martes, 20 de enero de 2015

EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO EPISODE 17 FINAL

Las trompetas de los heraldos llevaban resonando toda la mañana, mientras el castillo se llenaba de invitados y los sirvientes, cocineros y criados iban y venían sin descanso, sumiendo al mayor de los príncipes en un terrible estado de nerviosismo, mismo que solo podía calmar Changmin con el roce de sus labios.

—Faltan solo veinte minutos para la ceremonia— recordó Changmin con los labios pegados al cuello de Jaejoong Últimamente aquel era el sitio favorito para el príncipe menor.

—Lo sé— suspiró Jaejonog, Sabía que tenían que irse, pero no quería levantarse, estaban ambos sobre la espaciosa cama que dominaba el espacio central de su habitación, aquella cama que había visto tantas cosas...
Jaejoong tenía la casaca y la camisa medio desabrochadas, mostrando un buen parche de piel blanca, misma que Changmin se deleitaba en reseguir, besar y acariciar con la punta de la lengua. El oro y las piedras preciosas incrustadas en sus ropajes le hacían tiritar con su frialdad, mientras se mezclaba con la temperatura húmeda y elevada de la lengua de Changmin. Jaejoong podría ponerse a llorar de tantas sensaciones, mismas que viajaban directo a su bajo vientre.

—Necesitaríamos algo más que veinte minutos— dijo Changmin por lo bajo, notando el bulto medio dormido y medio despierto oculto en los pantalones de Jaejoong— y después tenemos más cosas que hacer…

—¿Qué cosas? — preguntó Jaejoong de inmediato, haciendo sonreír a Changmin, el menor ya lo conocía, la curiosidad de Jaejoong era inmensa y difícil de mantener quieta.

—No te lo diré, son… unas sorpresas— le dijo, rozando con la punta de su nariz la mejilla derecha de Jaejoong. Ahí era donde más se notaban los trazos de cicatrices que muy paulatinamente se iban borrando, su ojo negro aún estaba un poco teñido en sangre, pero los Reyes no habían querido posponer más la coronación de su hijo, ya habían esperado cuatro largos meses en los cuales además no había habido mucho progreso en su relación con Jaejoong.

El mayor aún entraba en un profundo estado de nerviosismo cuando ambos reyes los visitaban (usualmente varias veces durante el día) y era indispensable que Changmin estuviera presente y no a más de diez centímetros de distancia.
La Reina le había sugerido una tarde llena de viento en la que se había sentado con sus dos hijos a tomar el té, comer golosinas y pasteles que no la llamara “señora”, pero Jaejoong aún no podía obligarse a decirle “mamá”. Simplemente no podía, le parecía una traición a la memoria de Constanza, y también sufría al no hacerlo, porque podía ver dentro de las negras orbes de la Reina como su corazón se hacía mil pedazos.
Aunque por otro lado, había asumido su papel de Principie Real a la perfección. El guardia que había hecho tangible su rescate había pasado a ser su guardaespaldas personal y lo veneraba, además de que lo seguía como una sombra.

Solía pasar largas horas con Yoochun y Changmin y a veces kyuhyun en las barracas, entrenando a los soldados de Calabria de la misma forma en que alguna vez entrenara a los de Mónaco y en tan solo tres meses los había convertido en verdaderas maquinas de matar. Había cambiado sus escudos de frágil madera remachada por fuertes placas de bronce fundido, arcos reforzados y espadas nuevas. Además también solía pasar horas montando en los terrenos reales, acompañado por Changmin y Yoochun, quienes miraban con extrañeza y hasta miedo el cariño y la dulzura con las que Jaejoong se dirigía a su caballo, aquella bestia tozuda y terca que se volvía tan dócil como un gatito solamente con el pelinegro.
Jaejoong a veces se preguntaba por qué no le habían permitido poner un pie afuera de las verjas del palacio, aunque eso no le molestaba mucho de momento porque dentro del castillo tenía todo lo que pudiera necesitar, aunque ardía en deseos de ir a la tumba de Constanza.
—Es mejor esperar un poco— le había dicho el Rey hacía un mes, con un brazo rodeando los fuertes pero delgados hombros de su hijo. Lo que no le dijo era que prefería tenerlo dentro de las periferias del palacio, bajo su vista y cuidado, porque le causaba un profundo e incierto terror imaginarse que alguien pudiera volver a lastimarlo.

Durante esos meses, Jaejoong había recibido numerosas cartas de Yunho, de Ambrosía e incluso una de Adam, llena de felicitaciones extrañas y palabras oscuras y algo procaces, que Changmin se dedicó a descuartizar con saña para arrojarla después a la chimenea encendida.
Yunho le informaba que en Mónaco las cosas estaban tranquilas en demasía, y que la princesa aún estaba sumida en una especie de lánguida depresión, pero que al menos ya sonreía, y que deseaba pronto ir a darle las felicitaciones correspondiente personalmente.
Por su parte la princesa le relataba su día a día prácticamente, Jaejonog estaba enterado hasta de su nueva mascota, un gato negro llamado Ra. Lo que ella le platicaba a él le encantaba y sonreía como idiota ante la furiosa mirada de Changmin, pero a Jaejoong eso no le importaba mucho porque sabía que la furia de su hermano era fácil de apaciguar.
Jaejoong extrañaba profundamente a la princesa, extrañaba sus claros ojos azules, la sedosidad de su cabello y la tranquilidad que le brindaban los largos paseos a su lado, y también le escribía sendas cartas de respuestas, hasta que las misivas de Ambrosía comenzaron a tener cada vez tintes más románticos y fantasiosos, entonces Jaejoong había optado por no escribir tan seguido porque no quería que ella se hiciera falsas ilusiones.

