El Rey Donsik estaba retrepado en su alta silla ornamentada, detrás de su enorme escritorio de piedra tallada y pulida a conciencia, iluminada por dos candelabros y adornada con papeles y carpetas perfectamente acomodadas. De pie, delante de él estaba el anciano medico Ferrer, visiblemente nervioso. Eran apenas las nueve de la mañana.
—¿Cómo han pasado mis hijos la noche? —preguntó, enfatizando en el plural.
—Majestad, vuestro hijo… el príncipe Jaejoong, toleró a la perfección el antibiótico y esta mañana dormía plácidamente con la corona del príncipe Changmin sobre la cabeza.
El Rey sonrió para sus adentros, pero por fuera su mirada seguía siendo de furia densa y oscura.
—¡Cuan torpe has sido, viejo amigo! Pensaste que jamás se sabría la verdad… ¿Por qué me ocultase la existencia de uno de mis hijos? ¿No sabes acaso que mi poder está muy por encima que el de la vieja bruja de Lucila? Pero te callaste y tuvimos que llegar a esto, a mi hijo mayor, ¡Un príncipe heredero! Torturado y al borde de la muerte. ¿Comprendes la magnitud del crimen que se ha cometido? Supongo que el oro del que te beneficiaste con esta blasfemia aun te sobra. ¿Y la muerte de Changmin? ¿También la tenían planeada? ¿O que tal la mía?
El médico real bajó la mirada y repuso con voz lenta. El Rey se sintió admirado porque el anciano permanecía sereno y sólo el leve temblor en los parpados dejaba traslucir su pánico.
—Poderoso señor. Como Rey que eres, todo lo ves y todo lo sabes. ¿Qué necesidad tengo yo de pronunciar esas palabras? Y si lo hiciera, ¿acaso no ofrecería con ello mi cabeza al verdugo?
—¡No eres más que un hipócrita, intrigante y falso! —Gritó el Rey mientras se levantaba con violencia—Pensar que tú, tú entre todos mis fieles servidores hallas podido llegar a esto. Por nuestra antigua amistad no te haré matar, pero no quiero volver a verte jamás. Estas desterrado, en dos semanas deberás largarte.
—Majestad, cada una de las palabras que has pronunciado no son sino la verdad, acepto y asumo mis culpas y responsabilidades en cuanto a la tragedia que rodeó el nacimiento de vuestro hijo mayor, pero ¿acaso con su muerte no le habríamos hecho involuntariamente un favor? Pues ahora tiene dos príncipes herederos y solamente un trono que heredar. ¿Por quién gruñe y tiembla su Majestad? ¿Es acaso por los arrebatos de Changmin, su hijo?
El Rey tomó el pesado tintero y lo arrojó contra el médico cuando éste cerraba la puerta. La madera de cedro se partió y el Rey se dejó caer sobre la silla, tembloroso y fatigado. Cinco minutos después las enormes puertas de su sala privada de audiencias volvieron a abrirse, revelando a la enorme y pulcrísima figura del Rey Magnus.
—Donsik— saludó éste al entrar.
—Magnus— respondió, con voz hastiada.
—Tenemos que hablar de muchas cosas— dijo Magnus sentándose en el sofá más próximo a la ventana. Donsik se le unió.
—Lo sé, todo ha cambiado. —respondió mientras se sentaba frente a los ventanales.
—Todo cambió en cuestión de horas, no me gustaría estar en tus zapatos, amigo mío.
—¿Qué es lo que me quieres decir, Magnus? — preguntó Donsik visiblemente molesto por el comentario.
—No te molestes conmigo, sabes que digo la verdad, pero dejando eso de lado, lo que vengo a decirte es que por lo que veo son obvias razones, no habrá boda alguna que celebrar, y en cuanto a tu suegra… es verdaderamente un demonio. ¿No la habrás dejado libre o sí?
—¿Crees que soy estúpido? Por supuesto que no. Esta mañana tuvo su merecido.
& Flashback &
La voz del heraldo mayor, con pergamino en mano, se alzaba límpida dominando las circulares paredes del paredón del castillo de Calabria. Los crímenes habían sido tan atroces, que en solo diez horas habían emitido la sentencia y se habían convocado a los mayores dignatarios políticos y religiosos de Calabria.
…”por lo tanto, el carácter despiadado que revela la ejecución de los delitos, puesto que al torturar e intentar hacer desaparecer totalmente los restos del Príncipe Jaejoong, Soberano Mayor Heredero de Calabria, la acusada pretendía multiplicar así el dolor de los padres del mismo contra los que estaba dirigida indirectamente su acción, quienes quedarían toda la vida con la incertidumbre de que había pasado con su noble hijo. Por todo ello, pocos casos habrá en la práctica judicial en que un delito de ésta naturaleza merezca con mayor claridad la imposición de la pena máxima. Razones también por las cuales, en relación con la inhumanidad del comportamiento de la acusada, que intentando matar a un príncipe real y hacer desaparecer su cadáver, ha vulnerado deberes éticos y sociales básicos en cualquier sociedad civilizada, así como su absoluta falta de arrepentimiento, debe accederse a lo solicitado por la Iglesia Católica y el Parlamento de Calabria, de llevar a cabo la aplicación de Sentencia de Muerte en guillotina en contra de Agatha Abigail Lucila Alamea de Hannover por las ofensas antes mencionadas” Y los nombres y firmas de ambos Reyes, el Arzobispo y el Magistrado de Calabria aprobando la sentencia.
