolas blancas se le escurrió de los dedos y aterrizo en elpiso sin hacer el más mínimo ruido al ver quien había decidido prácticamentematerializarse en el aire.
Jaejoong parpadeó, se irguió y sonrió con camaradería y confianza pensando en cuánto lo había extrañado. Contempló el rostro hermoso y maravillado de Yoochun mientras el castaño lo miraba con sus ojos reluciendo y esa belleza se quedó profundamente grabada en su memoria. Hubiese reinado un silencio sepulcral de no ser por el soniquete aburrido de las maquinas de hilar.

— ¿Jae?

—Hola Chun— Jejoong sonrió, mostrando su perfecta y blanca dentadura, la larga caminata que había hecho desde el cementerio hasta el pueblo había alborotado su negra cabellera, le había encendido un poco las mejillas y había hecho que sus ojos brillaran como nunca.

Cuando escuchó su voz, cuando vio su silueta, las tripas de Yoochun se revolvieron y treparon rápidamente por su esófago, amenazando con salir disparadas de su boca, aunque aquello fuese imposible.
Cuando el castaño avanzó a grandes zancadas hacia él, Jaejoong se sintió de repente como una hormiga que se enfrenta a un elefante. Las facciones de Yoochun estaban crispadas, los delgados labios fruncidos, el ceño arrugado.
“¿Por qué estará tan molesto?” se preguntó Jaejoong con preocupación y algo de miedo al ver lo que se le venía encima.
Estaba cerca, Casi sobre él. Incluso bufaba un poco, Jaejoong cerró los ojos, listo para recibir el primer golpe o la primera bofetada o el primer empujón o lo que fuera que Yoochun tenía en mente para atizarle, pero nada de eso sucedió. De un momento a otro sus pulmones fueron completamente vaciados de aire mientras dos brazos le comprimían los costados como un par de boas constrictoras, como lo eran siempre los abrazos de Yoochun. El castaño lo estaba abrazando con fuerza, con mucha fuerza, y también con desesperación, con confianza y seguridad, Jaejoong se sintió en casa y luchó por liberar los brazos y devolver el abrazo, pero entonces se dio cuenta de algo, Yoochun se estremecía, lo sacudían los sollozos. Su amigo estaba llorando, “llorando, está llorando” repetía la mente de Jaejoong una y otra vez. “Soy un mal amigo” se dijo al momento de liberar sus brazos de un tirón y rodear a Yoochun con fuerza para llorar con él en ese tan ansiado reencuentro.


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—Aun no lo puedo creer, es decir, ¡estás aquí! — Yoochun se había repetido a si mismo cerca de cincuenta ocasiones, y en cada una de ellas, Jaejoong había sonreído y le había dado una palmada en la espalda o un amistoso jalón en la oreja.

—Estoy aquí, no soy un espectro ni una maldición ni nada por el estilo Chun— murmuró Jaejoong, sentado en el piso de la habitación de Yoochun con las piernas cruzadas y el rostro encendido. Estaba tan feliz de ver a su amigo que poco había faltado para que se pusiera a bailar.

Después de recuperarse del abrazo de muerte que el castaño le había propinado y detener la tremenda ola de emoción que los embargó al volverse a reunir, Yoochun había parado todas las maquinas, había cerrado el taller y se había llevado a Jaejoong a su casa, donde el moreno le relató durante más de dos horas seguidas todas las aventuras por las que había pasado desde que Yoochun y familia lo alentaran a marcharse en aquel barco.
Yoochun  estaba anonadado, y mientras más le contaba Jaejoong, mas se sorprendía.
Cuando el pelinegro hubo terminado, Yoochun lo miró con una nueva clase de respeto y admiración.
Le era difícil conciliarlo, el mejor de sus mejores amigos desde siempre ahora era todo un príncipe, además de comandante y a saber que tanto más, para el castaño aquello fue delicioso, no había nada que lo llenara mas de orgullo que ver a su amigo en la cima, envuelto en poder.

—Tu madre tenía razón Jae.
El moreno frunció el ceño, intrigado.

—Siempre lo tenía, ¿pero a que te refieres en este caso?

Yoochun suspiró sintiendo una clase muy peculiar de nostalgia. Aunque le alegraba demasiado ver a Jaejoong, ya que pensó que no lo volvería a hacer, se sentía triste por el cambio operado en su amigo; quizá hasta un poco celoso, pero no de su éxito, si no de las responsabilidades que le impedirían estar con él como cuando eran niños, sin nada mas de que preocuparse, pero no se lo dijo. Sólo se dedicaba a escucharlo y a admirar su
estampa y el halo de autoridad que lo rodeaba, ya nada quedaba de lo que antes fuera su delgado y siempre hambriento amigo.