El Médico Real visitaba cada semana los aposentos de los príncipes y se mostraba muy satisfecho en cuanto a la recuperación del mayor. Jaejoong estaba prácticamente sano, salvo una muy leve y casi imperceptible debilidad al caminar, que desaparecería por completo al cabo de un par de meses más, junto a las cicatrices que adornaban una de sus cejas, la nariz y la parte derecha de su rostro.

—Creo que ya es hora— dijo Changmin irguiéndose al escuchar un leve llamado a las puertas— tengo que ir a vestirme— le dijo a Jaejoong mientras se levantaba.

—¿Te veré…?

—Ja, solo iré al cuarto de baño, ya sabes que odio que me vistan y como tú ya estás listo pues tienes que darme unos minutos.

—Por si no lo has notado genio, yo también tengo que volver a vestirme— dijo el mayor esbozando una sonrisa de lado— y aun así te ganaré…

—Seguro— dijo Changmin mientras se dirigía al cuarto de baño entre risas.

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Jaejoong estaba intranquilo, sumamente intranquilo y ni siquiera sabía por qué, aunque una parte de su mente si lo sabía. Le parecía divertido que estuviera nervioso por la ceremonia en la que el sería el anfitrión, aun después de cuatro meses, si se detenía a pensar en ello le parecía lo más raro del mundo. Un príncipe… increíble, increíble pero cierto. ¿Cómo era posible? Fijó su vista en los pendones de terciopelo que estaban en la antecámara que precedía el enorme salón de puertas cerradas, donde ya lo esperaban. Uno de los estandartes era de un color verde turquesa que te hacía pensar en vómitos, otro de un color naranja chillón. A Jaejoong se le revolvieron las tripas y comenzó a sudar, no sabía si por los nervios o porque el traje que utilizaba pesaba sus buenos diez kilos.
Aquel traje era una exquisitez de terciopelo color azul profundo, con el chaleco confeccionado en tela de seda blanca bordada con hilos de oro, entrelazados hasta formar una complicada filigrana, lo más pesado como siempre era la capa, también azul oscuro forrada en satén dorado tan suave como el pelaje de un búho, con joyas incrustadas en el cuello y los hombros. Jaejoong tuvo el impulso de quitársela, pero logró contenerse, no llevaba corona, y era lógico porque estaba a punto de entrar en la ceremonia de su propia coronación, no es que le entusiasmara mucho llevar un pesado trozo de metal sobre la cabeza. Solo le provocaba cierta curiosidad, y aun más porque desde que fuese rescatado, Changmin también había dejado de llevar corona, en la habitación Jaejoong había visto el enorme hueco en el armario donde solían estar los numerosos estuches que contenían las coronas de Changmin completamente vacío y libre de polvo, y Changmin le respondía con evasivas siempre que Jaejoong le preguntaba.

Las trompetas volvieron a sonar, mas fuerte incluso ésta vez, sacando al joven de sus atribulados pensamientos, Jaejoong suspiró mientras le abrían las puertas. Tomó tres profundas respiraciones y salió al rayo de sol, experimentando un potente deja-vu. Tan solo cuatro meses atrás, él había cruzado las mismas puertas, casi a la misma hora, pero con Ambrosía. Qué extraño se le antojaba ser ésta vez al que estuvieran esperando.
El pelinegro entró sintiéndose un poquito ridículo, pero después olvidó todas sus emociones al ver lo que le esperaba.
Prácticamente toda Calabria estaba presente llenando el salón, no había espacio libre. Era por vez primera en la vida que se reunía la realeza, la nobleza y la plebe, todos ansiosos, emocionados al límite por ver al nuevo príncipe en todo su glorioso esplendor.
Habían colocado una larga y mullida alfombra roja sobre el piso de mármol tan brillante como la superficie de un lago. Era larga como el invierno y al final de la misma, subiendo tres escalones no había uno, sino dos tronos. Entonces Jejoong se olvidó de todo, porque Changmin estaba el final del pasillo esperándolo, flanqueado por sus padres, pero este no podía ver nada mas allá de su hermano.