El heraldo bajó el pergamino y miro impávido los muros de cantera negra. Los nervios lo consumían, el ambiente estaba muy cargado con malas energías. Los Reyes de Calabria, ambos exquisitamente ataviados estaban sentados en los sencillos tronos de madera, de frente al estrado con la guillotina y el verdugo ya preparados. El príncipe Changmin había rechazado cualquier clase de asiento; el estaba ligeramente detrás de los tronos de sus padres. Su rostro, asombrosamente apuesto estaba lleno de oscuridad y odio, eran apenas las siete de la mañana; había dejado su habitación con Jaejoong durmiendo en ella hacia veinte minutos, custodiado por dos docenas de soldados, y ya lo extrañaba profundamente.
Los rostros de ambos Reyes demostraban un cansancio absoluto, los ojos de la Reina Simonne eran pura pérdida y dolor; los del Rey Donsik eran dos círculos de fuego oscuro. Delante de ellos, sin ninguna clase de emoción que delatara remordimiento o culpa alguna se alzaba la figura medio encorvada de la anciana Lucila, mirando con frialdad a los Reyes. Estaba de pie sobre la tarima, con las manos y los pies presos en gruesos grilletes, y de vez en cuando miraba de manera impasible la guillotina que dentro de poco habría de decapitarla.
El Arzobispo se acercó a ella para darle la última unción que redimiría sus pecados, pero la anciana lo rechazó.
—¿Pero mujer, es que no te arrepientes de tus atroces actos? — había preguntado el arzobispo, totalmente sorprendido.
—No. No me arrepiento de nada— había dicho ella, mirando directamente a los Reyes— ustedes son los que se arrepentirán. Ese error que es vuestro precioso Jaejoong, que por desgracia consiguió sobrevivir, lo arruinará todo, echará abajo todo el imperio y se acordarán de mi cuanto eso suceda. — luego se había vuelto hacia su amado nieto. Si algo podía dolerle a su podrido corazón, era el odio helado que emanaba de Changmin y su rechazo— Todo lo hice por ti Changmin…
—A mi no me embarres en tus porquerías. — Tronó y entonces el príncipe desesperado por volver con su hermano, ladró una orden al verdugo— ya mátala, deprisa, no soporto verla más.
Y la orden fue cumplida, ella sola se arrodilló en el banquillo y puso su cuello en la hondonada del hacha, y sin más ceremonia el verdugo dejó caer la cuchilla. Se escucho un rápido silbido que rasgó el aire, seguido de un golpe seco y la cabeza de cabellos entrecanos se separó del cuerpo al que perteneciera segundos atrás; cayó al suelo y rodó hasta detenerse ante los pies de la Reina Simonne, que al mirar la fría mirada vidriosa, de pupilas dilatadas y expresión de furia de su madre, dejó escapar un grito y se desmayó, el Rey había pateado lejos la cabeza antes de volverse para atender a su desmayada Reina mientras Changmin se daba la media vuelta, toda ostentación en capas de terciopelo negro para correr de regreso a sus habitaciones.
& Fin flashback &
Donsik frunció el ceño y meneó la cabeza para deshacerse del recuerdo.
—No habrá ninguna boda. Tengo asuntos mucho más importantes con los que tratar.
—Muchos, ese hijo tuyo, me refiero al príncipe Changmin, se veía medio enloquecido ayer, por eso vengo a informarte que nosotros nos iremos a Mónaco en cuanto Jaejoong se pueda mover para viajar… y…
Donsik entrecerró los parpados y le lanzó una mirada gélida por entre ellos. Magnus se la devolvió.
—¿Qué es lo que dices? ¿Cuándo Jaejoong pueda viajar? Jaejonog se va a quedar aquí.
—Si… Yo creo que no, a fin de cuentas Jaejonog es mi comandante y yo lo nombré Erpa-ha. Además seguro que tu hijo Changmin no aceptará que haya otro príncipe heredero aquí— atacó Magnus, pero el ínfimo titubeo al final de su frase le dio todas las armas a Donsik para callarlo.
—¿Estas escuchándote? ¿En verdad eres tan ingenuo como para creer que voy a dejar que te lleves a mi hijo? Y no hables de Changmin sin conocerlo.
—Lo mejor para ti Donsik, es hacer como si esto no hubiese pasado, todo quedará tal y como estaba, y les quitó a nuestros hijos la pesada carga que llevaban sobre los hombros.
—¿Y qué pretendes? ¿Llevarte a Jaejonog sin más? Estás muy equivocado viejo amigo, si crees que permitiré eso. Hace unas horas acabo de recuperar a mi hijo y ya estás alejándolo de mi. De ninguna manera, y Changmin probablemente te mate antes que permitirlo.
—Te estoy haciendo un favor. —Insistió.