—Siempre decía que tú habías nacido para sobresalir y mírate ahora, eres comandante, guardaespaldas y… príncipe heredero. Se te subirá la fama a la cabeza y después no querrás hablarme— dijo el castaño a modo de broma, pero una pequeña parte de su tristeza de engarzó en la frase y Jaejoong la captó de inmediato. Negó tenuemente con la cabeza y su mirada se volvió de adoración.

—Nunca haría eso Chun, pareciera que no me conoces… ¿crees que dejaría de hablarte a ti, a mi mejor amigo? Para nada— negó y sonrió repitiendo: — para nada, de hecho vine buscándote para pedirte, incluso rogarte que vengas conmigo, que trabajes conmigo. Yoochun parpadeó y luego soltó una carcajada.

—Muy buena la broma Jae. — el pelinegro frunció los labios, ofendido.

—No es broma — tronó— te necesito, necesito un buen consejero, un visir.

—Entonces— el castaño abrió desmesuradamente los ojos, y Jaejoong pudo ver su propio reflejo en el brillo de sus verdes pupilas iridiscentes. — ¿trabajar para ti?

—No, no. Trabajar conmigo.

— ¿En verdad? — La esperanza se abrió paso como la haría una marea en plena tormenta por el pecho de Yoochun— estaría contigo y…— lo miró detenidamente— ¿Qué se supone que tendría que hacer?

—En términos técnicos realmente nada— rio Jaejoong— tendrás que estar a mi lado todo el tiempo, porque tengo muchas responsabilidades y a veces se me va la cabeza, así que en general tendrás que estar atento, necesito de tu mente rápida y tu ojo crítico, deberás recordarme si olvido algo, darme tu sabio consejo cuando te lo pida y cuando no también y en general solo eso. — Yoochun sonrió y pasó el dedo sobre la frescura de la camisa blanca de Jaejoong, y después miró su ropa, limpia pero ya luida y vieja. El pelinegro siguió su mirada y su sonrisa de hizo más amplia —te verás como yo en tan solo una semana— aseguró.

— ¿Entonces cuando empezamos? — soltó Yoochun.

—A ver…— Jaejoong se frotó el mentón luciendo pensativo— hoy es miércoles, así que podríamos empezar el próximo lunes, para que hables con tus padres y termines lo que tengas que hacer y en general te prepares, el lunes vendré a buscarte y empezaremos. Tendrás trajes, armas, un caballo y mucho tiempo disponible para aprender— la voz de Jaejoong tembló un poco al final, porque se dio cuenta de que, para el lunes, Changmin y Ambrosía ya estarían probablemente casados y estaba seguro de que todo iba a cambiar, pero teniendo a Yoochun y a Yunho consigo, presentía que todo seria al menos no tan difícil, y que sus amigos le impedirían caer en la locura.

—Me parece perfecto Jae— dijo Yoochun con filo en la voz, había notado perfectamente el estremecimiento del cuerpo de su amigo y supo de inmediato que Jaejoong le ocultaba algo profundamente importante e intensamente triste para él. Quizá si fuera bueno para esetrabajo, podría descubrir las cosas más ocultas que vivían dentro del ama de su amigo.

(¡Bam!)

(Portazo)

— ¡Yoochun! Pedazo de tarambana ¿en donde estas? — la voz fúrica del señor Park reptó por las paredes hasta taladrar los oídos de ambos jóvenes que habían dado un salto al escuchar la puerta cerrarse con estrépito. Los dos se habían levantado, pero con actitudes muy distintas, Yoochun se levantó pesadamente, con las pupilas dilatadas de sorpresa, mientras que Jaejoong había dado un salto ágil, lleno de fluidez y elegancia y había
desenfundado su espada en un acto reflejo justo cuando la puerta de la habitación de Yoochun fue abierta rápidamente y se azotaba contra la madera.

—Papá…— la voz de Yochun se escuchó repentinamente chiquita.

—No me digas “papá” joven. ¿Por qué has cerrado el taller? Cuantas veces tengo que decirte que es lo que nos proporciona el dinero para…— pero el señor Park detuvo su furiosa letanía hacia su hijo cuando reparó en la figura un tanto desgarbada que esperaba en altiva quietud, con una sonrisa tímida dibujada en sus perfectas facciones. Jaejoong había guardado la espada y esperaba que el señor Park terminara, quiso defender a Yoochun, pero si algo había aprendido era a respetar a los mayores, por eso se mantuvo totalmente
callado, porque a fin de cuentas el regaño era un tanto cómico

— ¿Jae…?— la incredulidad en la voz del señor Pak fue tan grande que incluso se podía saborear.

—Señor Park— Jaejoong inclinó la cabeza en un gesto tan elegante que el padre de Yoochun se sintió un tanto cortado.

— ¡Jae! Muchacho, apenas puedo creerlo…— el señor olvidó completamente su regaño y se adelantó para abrazar a Jaejoong en un asfixiante abrazo de oso, este supo de inmediato de donde había heredado su amigo esa cualidad para dislocar huesos con sus gruesos brazos apretujantes como boa.