Changmin estaba de pie en actitud solemne, pero una sonrisita furtiva y llena de secretos curvó sus labios, únicamente dirigida para su hermano.
El pelinegro sintió su ritmo cardiaco acelerarse y su cuerpo derretirse. Changmin iba vestido exactamente igual que el. ¿Cómo era posible que le provocara esas sensaciones estando lejos? Contempló el rostro hermoso y letal de Changmin y quiso correr hasta él, pero se contuvo y sólo atinó a caminar más deprisa.
Los Reyes, ambos en sus respectivos tronos, flanqueando los tronos de sus hijos, sonreían ampliamente. Los ojos de la Reina brillaban de lágrimas de felicidad, los del Rey de orgullo absoluto.
Cuando Jaejoong llegó hasta Changmin y sus padres (en lo que le pareció una eternidad) pudo ver bien todo. Ambos tronos eran de oro puro, y cada uno tenía justo al centro una letra llena de florituras. Una C y una J respectivamente. Jaejong espiró hacia Changmin.

—¿Entonces nosotros…?

Changmin asintió satisfecho.

—Esta es una de las sorpresas— le dijo en voz muy baja— es nuestra ceremonia.

—¿De los dos? —cuchicheó Jaejoong.

—Sí, de los dos—cuchicheó Changmin de vuelta.

—¿Por qué no me lo dijiste…?— el tono del mayor era de emoción total. Iban a ser coronados los dos, como hermanos, como uno solo.

—De haberlo hecho ya no sería sorpresa— bisbiseó Changmin mostrandole una sonrisa sensual.

Jaejoong estuvo a punto de replicar, pero la voz arrugada y vieja del arzobispo atrajo la atención de todos al pararse enfrente de ambos príncipes y santiguarlos tres veces.
Changmin dejó ir un profundo suspiro de tolerante fastidio y puso su mejor cara de hombre paciente acostumbrado a sufrir desde hacía mucho tiempo.
Por su parte, Jaejoong se dedicó a observar, le dio una profunda mirada broncínea a su verdadera madre mientras le sonreía con todas las letras. Era la sonrisa mas cargada de admiración y cariño que Jaejoong le dirigiera jamás, que fue respondida con la misma impetuosidad, después el contacto se rompió.
Jaejoong observó todos los rostros del salón, todo el pueblo había asistido, todos aquellos a los que alguna vez les trabajó, aquellos que le regalaron comida cuando era pequeño o ropa, o simplemente una palabra de aliento… también estaba todo el parlamento. Los jefes de estado y de gobierno, y tantos arzobispos, sacerdotes y cardenales que Jaejoong no los pudo contar.

Entre los rostros de los nobles pudo distinguir a Yoochun, su amigo, su hermano, el castaño le sonreía, con sus enormes ojos como catedrales resplandeciendo con su extraño brillo iridiscente. A su lado, en actitud amistosa estaba el Principie Kyuhyun, que a veces se reía de algo que Yoochun le decía a su oido y tomaba su mano sin que nadien pudira notarlo. No había ni rastro de prepotencia o arrogancia en su mirada o en sus modos, y al percatarse de que Jaejoong lo observaba le sonrió con una extraña sonrisa de cortesía un poco inexperta tan típica de alguien que no conoce bien a otro alguien. Jaejoong le devolvió el gesto con actitud vacilante.
Entonces Changmin acarició suavemente el dorso de la mano de Jaejoong para llamar su atención. El magistrado estaba de pie frente a ellos con una sonrisa algo zalamera. Jaejoong frunció el ceño con curiosidad cuando le entregaron al heraldo principal un rollo de pergamino cerrado con un lazo del color de la sangre y un sello hecho de oro.
Ambos príncipes, todos oídos y ojos brillantes escucharon con atención el discurso que prepararan los magistrados para su ceremonia.
La voz del Heraldo cobró fuerza e hizo callar el murmullo sordo como de enjambre que reinaba en el enorme salón al comenzar el discurso:

—Es con inmensa alegría que nos hemos reunido en éste día mas auspicioso. En estos últimos años, los sueños y aspiraciones de nuestros antepasados y la visión de nuestros Reyes se han cumplido en todas las expectativas. El liderazgo sabio y desinteresado de nuestros Reyes, el sacrifico y el trabajo de generaciones de Calabria y el vinculo especial entre el pueblo y los Reyes al fin tiene un regalo único y especial; una joya de la tierra.
Hace veinti dos años, uno de nuestros hijos nos fue arrancado de los brazos por personas sin alma y sin escrúpulos, pero ahora nos fue devuelto, lo cual implica un cambio profundo.
Por eso es que con gran orgullo que nos congratulamos en recibir de vuelta a nuestro soberano Jaejoong Kim Shim Von, noble de casta, después de haber completado una hazaña sin precedentes e histórica. Calabria se ha visto bendecida por partida doble al recibir no uno, sino dos hijos de sangre noble que traerán paz y seguridad a nuestro pueblo y seguridad y sabia soberanía a la nación.
Nuestros príncipes han sido dotados de una nación fuerte, dinámica por sus antepasados y apasionada por el futuro. Estamos dispuestos a trabajar con su compromiso y dedicación, y seguir su ejemplo no puede hacer más que traer paz, felicidad y prosperidad a nuestro país. Estamos seguros porque sabemos el valor y el carácter de nuestros príncipes.
Vosotros sois la verdadera joya de ésta nación, el destino os ha puesto aquí. Es inmensa la gratitud y humildad de vuestro pueblo tomarlos a ésta temprana edad como futuros soberanos.
Porque sabemos que el futuro no es invisible, ni desconocido. El futuro es lo que hacemos de él.
Por eso es que os nombramos a ambos futuros Reyes de Calabria, trono al que ambos, como uno solo, tendrán derecho. Nuestro pueblo será doblemente bendecido con dos Reyes y en palabras de su Real Majestad El Rey Donsik, queda decretado que ningún príncipe está obligado a contraer matrimonio para asumir el reinado.
Príncipes Changmin Shim Von , Alteza Real y Jaejoong Kim Shim Von, Alteza Real e Imperial, que el sol de la paz y la felicidad brillen para siempre en vuestros corazones.
Mientras el heraldo volvía a enrollar el pergamino, todos en el salón estallaron en abrazos, gritos de júbilo, felicitaciones, llanto y alegría.
La Reina sonreía con tanto orgullo que bien podría haber sido un pavorreal con las plumas levantadas mientras sus dos hijos recibían los elogios y el amor de su pueblo.
Entonces llegaron las coronas que descansaban en sus almohadillas de terciopelo igual que un par de gatitos dormidos. Los Reyes habían ordenado que se crearan coronas idénticas. Coronas hechas a base de los más finos metales y las más exquisitas piedras preciosas, pero la orden era aquella. Los herreros y joyeros de todo Calabria habían trabajado sin descanso por cuatro meses, bruñendo las más finas, exquisitas e idénticas coronas que nadie hubiera visto jamás.
Los príncipes las recibieron con actitud seria y solemne. Solo ellos en su interior, utilizando la poderosa conexión que los unía y que compartían a cada momento, sentían su emoción en un interminable intercambio de información entre sus almas.
La ceremonia no se prolongó mucho más, todos los presentes se congregaron en el jardín para disfrutar del almuerzo que se había preparado en las cocinas reales.
Todos se reunieron salvo la familia Real, los Reyes habían salido por un lado, y los príncipes por el otro…

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—Oh Donsik… ¿crees que le guste? — preguntó la Reina visiblemente nerviosa. El Rey sonrió y le puso la mano sobre el hombro para detenerla antes de que hiciera un surco delante de él de tanto que se movía.

—Claro que le gustará… ¿Por qué no habría de hacerlo?

—Oh— se lamentó ella— ya sabes cómo es Jaejoong, el oro y las riquezas significan tan poco para él… hasta podría ofenderse.

—Lo sé… pero dudo que esto lo ofenda— dijo el Rey, pero en su corazón también estaba inquieta la duda.
Pronto los divisaron, los príncipes venían serpenteando por el sendero adoquinado, con paso muy lento, Changmin había puesto su pañuelo de seda roja en los ojos de Jaejoong.

—Es sorprendente… ellos juntos— susurró la Reina al ver a sus dos hijos— los veo y aún me cuesta trabajo creerlo…

—No sé qué es lo más sorprendente… que Jaejoong esté aquí, que Changmin lo consecuente y lo quiera tanto… o la actitud de Kyuhyun.

—Tal vez una mezcla de las tres— la Reina sonrió al mirar la escena que se aproximaba tan lentamente.
Jaejoong se tambaleaba continuamente por tener los ojos vendados. Changmin iba riéndose de él y le había puesto incluso las manos sobre el pañuelo de los ojos a fin de que no pudiera ver nada, y Kyuhyun por su parte sostenía las manos de Jaejoong para evitar que este fuera a tropezar y terminara en el suelo.
La amistad que había surgido entre Jaejoong y Kyuhyun dejaba a prácticamente todos con un palmo de narices. El rubio se había convertido en un fiel amigo del pelinegro, nadie lo creía, pero era real. Jaejoong se había mostrado receloso y desconfiado al principio, pero la amistad del rubio, una vez que tuvo oportunidad de tratar e intimar con Jaejoong, era absolutamente sincera, y más si el rubio podía estar al lado de Yoochun.

—Creo que lo que más me sorprende es Changmin— decidió el Rey, después de ver como su hijo menor estabilizaba al mayor sonriendo cuando este había tropezado con una irregularidad del sendero—, jamás lo vi así, todo el tiempo sonríe, todo el tiempo está feliz… cuando siempre me pareció alguien extremadamente callado y serio para su edad.

—Tienes razón… Jaejoong ha logrado cambiarlo tanto…

—Y eso es lo que más me preocupa— suspiró el Rey mientras se llevaba una mano a la frente, demostrando su preocupación. Ahora más que nunca sabía que sus hijos se amaban, y el guardaría su secreto hasta la tumba.

—¿A qué te refieres? — pregunto la Reina frunciendo el ceño, desconcertada.

—Tú sabes que Magnus no se va a rendir hasta lograr lo que quiere, y quiere a Jaejoong para Ambrosía. Me lo ha dejado saber en la carta de “Felicitaciones” que envió hace tres días.

—Pero… tú lo decretaste— de pronto, la reina comenzó a sollozar, a lo que el Rey se apresuró a tomarla en brazos para calmarla— no puede… no puede hacerlo… Changmin y Jaejoong son libres de todo compromiso.