—Ningún favor —tronó Donsik— ¿Y quieres por favor dejar de intentar robarme a mi hijo? Jaejoong se quedará aquí, y en efecto no habrá boda, pero si habrá una celebración, en cuanto esté bien lo coronaré como lo que es, Un príncipe heredero de todo mi reino, además de príncipe heredero de Monaco gracias a ti, he de reconocerlo.
—¿Y qué piensas hacer con dos príncipes y un solo trono? Date cuenta Donsik, Así, podrás heredar todo a Changmin, cuando le consigas una esposa.
El soberano de Calabria entrecerró los ojos con suspicacia y una chispa de cólera mientras su rostro tomaba el color de la noche.
—¿A dónde quieres llegar Magnus?
—Voy casar a Ambrosía con Jaejoong y con el tiempo hacerlo Rey de Mónaco.
—¿Estas bromeando? —Vociferó Donsik, irguiéndose sobre el sofa— ¡Tú tienes un hijo! ¿Qué diablos harás con Adam? ¿Y desde cuando tomas decisiones en cuanto a un príncipe que no es de tu Reino? No he aprobado que Jaejoong se case con Ambrosía.
—Adam es un chico insensato y blandengue. No dejaré mi amado reino en manos de un joven sin agallas. Tiene las mismas ambiciones que un mosquito. Basta con darle mujeres y comida para que sea feliz, en cambio Jaejoong tiene todo lo que se necesita para reinar, y reinar eficazmente. Será un gran Rey.
—Lo será —dijo Donsik aceptándolo— pero eso no significa nada. Mi hijo se quedará en mi reino, con sus padres y su hermano. De ninguna manera permitiré que vaya con vosotros. Dos veces han intentado eliminarlo, no dejaré que haya una tercera.
—¿Qué es lo que insinúas, Donsik?
—No insinúo nada, lo afirmo. En algún remoto caso en el que yo accediera a tus absurdas fantasías, te aseguro que el príncipe Adam, al verse despojado del Reino que por derecho le corresponde, mandaría matar a traición a mi hijo. Y es algo que no toleraré ni siquiera con el pensamiento. Y si persistes en tu insensatez, el que declarará la guerra contra Mónaco seré yo.
—Pero Donsik, no estás siendo racional, Adam no hará nada. ¿Qué harás tú cuando tengas que elegir un sucesor? La ley dice que solo puede haber un Rey.
El Rey de Calabria rió quedamente y en sus ojos brilló la astucia. Juntó sus manos en triangulo frente a su rostro, dándole un aspecto un poquito enigmático mientras que en su mente se estaba maquinando un plan.
—¿La ley? Yo soy el Rey. Yo soy la ley. Quizá tú, viejo amigo si te vieras en mis zapatos te desharías de uno de tus hijos, pero yo no, yo puedo cambiar la ley en cuanto me plazca y si se me antoja los coronaré a ambos como Reyes de Calabria. Jamás elegiría a uno por encima del otro, ellos dos son uno solo y de ningún modo me atrevería a separarlos de nuevo.
El Rey Magnus comenzó a refunfuñar, sintiéndose derrotado y contrariado.
—Reconozco que me has ganado. Pero no descansaré, Jaejoong se casará con Ambrosía tarde o temprano, aunque por los sucesos recientes estoy de acuerdo en que se conceda un tiempo, pero volveré, y si no accedes al matrimonio lo consideraré un rechazo y ambos sabemos lo que pasará.
—Aprendo de mis errores Magnus y no voy a imponerle a mi hijo un matrimonio. Si él quiere desposarla, que lo haga, si no… bueno… vuestra hija es hermosa, no faltará príncipe que la despose y la convierta en Reina.
—Te estás equivocando Donsik, y te aprovechas de ello, sabes que por el cariño que le tengo a Jaejoong no dejaré que mis soldados arrasen con tu reino. Pero piénsalo, piensa en lo que te deparan las tinieblas del futuro. Espero que decidas con sabiduría, estaré esperando noticias vuestras. —El soberano de Mónaco se levantó y ya tenía una mano en el pomo de las puertas cuando se volteó— a decir verdad… te tengo un poco de envidia. Tienes un hijo maravilloso, tan maravilloso como mi pequeña Ambrosía. No permitas que vuelvan a lastimarlo— dicho eso se retiró tan rápidamente que el mayordomo no tuvo tiempo ni de abrirle las puertas.
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Jaejoong despertó bañado por los cálidos rayos del sol de la mañana que se filtraban a través de los cristales límpidos y las pesadas cortinas de brocado color gris perla.