—Papá— se quejó Yoochun— no lo dejas respirar. —El señor en el acto lo soltó.

—Lo siento hijo— le dijo a Jaejoong.

—No… no pasa nada— dijo, haciendo acopio del aire que el padre de Yoochun le había hecho soltar cuando le apretujó los pulmones contra la espina.

—Enserio que no puedo creerlo, es irreal, tu aquí… no sabes las veces que me atormenté pensando en que habría sido de ti, en si hice bien al prácticamente empujarte fuera de Calabria… tantas noches sin dormir.

—Fue lo mejor que pudo haber hecho por mí— el pelinegro cuadró los hombros y miró directamente al señor Park con adoración— de no ser por Usted, y su esposa y mi Chun— le paso el brazo por los hombros a éste ultimo— seguramente ya estarían mis huesos podridos y descarnados en alguna apestosa celda del palacio. Es gracias a ustedes que ahora soy lo que soy.

—Veo que te has convertido en todo lo que tu santa Madre prometió que ibas a ser.

—Desde luego papá— dijo Yoochun con emoción— ¡espera a que lo sepas! Jaejoong es el guardaespaldas de la princesa Ambrosía, la que se casa con el patan ese de Changmin el domingo— Jaejoong torció el rostro en un leve gesto de dolor al escuchar esas palabras, aun no sabía cómo saldrían bien librados de aquello, incluso se estaba planteando volver a huir después de todo, pero se resistía, Changmin y Ambrosía lo necesitaban — Además es comandante de los soldados de Mónaco, los que vimos con esas lanzas enormes y los escudos y…— Yoochun hizo una pausa demasiado teatral— lo proclamaron Príncipe erps-ha  — llegados a ese punto, los ojos del padre de Yoochun  se abrieron como platos y su lengua se atascó en el fondo de su garganta, provocándole un violento ataque de Tos. Jaejoong y Yoochun lo palmearon en la espalda para ayudarlo a recuperar el aliento.

— ¿Eres un Príncipe Heredero, Jae?
El moreno asintió.

—Sí, desde hace algunos meses. No es la gran cosa…

—No tengo palabras…
El señor Park lo miró con orgullo y estuvo a punto de abrazarlo de nuevo, pero en ese momento entró la madre de Yoochun y al verlo, todo estalló en lágrimas, risas, abrazos y felicitaciones que se fueron prolongando al ritmo de la tarde. Jaejoong se quedó y les acompaño en el té de la tarde, que consistió en un suave bollo sultana con mantequilla derretida y té de hojas de limón.
Para Jaejong aquello fue lo más significativo que le había sucedido desde que lo habían nombrado Erpa-ha y disfrutó de sus amigos igual que lo haría un crio de ocho años sin preocupación alguna. Que maravillosos eran los días libres…

—Creo que será mejor que me retire— Jaejoong se levantó del sofá en donde estaba cómodamente apoltronado.

— ¡No! ¿Ya? — la madre de Yoochu se puso triste al instante.

—Tranquila mamá, Jae va a estar mucho tiempo por aquí, lo verás muy seguido.

—Oh bueno— aceptó resignada. Yoochun también se levantó.

—Vamos amigo, te acompaño al Palacio.

Jaejoong se despidió de los padres de Yoochun con sendos abrazos y besos en las mejillas, prometiéndoles visitas periódicas y cuidar e instruir bien a su hijo cuando comenzara a irse con él, ya en la puerta, Jaejoong encaró a Yoochun.

—Quédate con tus padres, yo puedo regresar.

— ¿Estás seguro Jae? Tengo un mal presagio.

Jaejoongpuso los ojos en blanco con fastidio. ¿Es que Yoochun estaba igual que Yunho? Seguro se llevarían muy bien.

—Tonterías, nos vemos en unos días, amigo. — El moreno rodeó al castaño en un fuerte abrazo y le palmeó la espalda, Yoochun correspondió algo tarde, de un momento a otro, una preocupación apabullante le oprimía el pecho.

Jaejoong se marchó andando calle abajo, sonriendo ante las coincidencias en malos augurios a los que sus amigos habían llegado, no los entendía ¿Qué le podría pasar? Absolutamente nada, aunque no pudo reprimir un estremecimiento, los largos años de entrenamiento en Calabria con su madre y después, en Mónaco habían dejado un sexto sentido en él, sintió que era observado y volteó hacia todos lados. No vio nada y apresuró
un poco el paso, no tardaría ni una hora en llegar al palacio, lo que significaba llegar a la calidez de la habitación de Ambrosía para platicar con ella, y más tarde a la suculenta y romántica lujuria que le ofrecerían los fuertes brazos de Changmin.

Que equivocado estaba… 

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