—Por eso lo hice— dijo el Rey en un tono de resignación total— Por mí, ambos pueden ocupar el trono mañana mismo… pero Magnus es tenaz, muy tenaz y no lo aceptará.

—Entonces… ¿qué pasará?— y la pregunta de la Reina era a lo queDonsik mas le temía… porque no tenía respuesta alguna. Sabía que Magnus jamás iba a rendirse hasta tener a uno de sus hijos, a Jaejoong concretamente. Aquello era lo que más enfurecía al Rey, porque sabía que todos los progresos del carácter de Changmin quedarían reducidos a nada si Jaejoong se separaba de él, incluso sabía que habría muchísimos problemas por ese repentino y potente enamoramiento entre los hermanos.

—No lo sé querida… no lo sé.

—Mis hijos serán Reyes, los dos.

—Por supuesto que lo serán, serán muy buenos reyes pero…

—¿Pero qué? — la Reina levantó hacia su esposo sus confundidos ojos negros.

—Ambos son hombres…algún día Calabria va a necesitar un heredero, un sucesor. Changmin y Jaejoong no van a vivir eternamente.

—¿Pero quién….?— y a la Reina no le hizo falta preguntar mas, porque en el semblante del Rey estaba clara la desesperación y la incertidumbre por el futuro de su amado reino. Lo entendió en un segundo. Algún día los príncipes se separarían, tendrían que casarse, y en caso de casarse y ambos tener descendencia… ¿Quién reinaría al ser los dos herederos al trono? ¿Cuál de los herederos ocuparía el trono?

—Oh Donsik— lloró ella, pero el Rey le dio un fuerte abrazo.

—Nos ocuparemos de eso después— declaró de manera tajante al ver que los príncipes estaban muy cerca ya—, son muy jóvenes aun, ahora solo preocúpate por disfrutarlos— le dijo y después de dejar un casto beso sobre la frente de su esposa se volvió hacia sus jóvenes herederos. —Oh, ya están aquí— alabó sintiéndose orgulloso al contemplar a los príncipes, tan magníficos. Los dos jóvenes brillaban con luz propia, y sus coronas iguales les daban un aspecto regio e imponente. Kyuhyun incluso se veía empequeñecido por aquel par de Hermanos.

—Muy bien— la voz de Jaejoong, levemente chirriante estaba desesperada al punto de la irritación— ¿Qué está sucediendo? — demandó y trató de quitarse el pañuelo de Changmin de los ojos, pero el príncipe menor le sujetó las manos. Jaejoong se puso tenso de inmediato recordando… recordando… pudo percibir incluso el olor metálico y rancio a oxido de las cadenas… pero era Changmin quien estaba ahí…

—No seas tan impaciente— le dijo al oído con una voz tan sugerente que de pronto Jaejoong se olvidó incluso de donde estaba. — Es una sorpresa— pero Jaejoong ya estaba cansado de la misma palabra. Además el murmullo de lo que adivinó eran cientos de personas lo ponía de nervios. ¿Qué era aquel aroma a tierra, a flores y a incienso?

Changmin lo empujó levemente, anunciándole que había tres escalones que Jaejoong subió en el acto.

—¿Estás listo? — preguntó su padre, y este asintió a la desesperada, y un poquito molesto también.
Cuando Changmin le quitó el pañuelo, sintió la seda deslizarse sobre su frente marcada con cicatrices con la suavidad con la que caía la lluvia, con la misma suavidad que el roce de dos pieles tibias.
El pelinegro quedó momentáneamente cegado por la luz del sol que atacó directamente sus ojos, pero cuando se acostumbró a la claridad pudo distinguirlo todo.
En primer plano estaba Changmin, como siempre, depredador, de mirada profunda, con su belleza salvaje e imponente que rozaba en lo siniestro…
Detrás de él se alzaba Kyuhyun, sonriendo a través de su gallardía fría y esbelta, pero también cálida y confiable.
Más atrás estaban sus padres (Jaejoong ya podía pensar en ellos envueltos en esos términos con total naturalidad) con pintas de terrible nerviosismo e inseguridad. El pelinegro sabía que estaban así porque temían una reacción desfavorable de su parte y Jaejoong se odió por ello. Para aliviar un poco la tensión les sonrió abiertamente, pero con algo de timidez.
Entonces miró a su alrededor y se pregunto qué rayos estaría haciendo en el cementerio…