La cabeza le daba vueltas y aún se sentía envuelto en dolor, pero fuera del dolor se estaba agradablemente cómodo y cálido. La habitación era tan blanca y limpia que por un momento pensó que ya había muerto y no reconoció el lugar, pero luego reparó en la figura protuberante de un cuerpo que estaba a su lado, se trató de erguir apoyándose en los codos, pero tenía el brazo izquierdo totalmente apretujado al pecho por varios vendajes y sentía algo pesado sobre la cabeza, descubrió que se trataba de una corona hecha de oro al quitársela. Entonces quien estaba a su lado era…
Changmin estaba hecho un lío a su derecha, sumido en las profundidades de su sueño de felino, tenía la cabeza vuelta hacia un lado y su cabello cubría una parte de su rostro dando un toque demasiado sensual para los ojos de Jaejoong. Estaba totalmente vestido, con capa incluso, una capa pesada de terciopelo negro. Al verlo el pelinegro sonrió y un potente latigazo de dolor le azotó el rostro al sentir como eran estiradas las muchas suturas que adornaban su cara, entonces recordó…
¡Cuidado! Ahí viene otra vez…
Algo enorme atrapó con mucha fuerza su cabeza, causándole mucho daño, y Jaejoong sintió que oscilaba entre el precipicio, el olor a podrido, el color de la sangre, la anciana sonriendo de manera escalofriante, con el rostro bañado en rojo, el interminable espiral de dolor que lo consumía cada vez mas y mas… Jaejoong gritó, y gritó con todas sus fuerzas, luchando por liberar los brazos, aunque solo tuviera uno lastimado y vendado contra el cuerpo para sanarlo. Pero no se daba cuenta, encogió el cuerpo esperando los golpes.
—¡Jae, Jae!
Un segundo después Changmin lo tenía abrazado y lo apretaba con fuerza y cuidado a la vez y lo envolvió con tiento en las mantas, los alaridos se fueron convirtiendo en gimoteos mientras la verdad penetraba de manera muy lenta en el aturdido cerebro de Jaejoong, la crisis duró unos diez minutos.
—¿Changmin? — preguntó con voz ronca, siempre que Jaejoong hablaba Changmin tenía la impresión inexplicable de que su voz encerraba el palpitar de la sangre oscura y el rugido del mar mediterráneo, pero nunca hablaba de eso.
—Si— dijo el príncipe, abrazándolo— estoy aquí, ya todo está bien.
—… tú aquí… ¿tú me sacaste de…ahí? ¡Ahh!— se quejó el pelinegro al intentar frotarse los ojos.
—Así es, yo te encontré con un poco de ayuda y por poco no llego…— Changmin le retiró la mano del rostro con una dulzura infinita, luego la besó ahí donde resaltaban los magullones rojizos-morados— ve con cuidado, tu ojo está algo lastimado.
—Pero entonces…—Jaejoong se calló como un muerto, ¿Ya sabrían la verdad? Con cuidado por el dolor que reinaba en su cuello y espalda se echó una ojeada, descubriendo que vestía una holgada camisa blanca muy limpia y unos pantalones de algodón blanco. Su chaleco con la carta de su madre ya no estaba…
—Siempre… siempre acabas salvándome la vida— dijo con voz tristona, sin mirarlo. Estaba seguro de que Changmin no lo sabía, de otro modo ya lo habría rechazado. Intentó sorber por la nariz rota, pero otro espasmo de dolor le atravesó la espina.
—Bueno… eso es lo que hacen los hermanos, ya sabes, dan la vida uno por el otro sin pensarlo, y no es que puedan pensarlo demasiado porque siendo así no hay nada que puedas pensar, solo te arrojas y ya.
Los ojos de Jaejoong se anegaron en lágrimas mientras levantaba la vista hacia Changmin, apenas podía distinguirlo. No veía absolutamente nada con el ojo derecho, y las lágrimas le impedían ver con el izquierdo, pero Changmin si podía verlo. Sentía el miedo al rechazo y la tristeza de Jaejoong en carne propia, pero no se detuvo a preguntarse porque sentía eso. Solo se dedicó a abrazar a su hermano con todas sus fuerzas, mientras el más el pelinegro lloraba todo un manantial de emociones, de emociones y sentimientos muy oscuros que habían estado reprimidos durante un largo tiempo.
Changmin sabía la verdad, lo sabía y no lo había rechazado, lo había salvado y estaba con él, reconfortándolo. Era su hermano. Jaejonog aún no lograba asimilarlo completamente.
—Yo… Changmin, tú lo sabes y aun así… ¿no sientes… asco?
—Shhh— le chistó el menor con suavidad, con la mejilla apoyada en la desordenada cabellera de Jaejoong— que te dije hace unos días, que me daba igual si éramos un par de mofetas. Ya no llores Jae— pidió Changmin con la voz estancada— sólo prométeme que vas a salir de ésta, que vas a luchar por tu vida, por la nueva vida que te espera junto a mí, por nosotros. Te lo prometí, te dije que nunca más estarás solo ni perdido.
Jaejoong sentía que se ahogaba en sus emociones, pero asintió muy despacio. Quería decirle que lo haría, que se quedaría junto a él toda la vida, no estaba desalentado, sólo en el límite de sus fuerzas. Trató de enfocar a Changmin con el único ojo que podía usar y poco a poco lo fue distinguiendo, su apuesto rostro estaba distorsionado por la preocupación, era tan jodidamente apuesto... Jaejoong sonrió con una extraña sonrisa que aleteó en sus rasgos a medio curar, no sabía si estaba delirando por la fiebre y el dolor o lo que veía era real, pero Changmin estaba un poco mas pálido que de costumbre; se mantenía muy erguido y sus ojos ardían con la llama salvaje de la alegría y la felicidad, y un instante después Jaejoong encontró más que eso, Los ojos de Changmin estaban llenos de orgullo.
—Entonces… no te da…
—No, no me da nada Jae, ya para con eso, esto cambió las cosas, hizo que todo fuera todavía mejor, realmente maravilloso. Soy demasiado celoso y egoísta con lo que es mío, y tú eres mío así como yo soy tuyo. Nos pertenecemos desde antes de nacer.
Changmin recostó a su hermano sobre las sabanas y sonrió, aunque la sonrisa fuese un poco fría por culpa de la máscara de retazos en la que se había convertido la belleza de Jaejoong, pero aun así seguía encontrándolo hermoso. Buscó un sitio para besarlo que no estuviera herido y terminó besando su hombro derecho justo en el momento en que llamaban discretamente a la puerta.
El doctor Jean se abrió paso con rapidez sorteando los sofás y las sillas de la sala de Changmin hasta llegar al lado de Jaejoong. Lo saludó con un enarcamiento de ceja.
—Buenos días Altezas— Jaejoong se encogió aun más dentro de la curva del pecho de Changmin al escuchar el respeto y deferencia con que eran llamados. No respondió porque sentía la boca terriblemente dolorida y atirantada.
—¿Que sucede Jean? — saludó Changmin, mirando al médico con fastidio.
—Escuché a su Alteza gritar y vengo al chequeo de rutina.
Changmin dejó a Jaejoong a regañadientes y salió del caliente lecho para encararse con el médico. Lo llevó hasta la ventana y le habló con los dientes apretados.
Pasados unos segundos Changmin se le unió y miró detenidamente como el médico examinaba con presteza y delicadeza a su hermano.
En ese mismo momento las puertas se abrieron, revelando a las áureas siluetas brillantes de los reyes de Calabria. Las coronas de los Reyes brillaban bajo la claridad y los rayos de sol que inundaban la habitación, parecían un par de divinidades, rodeados por un brillante halo dorado. Jaejoong se sintió de repente inseguro y temeroso; dio un respingo y se cubrió casi completamente con las mantas blancas de Changmin, pero el tener un brazo inmóvil le hizo perder el equilibrio y terminó yéndose a estrellar contra la cama en el proceso. Casi una fracción de segundo después dejó escapar un alarido de dolor y los vendajes de su cuello se tiñeron de sangre.
—¡Alteza!— el médico lo estabilizó casi de inmediato, apoyándolo levemente de lado sobre los almohadones— trate de no moverse así— pero Jaejoong ya se había hecho un ovillo, encogiendo las piernas y tapándose completamente con las mantas.
—¿Jae? — la voz de Changmin, arrugada por la preocupación le llegó bastante amortiguada.
—No quiero que nadie me vea— respondió el moreno con la voz muy baja. Sentía el dolor carcomiéndole cada célula del cuerpo, los hilillos de sangre descendiendo por su espalda y cuello y también más sangre caliente y espesa bañándole el rostro. Se sentía como un muñeco roto y estropeado y la fiebre estaba comenzando a subir de nuevo— ¡NO QUIERO QUE NADIE ME VEA! ¡FUERA! ¡¡FUERA TODOS!! — vociferó el pelinegro a todo pulmón, aguantando los calambrazos de dolor que le provocaba el gritar mientras el médico tiraba desesperado de las mantas, intentando llegar al príncipe. Los ojos de la Reina se llenaron de lágrimas.
Changmin retrocedió con el rostro impactado y el corazón hecho pedazos, no soportaba ver sufrir así a Jaejoong, y no soportaba no poder hacer nada por ayudarlo.
—Majestades— la voz del médico era desesperada— por favor, os suplico que me den un poco de espacio aquí. El príncipe está sufriendo un grave cuadro de estrés postraumático y la crisis que presenta es grave. Puede dañarse más si no me deja atenderlo.
—No quiero que me vea, Que nadie me vea, Seguro ella viene, Debe estar por aquí. Estoy cansado y no me puedo defender— la voz de Jaejoong era baja, átona y sin vida. Recitaba una y otra vez una letanía empapada en terror y cansancio— no quiero más dolor… quiero paz… quiero tranquilidad...
—Por favor— suplicó el médico.
El Rey Donsik, con un nudo indisoluble atascado en la garganta asintió al ver como aumentaban los espasmos temblorosos de la silueta aovillada y enterrada en las mantas.
Rodeó los temblorosos hombros de la Reina para salir, pero la Reina se soltó de un tirón y se acercó a la cama de Changmin, con el rostro bañado en lágrimas.
—¡¡No!! ¡Es mi niño! ¡¿Qué le han hecho a mi niño?! —lloró, perdiendo completamente la compostura. Tenía los brazos estirados hacia la cama, pero el Rey la detuvo antes de que pudiera llegar.
—Dale un poco de espacio — pidió el Rey desesperado, en un inútil intento de consolarla— Jaejoong no está nada estable, debes entender que esto ha sido demasiado para él. Hay que darle tiempo— le dijo mientras la abrazaba con fuerza.
Changmin vio en los ojos de su padre la misma negación que había notado en los de su madre y negó con pesadez.
—Pero estaba bien hace un minuto…
—Esto viene sin avisar Alteza, él no lo controla. Por favor esperen afuera. —La voz del médico se cargó de autoridad.