—Ahhmmm— frunció el ceño totalmente extrañado y confuso. No solo estaba en el cementerio, todos estaban en el cementerio, los senderos estaban llenos de personas, incluso estaba Doménico, el cuidador acompañado por su fiel perra en primera fila, parecía que ambos estaban sonriendo…
Pero Jaejoong dejó de prestar atención a todo. Se apartó de Changmin con violencia y buscó desesperadamente la lápida blanca de la tumba de su madre, pero no logró divisarla, porque en lugar de la austera colina de musgo verde coronada por la lápida blanca, se alzaba un verdadero gigante de los mausoleos.
Era una construcción hecha principalmente en mármol blanco traído desde Rajastán. Las paredes eran totalmente lisas, terminando en cúpulas y picos. En toda la construcción estaban incrustadas piedras preciosas (jade, esmeraldas, zafiros, rubíes, diamantes, amatistas y un par de topacios)
Jaejoong, como hipnotizado por la majestuosidad y el tamaño de la tumba se encaminó hacia ella, pensando en que era un espejismo.
Por dentro era aun más irreal. Los pisos brillaban como espejos y más piedras preciosas estaban incrustadas en las paredes, adornando unas enormes placas empotradas, hechas de oro puro, dedicadas al valor, a la valentía, a la belleza, a la perseverancia y el arrojo de Constanza.
En las placas doradas habían trazado amorosamente en letras de oro la hazaña que Constanza, quien con tan solo 22 años llevara a cabo: la elección del privilegio de la vida para el joven e inocente príncipe condenado.
Habían encendido antorchas y los palitos de incienso dejaban escapar volutas y espirales de humo perfumado desde sus platos colocados en lo alto, y en medio de aquel mausoleo estaba la lapida blanca coronándolo todo, rodeada por más de un millar de azahares, jazmines, rosas y peonias blancas, llenando con su perfume fantasmal la mística capilla.
Jaejoong jadeó, completamente sorprendido y se volteó hacia la entrada, donde tres pares de ojos ansiosos y asustados lo observaban. Incluso podía sentir la incertidumbre de Changmin anidada en su pecho, por su conexión. No le gustaba ¿Tan intransigente les parecía?
Jaejoong volvió a admirar el lugar, le parecía un sueño, era como estar en un sueño. La pequeña capilla estaba cálida, perfumada y llena de magia blanca, incluso podría jurar que escuchaba la voz de Constanza, aquella voz tan baja y musical que siempre le cantaba.

—¿Ustedes hicieron esto?— dijo Jaejoong en voz baja, mirando su propio rostro reflejado en el mármol del suelo.

—Así es— la tenue voz del Rey.

—No entiendo… ¿Por qué…?

—Es lo menos que podíamos hacer… no encontramos otra muestra de agradecimiento hacia Constanza. — dijo la Reina....-Jaejoong levantó la mirada y los miraba en shock.

—¿Agradecimiento…?

—Sí… por haberte mantenido con vida cuando nosotros… no lo hicimos…— el tono de culpa de la reina era tan grande que a Jaejoong le provocaba miedo, sin duda ella se sentía culpable ¿pero culpable por qué? Para Jaejoong no podía haber personas más buenas y desinteresadas que sus verdaderos padres y Changmin… ¿entonces por qué tenían tantos remordimientos? Ellos no lo habían abandonado, es más, ni siquiera sabían que existía hasta hacía cuatro meses.

—Si ella viviera sin duda le daríamos gracias de rodillas para agradecer tanto valor.

—No… no creo que fuera necesario…— dijo Jaejoong, con un nudo en la garganta— esto es…— pero no tenía palabras para describir el agradecimiento para tal magnificencia.

—Quisimos hacer un lugar donde pudiera conocerse la verdad— el Rey señaló hacia una hondonada hecha en la misma roca de la pared central. Ahí en un huequito delicadamente labrado habían colocado el caballete de madera tallada con la carta de Constanza. Algunos sitios estaban casi borrados por las manchas de sangre, pero aun era bastante visible, además de que un cristal protegería la carta de la intemperie y de los curiosos— un lugar donde se le pudiera rendir culto; un lugar en donde pudieras venir con ella… a meditar; un lugar para la oración— y como Jaejoong seguía sin responder La Reina se alarmó.

—Pero si no te gusta… si hay algo malo, podemos volver a reconstruirla o…

—No, no me gusta— demandó el pelinegro. Changmin frunció el ceño, sintiéndose herido y un poco molesto, sintiendo como el corazón de su madre estaba a punto de romperse, pero Jaejoong como siempre sorprendió a todos al abrazar a la Reina con todas sus fuerzas, por primera vez en su vida. —Me encanta… es lo más bonito que he visto y… aun creo que es demasiado, quizá porque no he recibido muchas cosas durante mi vida, no tengo palabras para agradecerlo…

—Pues tendrás que acostumbrarte a recibirlas, Jaejoong— terció Changmin con su sonrisa lobuna, sonriendo ante la visión de su hermano finalmente abriéndose a la persona que le había dado la vida.

—Es hermoso, muchas gracias mamá y… papá— su tono de voz fue un poco vacilante, incluso se escuchó como una pregunta que nadie respondió porque la Reina abrazó con más fuerza a Jaejoong mientras el Rey se colocaba al lado de Changmin y sonreía complacido y enormemente aliviado. Por fin tenía a su familia completa.
La Familia Real abandonó la capilla después de esperar en silencio mientras Jaejoong abrazaba con fuerza y tristeza el trozo de mármol blanco que era la tumba de su segunda madre.