—Estaremos en la sala de recepción— dijo Changmin, después de dirigirle una mirada de añoranza a Jaejoong.
Cuando se hubieron quedado solos, Jaejonog permitió que el médico levantara las mantas para examinarlo, solo se había arrancado un par de puntos de la nuca y la ceja, pero pronto estuvieron colocados.
—Ellos, se preocupan…
Jaejoong arrugó el ceño en un gesto de interrogación, no quería hablar, el dolor era grande.
—Tus padres — la espalda del pelinegro se tensó como el palo de una escoba pero el médico prosiguió— tus padres y tu hermano. Mire Alteza…
—Jaejoong, o solo dime Jae.
—…De acuerdo… Jae. Te conozco un poco, te he atendido dos veces, y sé de dónde vienes y todo lo que te ha sucedido.
Los ojos de Jaejoong se dilataron por la vergüenza y el miedo. ¿Habría leído la carta?
—Sí, leí la carta— dijo Jean contestando a la muda pregunta formulada por los ojos de Jaejoong— la leí y todos aquí lo hicieron, no fue justo, nada justo lo que te sucedió. Es la más grande infamia que se podría cometer.
—Pero… ¿Qué soy? No sé, quizá no debería existir…— hablaba entre gestos y muecas de dolor. —Tal vez ella…
— pronunció la palabra con recelo— tenía razón y soy una especie de error. Un plus no deseado.
—No digas tonterías Jae. Eso lo diría alguien sumido en la ignorancia como tu abuela, pero yo soy médico y no eres un error, eres un milagro. El príncipe Changmin y tú son hermanos. Comparten la misma sangre, la misma alma, el mismo pensamiento, el mismo corazón. Y Constanza tenía razón, tenía razón en todo, me entran escalofríos al imaginarme el tremendo valor que ella demostró al encargarse de mantenerte con vida. Por desgracia ha habido mucho oscurantismo, mucha crueldad. Pero no tengas dudas, los Reyes te aman, totalmente y… también Changmin, lo cual me sorprende muchísimo. No los rechaces.
El joven médico se incorporó una vez que Jaejoong estuvo tranquilo entre las sabanas y al salir a la salita de recepciones se encontró con tres siluetas de ojos muy preocupados. El Rey consolaba a la Reina, quien no dejaba de llorar.
—¿Cómo esta? — Changmin fue el primero en hablar.
—Ya más tranquilo, la penicilina hizo milagros en el, mantuvo a raya la infección casi por completo., e administré otra dosis y también tuve que darle otra dosis de medicamentos para el dolor. Estará soñoliento y aletargado por el resto del día, pero no tendrá dolor, aunque puede que presente mas crisis como la que vieron hace unos momentos. Es completamente normal, pero si eso sucede deben inmovilizarlo y avisarme. Con el tiempo irán desapareciendo, pero necesitará mucho cariño y mucha paciencia, aunque sé que con vosotros eso le va a sobrar.
Changmin no esperó más y se metió en la habitación, dejando a sus padres solos con el médico, al llegar comprobó que en efecto, Jaejoong estaba mucho más calmado y su rostro tenía un aspecto un tanto cómico, como si estuviera dentro de una terrible embriaguez.
—Changmin…— el rostro de Jaejoong se iluminó un poco al ver a Changmin. Este se sentó a su lado y le acaricio el hombro vendado. —…lo siento, en verdad…
—No pasa nada Jae— le dijo Changmin, sonriendo a medias.
—En verdad no sé que me pasó— dijo, bajando la vista, la voz de Jaejoong siempre cristalina, temblaba un poco a causa del temor.
—Te han pasado muchas cosas muy jodidas desde que nos separamos, pero quiero que te metas algo en esa cabeza dura que tienes— Changmin se acercó a escasos tres centímetros del rostro herido de su hermano y miró directamente dentro de los semi-cerrados y ajados orbes negras— eres mi hermano, eres un Príncipe, por lo tanto eres intocable. Nadie puede atreverse siquiera a mirarte mal porque les esperaría el mismo castigo que tuvo la perra que te hizo esto— al escucharlo Jaejoong se encogió de manera involuntaria, pero Changmin lo mantuvo sereno, tomándolo por los hombros— ella no podrá volver a tocarte, ni siquiera mirarte porque tuvo su castigo. Sí Jaejoong, ya es momento de que te tomes un respiro. Ella está muerta y jamás volverá, ya nadie puede dañarte ahora… yo, yo siempre estaré contigo Jae, nunca te dejaré solo.
Al escucharlo, el rostro tenso de Jaejoong se relajó de manera inmediata y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. No tenía ningún deseo de saber de qué manera había muerto su abuela, incluso si en su mano hubiera estado, quizá le habría perdonado la vida, se le revolvieron un poco las tripas, no era partidario de matar, pero no podría jamás perdonar lo que la vieja bruja había dicho de su madre, de Constanza. No podría tolerar saber que ella siguiera viviendo después de haber dicho eso.