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Entonces todo fue celebración, Afuera, en las calles del pueblo todo fue color y alegría. Había guirnaldas colgadas en cada puerta, en cada árbol, incluso en los fuertes cuellos de los caballos. Alegres guirnaldas de paja color oro, púrpura y verde, que tenían campanitas y tiras de cinta de organiza roja que colgaban de ellas y que eran movidas por la cálida brisa vespertina enredándose unas con otras. Todos los niños congregados en una multitud ruidosa y alegre invitaron a los jóvenes nobles (Changmin, Jaejoong, Kyuhyun, Yoochun y algunos otros…) a disfrutar comiendo pasteles enormes. Cada rebanada de pastel estaba adornada con un recubrimiento distinto e igual de dulzón y pegajoso –las cerezas confitadas y el azúcar de distintos colores eran los favoritos de ambos príncipes-y el niño o la niña que encontraba un bebe de plástico rosado dentro de su porción de pastel gozaría de un año de buena salud…
Al caer la noche la celebración siguio aunque los Reyes ya se habian retirado y las multitudes de niños dormian. Es entonces cuando la celebración de los adultos llegaba, y con ella, la Real fiesta privada del par de jóvenes Altezas.

La tierra esta húmeda y los farolillos de papeles multicolores brillan en la lejanía como un millar de estrellas titilantes en una explosión de luz y color.
En las calles aledañas al palacio de Calabria el licor fluye como si fuese leche, el cielo es de color purpura y el licor es verde, de un verde muy intenso, hecho de mil hierbas distintas y los nobles que por vez primera se mezclan con la plebe terminan sumidos en un estado de febril embriaguez. Es un día decretado por el Rey para celebrar, amarse y rendir culto. Será un día que se repetirá año con año hasta la saciedad. Es el día de Constanza.
Los jóvenes príncipes no supieron cómo llegaron hasta su habitación en el palacio y tampoco es que les importe mucho a decir verdad porque están ocupados en otros asuntos mucho más apremiantes.

Están alegres y ligeramente mareados y se entregan a su rojiza pasión que siempre está en el anonimato con el salvajismo y la desesperación de costumbre. 
Changmin atrajo a Jaejoong hacia su pecho bajo la suave protección de seda caliente de las sabanas y sus lenguas se lanzo en una búsqueda desesperada. Sus coronas entrechocan un par de veces y terminan por perderse entre el océano de mantas blancas, anunciando su desaparición con un tintineo musical que es ignorado por completo.
Jaejoong suspiro cuando la legua de su hermano comienza a explorar su cuerpo concienzudamente y dejando escapar un gimoteo ahogado cuando le desata la capa, desabotona su casaca y rasga la camisa para tener libre acceso y poder morderle los pezones muy suavemente.
Jaejoong no podría imaginarse un amante mejor, era afortunado, quizá porque eran hermano y ambos sentían lo mismo.
El mayor de los principess adora el modo en que su hermano lo domina, es la vena masoquista de su personalidad; la que permite que Changmin haga todo lo que quiera cuando juegan al amor.

Changmin mira con a su hermano con muchos sentimientos brillando en sus ojos. Son tantas emociones las que experimenta que a veces se siente un poco inestable pero es que con Jaejoong no puede resistirse, le acaricia la mejilla izquierda, reptando sus dedos hasta las sienes con el cabello negro. Ama sentir como ese cabella tan sedoso se escurre por entre sus dedos.Tiene la sensación de que así está más cerca de descubrir los secretos que se esconden en el cerebro de su amante, protegido por aquel delicado orbe de cristal.
Jaejoong lo mira de la misma forma y sonríe.

“Te amo Minnie” piensa Jaejoong y Changmin puede escuchar esa verdad tan profunda como el océano sin necesidad de que Jaejoong tuviera que abrir la boca.

—Yo también te amo— vocaliza Changmin y captura los labios de su hermano entre los suyos.

El cuerpo de Jaejoong aún esta levemente resentido y envía señales de dolor y molestia ante la intensidad con la que Changmin se maneja, pero Jaeejoong se ha vuelto un experto en hacer caso omiso a aquello y responde con la misma energía.
El beso que comparten es apasionado, prohibido, lúbrico y casi obsceno pero no les importa en lo más mínimo. Ambos jóvenes están exultantes porque saben que nadie los intentará separar y festejan como cada noche, de la misma forma.
Changmin se deshace de las pesadas ropas de Jaejoong y de las suyas propias.
Aún le cuesta trabajo creer en la irrealidad de la belleza de su hermano, y se lanza por ella antes de que desaparezca como un espejismo, Jaejoong lo recibe con los brazos abiertos mientras Changmin lo acaricia con manos avariciosas, marcando su territorio.
Ambos cuerpos están cubiertos por gotitas de sudor tan rosadas y frescas como la primavera, como el sentimiento que comparten, tan poderoso y profundo, pero a la vez intenso y equilibrado.
Jaejoong clava su rostro en la curva del cuello de Changmin y le muerde cuando siente como los dedos inquietos de su hermano se abren paso por el cerrado agujero oculto en su cuerpo, pero Changmin es rápido y se coloca encima de su hermano mientras deja que su mano jugueteé un poco más.

—Oh Minnie…— suspira cuando Changmin, con tres dedos incrustados en su retaguardia los retuerce y los abre, dilatando aquella entrada para recibir algo aun más grande. A pesar de que cada noche (y mañana y tarde) hacen el amor, Jaejoong sigue siendo igual de estrecho y apretado como una joven virgen y eso a Changmin lo vuelve loco.

—Ya estás listo hermanito, ahora abre más las piernas— anuncia Changmin con la voz entusiasmada y ronca por la excitación, este abre lentamente las piernas a su hermano, posicionándose como un conquistador ante aquella entrada que amenaza con comenzar a cerrarse, se relame los labios y se deja ir.

Cuando Changmin lo penetra de golpe, Jaejoong grita hasta casi desgarrarse la garganta, y no se preocupa de que alguien pueda escucharlo, porque el palacio es muy grande y ellos están alejados de todo. Su respiración está completamente alocada y jadeante mientras Changmin, dentro de él no se mueve un ápice; el príncipe menor tiene los ojos apretados y la mandíbula tensa, Jaejoong sabe que es porque su tremenda estrechez le molesta un poco al principio, así que, de espaldas en el lecho solo se dedica a acariciarle las manos que tiene enganchadas a los huesos afilados y protuberantes de sus caderas, y todo su interior se contrae cuando Changmin finalmente abre los ojos y le regala una sonrisita torcida y siniestra de anticipación, placer y dolor.
Changmin sabe que Jaejoong es muy escandaloso, así que a la primera embestida que le propina, lo besa para acallarlo y Jaejoong se aprovecha de ello, porque lo responde casi con desesperación, su lengua moviéndose con la rapidez de una serpiente y la saliva escurriéndose por su barbilla, Changmin se apodera de todo, mientras imprime más fuerza, tensando los riñones para embestir una y otra vez el paraíso de terciopelo humedecido que es el interior del sexo del pelinegro.
Una de sus manos suelta la cadera resbaladiza de su hermano y se apodera de su miembro, tieso y duro como un asta, y cuando le aprieta suavemente la punta brillante y húmeda Jaejoong deja escapar un lloriqueo de placer y sin quererlo, Changmin le da una leve mordida en el labio, y como consecuencia la saliva transparente y cristalina de Jaejoong se tiñe e imprime con el gustillo metálico de la sangre y Changmin lo saborea casi con impaciencia, mientras la pequeña grieta de carne rosada sigue manando delicados hilillos de sangre.
Changmin no sabe por qué le gusta de aquella manera tan obscena el sabor de los diáfanos remolinos de sangre de su hermano, pero ese sabor para él lo es todo. El sabor de la sangre, y la saliva y el semen de Jaejoong, y los juegos salvajes y los largos días y noches que los esperaban… eran todo.
Jaejoong puede sentir como su boca se vacía de fluidos al ser succionados por Changmin, y eso si cabe lo excita mas, tanto que el logra dominar el ritmo de las penetraciones de su hermano aunque se encuentre debajo de él hasta que se da cuenta que Changmin no puede más y al sentir una explosión de calor y humedad anidarse en lo más profundo de su recto, entonces cierra los ojos y se deja ir, estallando en un orgasmo tan intenso como una marea, que le hace vociferar frases entrecortadas e ininteligibles. Después cae sobre la cama en completo shock.
Changmin le sonríe, Jaejoong siempre queda un poco tonto después de orgasmos tan intensos, a veces hasta un poco ido.
Con cuidado se levanta sobre él y sale de su cuerpo, arrastrando con él la marea de semen que se escurre de manera perezosa por el interior de los muslos de Jaejoong.
La sensación sube por la columna vertebral del mayor haciéndole estremecerse.
Changmin se recuesta a su lado y lo acuna como suele hacer siempre. El príncipe menor ha pasado muchas noches solo y despierto mientras sus ojos iban resiguiendo los trazos y figuras del techo. Había pasado noches arrastrándose y hundiéndose en el barro de la mente, examinando visiones de soledad corrompida. Había pasado noches de tortura, de meditación y para saborear su soledad. Pero eso era ya tiempo pasado porque nunca más volvería a estar solo.
Ahora yace envolviendo el cuerpo de Jaejoong. Esta inmóvil con la mejilla apoyada sobre la el cabello alborotada de su hermano, en una postura tan protectora como posesiva y su mente divaga perezosamente, con la lentitud de un rio de aceite.

--“Mío” piensa. “Mío más que cualquiera de lo que haya tenido hasta ahora, más de lo que cualquier cosa será mía en el futuro… No permitiré que nada se interponga nunca entre mi hermano y yo porque él es mío. Mi hermano, mi sangre, mi alma”.
Y recuerda algo que casi había olvidado, algo que le hace abrazar a Jaejoong con más fuerza, con la emoción de algo nuevo; en cinco días seria Navidad.

                                                                 & FIN &



Bueno Chicas este fic llego a su final, y espero que les haya gustado todas aquellas que lo siguieron.
como les mencione en un post anterior ahora hare uno OneShot de JaeMin es eso no serial.
cuando tenga una idea buena o mas o menos de que podría ser el siguiente fic se los hare saber pero sigan 
sugiriendo algún drama n.n bueno gracias por sus comentarios kiss.

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