Changmin le besó muy tenuemente en los labios maltratados; apenas un roce ínfimo y superficial que hizo que todas y cada una de las terminaciones nerviosas del cuerpo de Jaejoong volvieran a la vida, pero antes que otra cosa pudiese suceder, el príncipe menor se levantó y se metió al baño para arreglarse de manera decente, pero antes de entrar captó con el rabillo del ojo como sus padres, ambos luciendo terriblemente temerosos, se acercaban al lecho de Jaejoong y lo tomaban de la mano. Changmion sonrió.
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—¿Cómo te encuentras? — la voz de la Reina era musical y desbordaba dulzura; se sentó al lado de Jaejoong, sobre las mantas medio manchadas y le tomó la mano derecha, mientras el Rey se quedaba de pie a un lado de la Reina.
Jaejoong volvió a encogerse, avergonzado
—¿Estás ya más tranquilo? — el sonido de la voz del Rey no era retumbante como la voz de Magnus; al contrario, el sonido era suave, vacilante y un poco tembloroso.
—Yo…—empezó Jaejoong con dificultad, ya no le dolía el hablar, pero sentía que su voz salía extrañamente pastosa y lenta— De verdad, no sé qué decir…estoy muy apenado.
—No, no digas nada— la Reina le dio un leve apretón a su mano y luego la besó, preguntándose cómo podría querer tanto a un chico al que prácticamente acababa de conocer; pero tenía la respuesta. La sangre llama a la sangre y ella sabía que aquel chico le había pertenecido siempre, aunque se lo hubieran arrebatado durante veinti dos años. Lo encontraba tremendamente parecia a sus facciones, los mismos enormes ojos oscuros en forma de almendra, el mismo mentón puntiagudo, el mismo silencio que se mantiene a la escucha…
—Ahora solo debes dedicarte a recuperarte, hijo, no pienses en nada más que en eso— le dijo el Rey, mientras lo miraba y se preguntaba cómo habría podido ser capaz de engendrar a aquella criatura con el aspecto de un ángel pintado en el vitral de una iglesia; estaba totalmente alucinado y sintió que lo invadía la ternura al contemplar a su recién descubierto vástago. No se podía decidir, su aspecto oscilaba ante sus ojos…tan parecido como diferente de Changmin. Mucho más delicado. Una alucinante criaturita andrógina de huesos resaltados, con el cabello tan negro como un millar de medias noches y los ojos tan profundos como un par de lagos que no parecían tener fondo.
—Pero aun así… yo… lo siento mucho… lo de hace un momento.
—Tú sólo descansa cariño— terció su madre, acariciándole con mucha delicadeza la mejilla izquierda, pero retiró la mano en cuanto Jaejoong hizo un gesto de dolor— lo siento, lo siento.
—No… no es nada… yo en cuanto me pueda mover me iré…
—Escucha Jaejoong — el tono de voz autoritario del Rey hizo que Jaejoong prestara atención con sus cinco sentidos— se que no es un buen momento ahora, por tu estado pero es necesario que lo sepas. Eres nuestro hijo, si no creciste con nosotros fue por azares erróneos del destino, pero eso no te quita lo que eres, de quien desciendes y lo que mereces. En cuanto estés un poco mejor celebraremos la ceremonia de tu coronación… la misma que se llevó a cabo cuando Changmin nació… y quiero que lo sepas y espero que puedas acostumbrarte pronto. En el palacio todos están a tu disposición, para servirte. Eres un príncipe y como tal se te va a tratar.
—No… no sé qué decir— dijo Jaejoong, sintiéndose terriblemente mareado tanto por el efecto de las drogas que le habían suministrado como por las palabras del Rey. Aun no podía pensar ni terminar de conciliar que los Reyes eran sus padres, y mucho menos se sentía capaz de poderlos llamar mamá o papá. Simplemente era imposible porque para él, su madre era Constanza y nadie podría cambiar es, y ahora tendría que lidiar con todo aquello de ser un príncipe real.
—No tienes que decir nada — la Reina se percató de la batalla interna que Jaejoong peleaba y trató de tranquilizarlo— ya hemos ordenado la construcción de tus habitaciones, en cuanto puedas moverte un poco…
—Me… gustaría quedarme aquí… con Changmin. —Interrumpió Jaejoong, avergonzado.
Ambos Reyes fruncieron el ceño, extrañados.
—¿Quieres quedarte con tu hermano?
—…si… no sé si él quiera, pero no puedo estar lejos de él.
—Bueno…— El Rey parecía muy sorprendido y algo receloso— si Changmin no objeta nada…
—Yo también quiero que se quede — la voz grave y marcada de Changmin los sorprendió a los tres. Los Reyes se volvieron con la rapidez del rayo, y Jaejoong solo atinó a sonreír bobamente, Changmin le sonrió de vuelta.
El príncipe aún lucia mojado del pecho desnudo para arriba, solo llevaba puestos un par de pantalones y las botas, y tenía la camisa blanca desabotonada y su cabello mojado. Jaejoong se aprovechó de que nadie lo miraba para echarle una buena escaneada al cuerpo perfecto y fuerte de su hermano, a su sonrisa perfecta, a sus ojos cálidos, y sintió su interior centrarse, olvidando totalmente su dolor.
El Rey sonrió, complacido y rodeó los hombros de su Reina.
—Entonces que así sea— aprobó, y después de asegurarse de que Jaejoong se sentía bien, abandonaron la habitación de los príncipes, dejándolos solos.
Changmin no perdió el tiempo, lLevantó las mantas, se enterró en ellas y se llevó a Jaejoong a sus brazos con infinito cuidado.
—¿Qué tal estas? ¿Cómo te sientes?—interrogó, con los labios pegados a una de sus sienes decorada con suturas.
—No lo sé… aturdido creo— respondió Jaejoong, deslizandose más hacia el hueco de los brazos protectores de Changmin —pero me gusta estar así contigo… hermanito— tanteó.
—Si… es maravilloso, llámame así— respondió Changmin, enterrando la nariz en la mata desordenada de cabellos negros de Jaejoong— hueles a humo, y a sangre… me encanta.
—¿Te encanta? —resopló Jaejoong, incrédulo— parezco un muñeco remendado.
—No importa lo que parezcas. Lo que importa es que estas aquí… pensé que te había perdido y que no volvería a verte y después cuando te vi…— Changmin sacudió la cabeza y apretó mas a Jaejoong entre sus brazos, haciéndolo jadear por el dolor— lo siento, perdón.
—No quiero pensar en eso Changmin…
—No pienses en eso Jae, ni en eso ni en nada por ahora, después habrá muchas cosas de las que tendremos que ocuparnos.
—Pensé que no te gustaría que… tú y yo fuéramos hermanos… y después de todo lo que hemos hecho y sentido…
—¿Cómo no iba a gustarme? creo que desde siempre estuvimos destinados a estar juntos y bueno… no sé tú, pero yo… yo siempre me sentí solo, sentía que algo me faltaba y ese algo eras tú. — Changmin besó la frente de su hermano— ¿tú, cómo te sientes al respecto?
—Yo…— Jaejoong perdió todo el aire de los pulmones. “¿Cómo se sentía?” no tenia respuesta para aquello porque su mente aun estaba embotada. Hundió el rostro en la almohada, jadeando por el dolor; tenía los ojos ardientes y húmedos. Changmin le besó el cuello y en la boca; ahora todo volvía a estar bien, la boca de Jaejoong tenía un sabor metálico oscuro y un poco dulzón justo en la punta de la lengua.
—Jae…—gimió Changmin, y pronunció su nombre envuelto en un hálito de éxtasis que se fue desvaneciendo lentamente y que flotaba sobre el olor de la sangre—… no sabes cuánto te eché de menos…todo por esa perra— Jaejoong se tensó al escuchar a Changmin referirse a su abuela de aquella manera— esa asquerosa perra traicionera… quería…
—Pero no lo logró— cortó Jaejoong, acariciando el rostro de su hermano, consiguiendo que su expresión se relajara y el cobre macizo de sus ojos se derritiera. Changmin suspiró. —tú… eh… ¿la viste después?
Un silencio.
—No… —mintió Chanmin. Sabía que hacia mal en mentirle a Jaejoong, pero no podía permitirse abrumarlo con la terrible verdad, diciéndole que había sido el mismo quien prácticamente había accionado la palanca de la guillotina aquella misma mañana, cuando el dormía sumido en su punzante sopor, con su hermoso rostro de rasgos inocentes hasta extremos exagerados, herido y maltratado. — no fui capaz, no iba a poder contenerme…
—Entiendo…—dijo Jaejoong, mientras se le rompía la voz y un par de lágrimas asomaban de sus ojos. Changmin se sobresaltó tanto que las mantas salieron volando mientras se incorporaba, preparándose por si Jaejoong presentaba otra crisis.
—¡¿Jae, estas bien?!
—Changmin… es que yo— sorbió por la nariz como un niño pequeño, olvidándose de que la tenia rota y su rostro sufrió una convulsión…— ¡ay!...
—No hagas eso, tu puente está roto.
—Ya lo sé pero se me escurre todo…
—¿Jae que te pasa, por qué lloras?
—Es que…— parecía totalmente afligido— tengo mucha hambre…
Changmin estuvo a punto de caerse de boca al piso. ¿Cómo había podido ser tan jodidamente descuidado? Jaejoong no había probado bocado en cinco días, solo le habían dado pequeños sorbos de agua y era lógico que estuviera muriéndose de hambre.
—¡¡Jean!! —Changmin salió de la cama a trompicones mientras se abotonaba la camisa— ¡¡¡Jean!!! —sus gritos retumbaban por la habitación hasta que se perdieron mientras el salía por las enormes puertas de madera labrada para consultarle al médico que podría comer Jaejoong.
Quince minutos después ambas puertas se abrieron dándole paso a una larga hilera de esclavos que portaban bandejas repletas de comida. A Jaejoong se le iluminó todo el rostro y arqueó delicadamente una ceja con vendoletas; le habían traído de todo, pero en cada bandeja predominaba la leche y golosinas, y el amaba la leche y las golosinas. Sería la comida más variada y suculenta que hubiera degustado jamás.
Porque sabia que si estaba junto a su hermano y amor de su vida todo iba ir perfecto.
cada vez veo mas el final de este fanfic, asi que espero que lo sigan leyendo y dandome sus lindos comentarios que tanto loveo, espero que sigan disfrutantolo tanto como yo de El principe & el mendigo
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